Sobredosis de mojo la que hemos sudado esta mañana en la proyección de Dos buenos tipos. Shane Black vuelve al redil tras su experiencia con Marvel -recordemos: fue el firmante de Iron Man 3 (2013)- y lo hace con una película que partirá mandíbulas (por las carcajadas, aunque también suelta un buen puñado de puñetazos). El film, que se abre suave con el “Papa Was a Rolling Stone” de Temptations, viaja a la California de los años 70 en un polar disparatado -más cerca de El gran Lebowski (1998) que de Puro vicio (2014)- plagado de personajes que rallan el encefalograma plano: sicarios, políticos, detectives, actrices porno, jóvenes a la carrera… todos del club de la idiocracia. Black se mueve entre el glorioso disparate a lo Kiss Kiss Bang Bang (2005) y la 'buddy movie' de tortazos a mansalva, más en la línea de una película de Bud Spencer y Terence Hill que de Arma letal (1987). Aquí de lo que se trata es de pasarlo bien y a fe cierta que la proyección ha sido una auténtica fiesta. La pareja protagonista formada por un detective patoso (Ryan Gosling, en un cruce magnífico de Cary Grant y Will Ferrell) y un matón a sueldo (cumplidor Russell Crowe) tratan de encontrar a una chica fugada que quiere revelar los secretos de su corrupta madre policía (Kim Basinger), aunque sea metiéndose a actriz porno (ya he comentado lo de su inteligencia). Con menos luces que Mortadelo y Filemón, los protagonistas se irán encontrando con las pruebas por mera casualidad mientras van sembrando el caos a su paso -la secuencia en la fiesta del productor del cine X es absolutamente desternillante. Los tiros caen con la misma rapidez que los chistes (no falla ni uno) e, incluso, algo tan difícil como es hacer colar a una niña como protagonista para que dé un toque más familiar a la cinta, aquí encaja a la perfección, aunque sólo por el desparpajo de la joven actriz Angourie Rice. Vaya, que estamos delante del Kingsman (2014) de este año. Cómo no unirse a la fiesta.
Toni Erdmann apunta a premio
La sorpresa de la jornada vino de la mano de la película alemana a competición: Toni Erdmann de la cineasta Maren Ade. Una nueva comedia - ¡y qué bien le sientan a Cannes! -, en esta ocasión, buscando retratar los intentos de un padre por volver a acercarse a su hija, una ejecutiva que trabaja en Bucarest como consultora para optimizar los resultados (léase: hacer recortes por la vía del despido de trabajadores) de una empresa ligada a la extracción petrolífera. La frialdad de la joven, centrada únicamente en su devorador trabajo, se irá derrumbando a media que el padre, todo un 'clown' con el corazón gigante (muy Jerry Lewis en su transformación a “ejecutivo chiflado”), vaya adentrándose en su vida con la consiguiente dosis de caos orgánico que le provoca. Más de dos horas y media de duración para este divertido melodrama en el que, básicamente, lo que vemos es a un padre coraje tratando de hacer reír a su hija mediante todo tipo de atropellos. Toni Erdmann ha vuelto loca a media crítica internacional siendo, curiosamente, un modelo de película que huye de las formas del cine de autor de vanguardia: no posee una forma definida, es amable y optimista, tiende a la repetición y su acción no cesa en ningún momento. Así que el único secreto de su éxito es que es tremendamente divertida y, en algunos momentos clave (hay un cover tremebundo de “The Greatest Love Of All” de Whitney Houston que arrancó una ovación del respetable a media película), realmente emocionante. La película apunta a premio, si no es de los gordos, bien seguro que será para la actriz principal: Sandra Hüller.
Mademoiselle, arriesgada pero insuficiente
Regresó hoy a competición oficial con Mademoiselle el cineasta coreano Park Chan-wook, tras presentar en 2003, Old Boy -era la favorita de Tarantino, presidente del jurado ese año; pero no hubo acuerdo y acabó ganando la demagógica Fahrenheit 9/11- y en 2009, Thirst. Lo que desde el principio parecía un regreso de Park a sus orígenes más salvajes y retorcidos (y divertidos), al abordar una historia de conspiraciones (amorosas, sexuales, psicológicas y criminales) alrededor de únicamente cuatro personajes: una mujer rica soltera, un estafador que se hace pasar por conde, una sirvienta y un tío que ejerce como jefe de familia y que disfruta de lo lindo con su biblioteca-sala de torturas. La película, que adapta la novela de Sarah Waters Falsa identidad, llevándola a la Corea de los años de la ocupación japonesa, está dividida en tres partes (con distinto narrador y punto de vista) que convergen en un solo punto: el coito entre la mujer y su criada que da sentido a cada uno de los giros argumentales que va ofreciendo la cinta. Pese a eso no estamos delante de Rashomon (1950), sino más bien de un cruce entre Belle de jour (1967) y The Housemaid (2010), pues si bien Park sigue haciendo gala de una puesta en escena más que notable -lo mismo le ocurrió en su aventura americana, Stoker (2013)-, en ningún caso se justifica la extensa duración de la obra (150 minutos). Si uno quería ver sangre, sexo y alguna que otra animalada argumental, Mademoiselle ofrece refinamiento, perfiles psicológicos y romanticismo. Una jugada arriesgada, hasta notoria, pero a tenor de los resultados, insuficiente.
Día 1: Woody Allen (y Kristen Stewart) inauguran el festival con Café Society
Día 2: Jodie Foster presenta Money Monster, nuevo retrato de la corrupción y la crisis económica
Día 3: Frío y calor, entre la seriedad de Ken Loach y la locura de Bruno Dumont
Día 4: Spielberg desborda fantasía en la maravillosa Mi amigo el gigante