Paul Verhoeven ha vuelto. O mejor, ¡Paul Verhoeven ha vuelto! Diez años después de esa obra maestra llamada El libro negro (2006) -en 2012 hizo un experimento meta-cinematográfico llamado Steekspel donde el público podía elegir los giros argumentales de la obra que, al menos yo, no conozco a nadie que la haya visto-, el cineasta holandés regresa a sus 77 años con una película de una juventud hasta irrespetuosa. Un film, Elle, sobre el que planea la sombra de Luis Buñuel, de Alfred Hitchcock, incluso del primer Jean-Luc Godard. Es un comeback en toda regla al cine que realizaba en sus inicios -sobre todo pensando en cosas como Delicias turcas (1973) o El cuarto hombre (1983)-, como si tras cambiar el cine americano mainstream con obra tan bestiales como Desafío total (1990), Robocop (1987) o Starship Troopers (1997), virara hacia cierto intimismo conceptual para ofrecer una pieza de cámara de gran retorcimiento moral y mejores resultados fílmicos. Porque Elle es todo un chute. Un thriller psicológico, con toques de terror y de comedia, que se va volviendo a medida que pasa el metraje más y más indescriptible. La película arranca con el plano de un gato que está contemplando la violación de su dueña (impresionante Isabelle Huppert, que a sus 65 años borda el papel de un objeto de deseo insano por parte de varios hombres) y, a partir de ahí, Elle se convierte en un retrato afiladísimo de una mujer poliédrica en sus matices. Hija de un psychokiller, directora de una productora de videojuegos, madre de un atontado y víctima de un stalker al que le seduce la violencia explícita, la protagonista vive en un estado de suspense continuo con una actitud vital que se mueve entre la indiferencia, como si estuviera por encima de cualquier drama, y la acción activa, demostrando que es ella y no los demás quien controlan su vida. Lo retorcido de sus actos, entre el juego perverso y la conciliación de sus demonios, anda más cerca de las heroínas lascivas de Buñuel que de las torturadas dominatrix del cine de Michael Haneke. La película es un shock continuo, tremendamente divertida y aterradora a partes iguales, acaba convirtiéndose en algo realmente gigante cuando uno se deja llevar por la fascinación de la protagonista. Qué fin de fiesta tan maravilloso.
Ayer por la tarde la cosa no fue tan bien. El cineasta iraní Asghar Farhadi, autor de la interesante Nader y Simin, una separación (2011) y del bluf que fue El pasado (2013) -las únicas cintas que he visto de él-, presentaba a competición The Salesman, un cuento de inquietud hanekiana que plantea el trauma vivido por una pareja (más que correctos Taraneh Alidoosti y Shahab Hosseini) tras que la mujer sea asaltada en su casa por un desconocido. Así la vida familiar se verá corrompida por dicho elemento violento, llevando al mutismo a la mujer y a la ira al hombre. Farhadi, cineasta afrancesado que trata de demostrar que otra vía de autor es posible en una cinematografía que siempre se ha definido por su corte más vanguardista y experimental, se muestra firme en su rigor narrativo -sabe cómo hacer crecer la tensión sin demasiados aspavientos- pero patina un poco al querer estirar demasiado los acontecimientos dramáticos. Hay una obra de teatro embebida dentro de los márgenes de la película -los protagonistas son actores que están poniendo en escena “Muerte de un viajante” de Arthur Miller- con la única razón de subrayar la presión a la que están sometidos mediante sus cada vez más frustradas actuaciones. Curioso recurso que, como todo en general en The Salesman, acaba quedándose a medio gas. Resultando una obra correcta, pero algo intrascendente.
Y la última película comentada nos la ofrece, con gran generosidad, de nuevo nuestra compañera Eulàlia Iglesias.
The Last Face, la nueva película de Sean Penn con Javier Bardem y Charlize Theron, ya ha batido récords en Cannes. Es la peor puntuada de todo el festival en los polls de la crítica (http://www.todaslascriticas.com.ar/cannes/2016) hasta el punto que no llega ni al 1 de media de tantos ceros como acumula. ¿Por qué hemos odiado tanto a Sean? The Last Face es el ejemplo último del cine ONG mal entendido. La película se centra en la historia de amor entre dos cooperantes internacionales, el médico español al que da vida Bardem (“un huérfano de la Transición que consiguió acabar la carrera de Medicina sin ayuda alguna”) y la diplomática sudafricana, también médica, que encarna Theron con los conflictos bélicos en África como telón de fondo. Desde el minuto uno en que la voz en off del personaje femenino arranca la narración con un tono de gravedad inusitado, el público ya empezó a reírse. Penn retrata a dos personajes inmersos en zonas de conflicto como alguien ajeno totalmente al mundo real. Para los protagonistas, las guerras en África no son más que una excusa para vivir unas vidas más intensas. Así el cineasta se pone acaramelado cuando retrata a los personajes blancos y su historia de amor, imitando los peores tics del cine de Terrence Malick (mano saliendo por la ventanilla de un coche incluida) y tremendista cuando expone las miserias de la población local. En la película, los habitantes de Liberia o Sierra Leone no son más que figurantes al servicio de los delirios ególatras de unos blancos que se sueñan a ellos mismos como salvadores del mundo. Así que cuanto más sufran los africanos, mejor. Si los personajes ayudan a parir a una mujer herida, cuando el niño sale vivo del vientre de su madre, Penn enfoca el rostro de felicidad de Bardem y Theron. Y a la madre que la jodan. Lo peor de la película es su absoluta inconsciencia que pone de manifiesto hasta qué punto una estrella de Hollywood que se cree progresista puede haber desconectado de la realidad. La película alcanza una de sus mayores cuotas de bajeza en el discurso de Theron en la típica gala de ricos dando caridad a pobres. Asevera que lo más importante para los habitantes de África es no perder los sueños. No, mujer, no. Lo más importante es que no los maten, ni los torturen, ni les conviertan en niños soldado, que no las violen...
Día 1: Woody Allen (y Kristen Stewart) inauguran el festival con Café Society
Día 2: Jodie Foster presenta Money Monster, nuevo retrato de la corrupción y la crisis económica
Día 3: Frío y calor, entre la seriedad de Ken Loach y la locura de Bruno Dumont
Día 4: Spielberg desborda fantasía en la maravillosa Mi amigo el gigante
Día 5: Ryan Gosling y Russell Crowe lo parten con ‘Dos buenos tipos’
Día 6: Triunfo absoluto de la poesía de Jim Jarmusch (y Adam Driver) en ‘Paterson’
Día 7: Recital de Kristen Stewart en la polémica ‘Personal Shopper’
Día 8: Lo pasamos pirata con los demonios, fantasmas y zombis de ‘The Strangers’
Día 10: Nicolas Winding Refn incendia Cannes con 'The Neon Demon'