Este viernes 30 de septiembre se estrena en España Vientos de La Habana, el nuevo trabajo de Félix Viscarret basado en el libro de Leonardo Padura Vientos de Cuaresma. El filme narra las aventuras del policía Mario Conde, quien conoce a una hermosa saxofonista de jazz mientras se encarga de resolver un asesinato que le llevará a adentrarse en un mundo en descomposición, donde las drogas y el fraude revelan el lado oscuro de la sociedad cubana contemporánea. En SensaCine hemos hablado con los dos protagonistas de la cinta, el cubano Jorge Perugorría y la hispano-colombiana Juana Acosta, sobre sus personajes, sobre la ciudad de La Habana y sobre el rodaje, entre otras cosas.
· Jorge Perugorría
Vientos de La Habana es un retrato de una pasada generación de la sociedad cubana. Usted como cubano, ¿cómo cree que ha evolucionado dicha sociedad hasta la actualidad?
Realmente, Cuba ahora mismo está cambiando. Yo creo que de alguna manera son cambios necesarios los que están ocurriendo en mi país y, en ese sentido, el retrato que hay en la película es un retrato generacional en el sentido que representa una generación que ha tenido las mismas vivencias y experiencias que Mario Conde; por eso Mario Conde posiblemente sea el personaje más querido y leído de la literatura contemporánea cubana, porque los cubanos se sienten representados en la novela de Padura. Yo creo que Padura se ha convertido en una especie de cronista de los últimos 30 años de mi país a través de Mario Conde y la saga de novelas que ha escrito.
¿Qué sentimientos le ha generado encarnar a un personaje tan icónico?
Primero, un gran reto, porque todo el mundo tiene su Mario Conde en la cabeza, pero era un sueño. Hacía 15 años que habíamos estado en varios proyectos y finalmente se concretó este de llevar al cine las novelas de Padura donde yo interpretara a Mario Conde. Yo creo que ha venido en el momento que tenía que pasar. Quizás yo ahora estoy más como el personaje, más trabado por la vida como Conde, con más experiencias y vivencias que he podido aportar al personaje y enriquecer todo ese mundo interior que aparece en la literatura y que es muy representativo de lo cubano. Mario Conde tiene todo ese sentido de la amistad, le gusta la pelota, ha nacido y se ha criado en un barrio, es un hombre culto, sensible, es un perdedor, cosa que hace que la gente se sensibilice con él y, además, es un policía totalmente atípico. Está constantemente diciendo que él no es un policía porque su sueño era ser escritor y constantemente está diciendo que quiere renunciar a la policía. Es un personaje muy especial.
¿Con qué facetas de Mario Conde se ha sentido más identificado?
He disfrutado mucho interpretando a Mario Conde. Para mí ha sido también un viaje dentro de mí mismo porque yo, como Mario Conde, también me crié en un barrio; como él, jugaba a la pelota, tenía un grupo de amigos con el que me reunía a escuchar música, a hablar y a pasarnos libros y películas. Asimismo, como Conde también tuve sueños que no realicé y, en ese sentido, el escepticismo y la ironía de Conde como armas para defenderse de alguna manera también los disfruté mucho.
¿Cómo ha sido trabajar junto a Padura?
He tenido la suerte desde hace muchos años de ser amigo de Padura y en estos 15 años que hemos tratado de llevar a Mario Conde al cine ha ido aumentando nuestra relación profesional y nuestra amistad. Por lo tanto, es un personaje que lo acabo de interpretar ahora, pero me llevo preparando para él desde hace 15 años, desde la primera vez que se habló de la posibilidad de que yo lo interpretara. Creo que mejor momento no hubiera sido. Yo también he sido parte del mundo de Padura que se ha adaptado al cine. Trabajé en 7 días en La Habana, una de las historias escritas por él; trabajé en Regreso a Ítaca, que es un guion de Padura y, finalmente, me he ido acercando a ese mundo de Padura hasta llegar a ese sueño de ser Mario Conde en la gran pantalla.
¿Considera La Habana el lugar perfecto para grabar cine negro?
Creo que La Habana es una ciudad fantástica para ello. El cine cubano no ha explotado el cine negro. Esto es casi una novedad porque se ha hecho pocas veces. Realmente, yo creo que es fascinante La Habana por la propia arquitectura, por la propia magia que hay en la ciudad. Viscarret ha hecho un trabajo maravilloso al crear estas atmósferas que son tan inquietantes, con esos planos de La Habana, con esos lugares de luz y de sombra. También ha contado con grandes actores para interpretar pequeños personajes, y todo el mundo quería ser parte de un proyecto tan tentador como es este.
· Juana Acosta
¿Cómo ha sido la experiencia de trabajar junto a Perugorría?
Ha sido un regalo. Jorge es un actor muy generoso. Extremadamente generoso. Desde que yo llegué a La Habana y lo conocí, vi esa sonrisa que tiene tan limpia y me acogió. Él y su familia me cuidaron mucho. Él tiene cuatro hijos y una mujer muy especial. Me llevaron a escuchar a uno de los mejores saxofonistas de Cuba para que me inspirara pocos días antes de empezar la película. Al finalizarla fuimos a Varadero a pasar un fin de semana con sus hijos… Me cuidaron mucho y luego sí que era para mí un sueño, ya que Jorge Perugorría es uno de los grandes de Latinoamérica. Desde Fresa y chocolate tuve ganas de trabajar con él y, cuando nos llegó la oportunidad de coincidir, disfruté muchísimo, incluso en los ensayos.
Su personaje llega a tocar el saxo desnuda. ¿Ha sido este el papel en el que ha tenido que trabajar más su faceta erótica?
Puede ser que sí, pero estaba muy bien rodeada, ya que Félix es un director con una sensibilidad enorme y muchísimo talento, además de ser un ser humano con el que se puede hablar y llegar a acuerdos. Así que me sentí muy protegida y muy cuidada. Creo que la fotografía de la película es bellísima y esas escenas estaban muy justificadas porque, si te das cuenta, esa relación que hay entre Conde y Karina es una relación muy carnal que nace desde sus preocupaciones frustradas. Él es un policía que quería ser escritor y mi personaje una ingeniera cuya pasión era ser saxofonista. Eso desemboca en una pasión muy potente. Me entregué a Karina, a la película y, cuando la vi por primera vez, iba con un poco de miedo. Sabía que habíamos hecho escenas fuertes, pero me quedé muy tranquila porque están tan hermosamente rodadas que entran muy bien en la historia.
Ahora que los acentos están en el punto de mira por 'Narcos', ¿cómo consiguió calcar el cubano?
Fue uno de los desafíos más importantes en la película y, tal vez, uno de los que más me costó. Tuve la suerte de contar con una 'coach' cubana que estuvo un par de semanas antes de empezar a rodar, preparándome y luego durante el rodaje acompañándome en el 'set'. Pero hacer un acento fino y no ‘brocha gorda’ no es fácil. Son muchas horas de trabajo. Cuando Félix me llamó y me ofreció la película, me dijo que tenía que hacer de cubana. Había trabajado con él en Hispania y allí hacía de española. Entonces me dijo: “Sé que tienes facilidad con los acentos. Al ser colombiana, a lo mejor tienes más cerca el cubano”. Realmente para nada porque, si lo analizas, ves que cada país tiene un acento muy diferente a otro, pero a mí me gusta el reto de trabajar los diferentes acentos porque siento que me ayudan a abrir el imaginario, me ayudan a salir de mi expresión habitual, me llevan a hacerme sentir otra. Fue tal vez el reto más difícil de todos porque para aprender a tocar el saxofón tomé clases de saxofón con un maestro cubano semanas antes de empezar, e incluso durante el rodaje. También tuve que aprender a manejar el Chevrolet de los años 50, que es un almendrón difícil de conducir… La lista que tenía de deberes antes de empezar a rodar era muy atractiva y el hecho de rodar en la isla también.
¿Cómo definiría la relación entre Conde y Karina?
Yo creo que Karina está en un momento en su vida muy particular donde tiene una gran necesidad de sentirse deseada, sentirse mujer y volver a conectarse con su poder femenino. Coincide con Conde justo en ese momento de su vida. En primera instancia podría parecer que no tienen mucho en común, pero, realmente, lo que conecta a estos dos seres son las vocaciones frustradas, ese amor por la literatura de él y ese amor por la música de ella; sus partes más sensibles. Luego, cuando ya han traspasado ese primer filtro de interés mutuo, lo que surge entre ellos es una pasión loca.
7 años es el primer largo español de Netflix. ¿Ha sido muy diferente a sus anteriores trabajos?
Ha sido muy diferente porque el planteamiento era casi de una obra de teatro. Se desarrolla todo en una misma localización y en un mismo día. Es una película de actores donde tuve la suerte de contar con actorazos que admiro muchísimo como Manuel Morón, que fue profesor mío en la escuela de teatro; Paco León; Álex Brendemühl, con quien había coincidido antes, Juan Pablo Raba, que es con quien yo hice mi última serie en Colombia... Este mano a mano actoral con unos monstruos de la interpretación fue un regalo. Luego Roger Gual, que me encanta como rueda, nos dio muchísima libertad. Yo siempre le digo: “Gracias por darnos alas y permitirnos utilizarlas”. Estoy muy orgullosa del trabajo y también de que sea una película producida por Netflix. Que vaya a estar disponible en 190 países para 83 millones de espectadores abruma. Pero también es muy fascinante que la película tenga tanta visibilidad.