Este viernes 4 de noviembre se estrena en España La bailarina, la ópera prima de Stéphanie Di Giusto. El filme narra la vida de Loïe Fuller (Soko), una de las precursoras de la danza contemporánea cuyo éxito se ve amenazado cuando en su vida aparece Isadora Duncan (Lily-Rose Depp), una joven ambiciosa que precipitará su caída. En SensaCine hemos hablado con la directora sobre el proceso de creación, la danza contemporánea, el duro entrenamiento de Soko y las críticas que tachan la película de lesbófoba.
¿Cree que ha sido arriesgado apostar por una artista poco recordada para su ópera prima?
Sí. Fue muy complicado porque tardé seis años de mi vida, que creo que es una media para la primera película, que siempre es muy complicada y sobre todo esta, que es una primera película de época muy ambiciosa con una actriz protagonista que no es una estrella popular. Fue un recorrido muy luchado. La preparación de la película se paró dos veces, los actores nos dejaron… La vida de las películas. Lo que es extraordinario durante la primera película es que te empuja una fe que hace que consigas superar las dificultades con mucha más fuerza que cuando estás haciendo tu enésimo filme. Teniendo en cuenta que a mí siempre me ha apasionado el cine y siempre ha estado muy en mi vida, al ver una foto en blanco y negro de Fuller vi a través de ella a una mujer misteriosa, y queríamos saber quién era. Cuando descubrí ese destino de vida extraordinario, me desinhibió completamente y fue Loïe Fuller la que me dio la fuerza para hacer esta primera película. Esa energía que ella desprende era lo que me empujaba.
¿Cómo ha sido transformar esa fotografía en blanco y negro en unos bailes cargados de lirismo?
Todas las películas y videos que puedes ver en Internet donde pone "Loïe Fuller" no es ella, son imitadoras. Por tanto, no había ninguna prueba en película de su espectáculo. Sólo existían escritos de los grandes críticos, que describen su espectáculo impresionantemente, y los esquemas y dibujos de ella. Siempre hay una persona muy importante en la fabricación de la película y, en este caso, era Jody Sperling, una coreógrafa neoyorquina que la bailaba desde hace 20 años. Fue muy emocionante porque Sperling nunca había tenido los medios para ir hasta el final del espectáculo de Fuller, ya que necesitaba muchos técnicos y mucho dinero, y la película le permitió llegar hasta el final. Por tanto, he hecho como Loïe Fuller y me he rodeado del mejor equipo. Tratamos de reconstruir lo más real posible el espectáculo, pero no hay ningún efecto digital ni postproducción. Es Soko la que baila de verdad, no la doblaban. Se entrenó durante dos meses ocho horas al día con Sperling para llevar hasta el final la interpretación.
¿Qué opina sobre las críticas que tachan la película de lesbófoba?
Me parece que es estupendo que la película genere un debate porque creo que es muy positivo por una parte. Pero yo nunca he negado la homosexualidad de Fuller. Para mí es evidente que Loïe Fuller se enamora apasionadamente de Isadora, de su carne, de lo que es. También es una relación muy importante la que tiene con Gabrielle y termino haciendo un retrato de familia donde imaginamos que vive con ella y con sus jóvenes bailarinas. Hay que tener en cuenta que no quise hacer de Loïe Fuller una militante de su homosexualidad, puesto que pongo el arte por encima de todo. Hablo de una mujer apasionada por su arte y pongo el arte por encima de todo. Es mi decisión como directora. Hay que tener en cuenta que en 1900 la homosexualidad en los contextos artísticos era totalmente banal. No tenía ninguna importancia. Y nos damos cuenta de que actualmente estamos en una época particularmente reaccionaria. Ya no tenemos derecho a decir nada. Comprendo esas minorías; entiendo perfectamente hasta qué punto somos duros con las minorías, pero hay que tener en cuenta que en 1900 era todo mucho más libre y Fuller no era militante. Antes que nada, era una artista consagrada a su arte y cuya vida personal estaba muy poco desarrollada. Por tanto, cuando en su biografía habla de su relación con Gabrielle, hay que tener en cuenta que Gabrielle era mucho más joven que ella en la vida real y explica que Fuller no estaba interesada en el sexo, sino en su relación intelectual con Gabrielle por todo lo que comparte a nivel artístico con ella, ya que va a ser la mujer de su vida. Pero no era una gran militante homosexual y lo siento si algunas personas han proyectado en Loïe Fuller una militancia homosexual, lo cual es falso. Ella era libre y, efectivamente, era homosexual.
¿Cómo se siente con las buenas críticas que ha obtenido en el Festival de Cannes?
Es formidable pero, sobre todo, lo que es importante para mí es que he hecho esta película para rehabilitar a esta mujer, para darla a conocer al público. No puedes ni imaginarte mi felicidad al ver que tantas personas pudieron descubrir su arte en uno de los más grandes festivales del mundo del cine. Por tanto, estaba muy orgullosa porque es un reconocimiento artístico. Luego, mi mayor felicidad ha sido mostrar por primera vez una película al público y que este acabara emocionado. Muchísimas personas vinieron a verme después de la proyección y me decían: "Me he emocionado, tengo carne de gallina". Todos los años que he luchado para hacer la película toman sentido en ese momento. Creo que Fuller también habría tenido esta mentalidad de querer que las personas pudieran viajar y emocionarse.
¿Cuál cree que es el motivo por el que Fuller es tan desconocida ahora?
Creo que hay dos cosas. La primera es que Fuller prefería pasar su tiempo con sus técnicos perfeccionando su arte, hablando de gastronomía, experimentando la fluorescencia… Muy claramente, Isadora Dunkan sí desarrolló muchísimo esta manera de hablar de sí misma, de esa imagen… Ella sí tenía un control total de la imagen y creo que por eso consideramos más a Isadora como la precursora de la danza contemporánea. Pero creo que Fuller es alguien profundamente libre y no es sencillamente una bailarina, sino una 'performancer', una coreógrafa y otras muchas etiquetas, por lo que no podemos reducirla a una sola casilla. Cuando eres una artista así, que toca todos los palos, es muy complicado marcar tu propia época y el hecho de no definirse creo que ha contribuido a que se la olvidara.
¿La gran expresividad mostrada en su película la aleja del cine francés más tradicional?
¡Sí! ¡Sí! (Grita entusiasmada). Sí, porque me gusta la idea del cine amplio y novelesco. Me gusta la idea de que contemos la historia de una extranjera americana que atraviesa el mundo. Me gusta lo novelesco del cine, no sé si es muy francés o no. En todo caso, me gusta también la idea de expresar el cine a través del movimiento, de la forma. Creo que la forma puede dar fondo y creo que podemos emocionar con la forma. También es importante la idea de filmar actores sexys en el sentido de que tengan brillo. No sé si todo eso es francés o no; en todo caso, es lo que he tratado de hacer.
¿Cómo fue el entrenamiento de Soko?
Fue muy duro, por eso la elegí, porque sabía que iba a ir hasta el fondo de su dinámica artística y que iba a querer bailar. En ningún momento la doblan. Entrenó con Sperling durante dos meses, ocho horas al día, y se puso en condiciones de sufrimiento extremo que se asemejan mucho a lo que debía sentir Fuller. Todo fue muy doloroso. Era importante sentir esta verdad y tener en cuenta también que estaba a cuatro metros del suelo, a oscuras y con los brazos en el aire sin ningún tipo de punto de referencia. Al principio, sólo tienes ganas de vomitar. Es una interpretación realmente dolorosa. En cambio, a Lily Rose la doblaban porque, para hacer lo que ves en la película, necesitas 15 años de experiencia.