Nada más empezar Rage (Ikari), lo último de Lee Sang-il (Hula girls), creíamos que nos encontrábamos ante un 'thriller'. Pero nos equivocamos. Después de triunfar en 2010 con Villain (Akunin), el coreano vuelve a llevar al cine una de las novelas de Shûichi Yoshida. Su inicio, con unos cuerpos brutalmente asesinados y la palabra "ira" escrita con su sangre en la pared, consigue que, falsamente, pensemos que la trama girará en torno a quién ha cometido el crimen, un 'whodunit' de toda la vida. Pero nada más lejos de la realidad.
El caso del asesinato, que simplemente figura al principio del filme y brevemente en su desenlace, sirve como pretexto para que Lee examine el efecto que puede tener la sospecha en tres grupos de personajes que viven entre Tokio y Okinawa. Todos ellos acaban de entablar una amistad con una persona de misterioso pasado, tres en total, y su desconfianza no expresada, que va aumentando poco a poco, acaba degenerando en un acto violento.
Decimos que es tramposo porque el drama con elementos de 'thriller' -que al fin y al cabo acaban como poso secundario- levanta su historia con numerosas 'red herrings' o falsas pistas con el objetivo de engañar al espectador. Creemos que uno de los tres desconocidos es el asesino y, ¡plof!, la narración da un giro precipitado y efectista para sorprendernos de nuevo y desviar las suspicacias hacia otro de los posibles autores -una cirugía del sospechoso, tres lunares en una de sus mejillas, un testigo salido de la nada, el uso de 'lense flare'. La curiosidad se mantiene, al menos momentáneamente, hasta que la proliferación de 'migas de pan' acaban por hartarnos y causan nuestra total indiferencia.
Pero no todo es un desastre en Ikari. El análisis antropológico sobre las consecuencias de la mentira y de aquello que encubren los personajes -más trascendental todavía en la hermética y tradicional sociedad japonesa- sirve de alivio a sus abusos. Ken Watanabe, que ya trabajó con el director en Unforgiven, parece algo desaprovechado; no así la joven Suzu Hirose, a la que ya vimos en la maravillosaNuestra hermana pequeña de Hirokazu Kore-eda.
Celos y risas en 'Lo tuyo y tú' de Hong Sang-soo
Tras Ahora sí, antes no (2015), el coreano Hong-Sang-soo (En otro país, Mujer en la playa) sigue fiel a su estilo en su nuevo trabajo, Lo tuyo y tú, una vuelta de tuerca a Ese oscuro objeto del deseo, la última película de Luis Buñuel. El protagonista esta vez es Young-soo (Ju-Hyeok Kim), un pintor que, a través de unos rumores contados por sus amigos, se entera de que su novia, Min-Jung (Yoo-Young-Lee), se tomó unas copas con otro hombre y se peleó con él. Los celos -y las risas- son inevitables.
El personaje de Min-Jung -maestra del "no eres tú, soy yo"- no tiene desperdicio; tanto, que los personajes de Vladimir y Estragon de la obra Esperando a Godot de Samuel Beckett parecen perfectamente ordinarios a su lado. La joven y Young-soo discuten, ella decide suspender la relación por un tiempo y, mientras, en Yeonnam, su lugar de residencia, conocemos a una mujer que podría ser ella o una gemela y la seguimos a través de citas con diferentes pretendientes. Las situaciones disparatadas son exquisitas, y Sang-soo, por si fuera poco, las acompaña de una finísima crítica a la pérdida de la individualidad, la voluntad y la suficiencia en la sociedad moderna.
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