Desde el inicio de su carrera, hace ya más de treinta años, Robert Zemeckis siempre se ha declarado un gran amante de las nuevas tecnologías, de las últimas novedades relacionadas con el mundo del cine, de los efectos visuales... Por ello, y como no podía ser menos, en Aliados, pese a lo que pueda parecer, ha vuelto a emplear toda la tecnología a su alcance.
"Los efectos visuales nos han permitido crear en esta película un universo de una escala que no habría existido sin ellos. Nadie podría realizar el desembolso necesario para construir sin herramientas digitales todo lo que hemos reflejado en esta película. Hemos llegado a un punto en el que puedes hacer absolutamente cualquier cosa con efectos visuales. Podríamos recrear las ciudades de Europa y el Norte de África de la década de 1940 sin tener que enfrentarnos a una hercúlea tarea de construcción", ha admitido el ganador de un Oscar por Forrest Gump.
En la misma línea, el diseñador de producción Gary Freeman ha explicado que gracias a los efectos visuales "he podido construirlo todo como he querido, sin tener que contenerme". Un trabajo que ha supervisado Kevin Baillie, con quien Zemeckis ya había trabajado en Cuento de Navidad y El vuelo. "Bob (Zemeckis) es famoso porque está a la vanguardia de los directores que emplean efectos visuales, y yo diría que en su obra se aprecian algunos de los usos más eficaces y efectivos de este medio aplicados a géneros muy diferentes", ha dicho Baillie.
Los efectos visuales, parte de la producción
Para Baillie es un verdadero placer estar junto a Zemeckis, y explica que una de sus citas preferidas del realizador es que "hacer películas es un delito contra la naturaleza, porque tienes que luchar un poco contra el mundo para conseguir la mejor toma posible". Por ello, admite que "lo mejor de trabajar en una película de Zemeckis es que los efectos visuales nunca son considerados como una muleta, como una herramienta para corregir deficiencias".
La historia de Aliados, que supone el debut del director en el género bélico, se desarrolla en la Segunda Guerra Mundial. En ese marco se conocen Max Vatan (Brad Pitt) y Marianne Beausejour (Marion Cotillard), un agente de la inteligencia norteamericana y una agente de la Resistencia francesa. Ambos se enamoran y deciden irse a vivir a Londres para formar una familia. Los rumores sobre una supuesta doble identidad de Marianne no tardan en llegar a los oídos de Max, quien tratará por todos los medios de descubrir la verdad.