¿Recordáis cuando salió a la luz el videoclip de Xavier Dolan para la canción “Hello” de Adele? A mí me pareció horrendo. Sé que es una opinión a contracorriente pero siempre siento extrañeza ante la obra de este joven enfant terrible quebequense que, a sus 27 años, prácticamente es uno de los ídolos del cine de autor francés. Al menos en Cannes le adoran (hoy se han quedado muchos periodistas sin poder entrar en la sala ante el llenazo que había): le descubrieron en la Quincena de realizadores, se paseó como quiso por Un certain regard y ya es un fijo de la Sección Oficial. Dolan es un cineasta imprevisible, capaz de lo mejor y lo peor, un afilado esteta del postmodernismo más popero y férreo afán de los dramas más estridentes. Por eso sus películas son un auténtico desbarajuste donde momentos sublimes se ven machacados por todo tipo de excesos melodramáticos. No es una excepción Juste le fin du monde, donde adapta la conocida obra teatral homónima del dramaturgo Jean-Luc Lagarce, construida a base de monólogos y diálogos a dos, donde se narra la visita de un hijo pródigo a su familia para comunicar que le queda poco de vida (no se dan más detalles al respecto). Obra de cámara con sólo cinco personajes -Dolan tira de chequera y coge a intérpretes de primera línea (él siempre suele trabajar con actores desconocidos): Gaspard Ulliel, Marion Cotillard, Léa Seydoux, Vincent Cassel y Nathalie Baye- con el objetivo de retratar un corpus familiar fracturado, así como las complejas interrelaciones existentes entre ellos. El resultado son noventa minutos (un dato bueno: la película es corta) de actores chillando sin parar siguiendo el método Stanislavsky de toda buena telenovela venezolana. Algo ciertamente insoportable. Y ahí da igual lo bien que Dolan se maneja tras la cámara, llegando incluso a resultar audaz en su predominio del primer plano, dado que el contenido acaba por ser intrascendente. Lo mejor de la cinta se encuentra en sus fugas oníricas (con la música extradiegética atronando a todo volumen), pequeñas piezas pop donde el protagonista se deja arrasar por la melancolía de un pasado ya fenecido. Únicamente esos insertos hacen disfrutable una película que, siendo malos, diríamos que parece una adaptación de Yasmina Reza a cargo de François Ozon.
La segunda película rumana vista en la sección oficial -recordemos, la primera fue Sieranevada, de Cristi Puiu, a día de hoy la favorita de la crítica por delante de Jim Jarmusch y Maren Ade- ha sido Graduation del cineasta Cristian Mungiu (ganador de la Palma de Oro en 2007 con 4 meses, 3 semanas y 2 días). En ella Mungiu pone en escena, con una sobriedad intachable, el derrumbe de un padre de familia de moral conservadora y actitud arrogante -entre otras cosas, está obsesionado con que su hija se vaya a Cambridge a estudiar- tras que su hija sea asaltada (intento de violación inclusive) a manos de un extraño. A partir de ahí la calculada fachada que da pie a su existencia se va derruyendo por momentos. Tiene algo de hanekiano el que este burgués infiel y prepotente se encuentre indefenso ante las amenazas invisibles/irreconocibles que le golpean. La imposibilidad empática a la hora de simpatizar con el protagonista principal hace del visionado una experiencia sensiblemente incómoda. El resto: pura forma -sigue siendo un genio filmando a la gente de espaldas- y mucho desasosiego. Si tuviera que elegir, preferiría algo como Más allá de las colinas (2012) -una película que pasó absolutamente desapercibida, ¿aunque qué película de autor no pasa desapercibida en la cartelera española?-, todo un hit del cine de terror donde Mungiu realmente nos reventó la cabeza.
Fuera de concurso -ayer mismo me explicaba Albert Serra que no podía haber sido de otra forma al ser Jean-Pierre Léaud homenajeado este año en el certamen con una Palma de Oro honorífica- se presentó La mort de Louis XIV, última barbaridad cinematográfica del inclasificable director de Banyoles. Serra, que venía de ganar el Leopardo de Oro de Locarno con su última película, Història de la meva mort (2013), regresa a Cannes con una de las películas más impactantes vista en el festival. A medio camino entre los retratos absolutistas de Aleksander Sokurov y el gusto por la sintaxis poética a lo Pier Paolo Pasolini, el cineasta pone en escena la agonía y la muerte del Rey Sol, Luis XIV, básicamente, en un toma y daca entre el monarca y su más bien desastroso equipo médico -lo que da pie a algunas de las mejores escenas cómicas de su cine, paradójicamente, en lo que vendría a ser su película más seria-. Serra se aleja de la abstracción existente en Honor de cavalleria (2006) y El cant dels ocells (2008) centrándose en la minuciosidad de los estertores de su protagonista (el mejor papel que ha tenido Jean-Pierre Léaud en muchos años). Una postura tremendamente inteligente que, además, convierte La mort de Louis XIV en su película más accesible, más bella y, probablemente, la mejor de todas ellas.
Alejandro G. Calvo
Los abucheos al final de una proyección de prensa en Cannes no son nada extraños, aunque en esta edición donde la calidad media es más que notable se han oído pocos. Lo que sí resulta insólito es que se escuchen en una película de los Dardenne, la pareja de belgas que se consagró en este festival en 1999 al ganar con Rosetta la primera de sus dos Palmas de Oro. Así ha sucedido con La fille inconnue que, sin ser ni mucho menos una obra despreciable, se encuentra entre lo más flojo de su filmografía. A partir de sus inquietudes habituales, aquí arman un film en torno a la investigación de una médica de familia para identificar la chica desconocida que murió en extrañas circunstancias cerca de su consulta. Antes de fallecer, la muchacha llamó a su puerta pero la doctora no contestó. Agobiada por los remordimientos, convierte su obsesiva búsqueda en el camino para asumir su responsabilidad y redimir la culpa. La fille inconnue funciona también como metáfora de esa Europa que no contesta a la llamada de socorro de los inmigrantes, aunque una vez más a los cineastas les interesa más apelar a las conciencias de los individuos que a las instituciones gubernamentales. En La fille inconnue la trama detectivesca no acaba de cuajar y el discurso moral se articula de manera más simple y evidente que en otras de sus películas. Hasta hoy no habíamos tenido la incómoda sensación de que los Dardenne nos estaban sermoneando una y otra vez...
Eulàlia Iglesias
Día 1: Woody Allen (y Kristen Stewart) inauguran el festival con Café Society
Día 2: Jodie Foster presenta Money Monster, nuevo retrato de la corrupción y la crisis económica
Día 3: Frío y calor, entre la seriedad de Ken Loach y la locura de Bruno Dumont
Día 4: Spielberg desborda fantasía en la maravillosa Mi amigo el gigante
Día 5: Ryan Gosling y Russell Crowe lo parten con ‘Dos buenos tipos’
Día 6: Triunfo absoluto de la poesía de Jim Jarmusch (y Adam Driver) en ‘Paterson’
Día 7: Recital de Kristen Stewart en la polémica ‘Personal Shopper’
Día 8: Lo pasamos pirata con los demonios, fantasmas y zombis de ‘The Strangers’