Ayer vivimos una de las peores jornadas que yo recuerde en Cannes, con Naomi Kawase anclada en un soporífero elogio de la cursilería (Radiance) y el 'biopic-tv-movie' Rodin a cargo de Jacques Doillon que nada aportaba a las películas ya realizadas sobre la pareja Auguste Rodin-Emille Claudel: La pasión de Camille Claudel (1988) y Camille Claudel 1915 (2013) -a no ser que mostrar al mítico escultor como un 'fucker' sea un rasgo estilístico importante. Así que todo quedaba en manos hoy de Sofia Coppola, realizadora, todo sea dicho, que no suele fallar más que en extrañas ocasiones: Somewhere (2010) y A Very Murray Christmas (2015); y que se lanzaba a la extraña tarea de realizar un 'remake' de una de las obras maestras más potentes del cine americano de los años 70, El seductor (1971) de Donald Sieguel.
¿Alguien no conoce la historia de La seducción? Aquí se la cuento. Basada en la novela de Thomas Cullinan, la historia cuenta cómo en una escuela de chicas en Luisiana, a finales de la Guerra Civil estadounidense, acogen a un soldado 'yankee' malherido -aunque más que acoger, lo suyo sería decir "recoger", ya que lo encuentra la pequeña de la casa, Amy (Oona Laurence), mientras va cogiendo setas, como si el Cabo McBurney (Colin Farrell) fuera una seta envenenada- y le dan cuidados personales mientras el crápula se dedica a coquetear con prácticamente todas las féminas de la casa, creando una situación de celos insostenible que acaba en un pandemónium en toda regla. A mí esta historia de lobo con piel de cordero que acabará siendo devorado por unas angelicales 'riot grrrls', puro 'american gothic', siempre me ha parecido absolutamente terrorífica. Lo era en el filme de Siegel, donde la torridez de la puesta en escena en los momentos de seducción acababa estrellándose en el 'torture softporn' de la venganza final, y lo es también en el filme de Coppola, donde la sensualidad y la calidez de los primeros encuentros -escenas de interiores únicamente iluminados con velas, a lo Kubrick- acaba convirtiéndose en terror gélido, no exento de un humor negro de lo más sano. Mención especial para el trío de actrices principal: Nicole Kidman -su madrastra regia y educada en su mejor papel en años-, Kirsten Dunst -como la joven madura sexualmente reprimida-, y Elle Fanning -puro fuego adolescente que desencadenará el 'horror vacui'. Vaya, que La seducción me ha parecido absolutamente magistral, una seria candidata a mejor película americana del año.
Una experiencia 'hardcore'
Alejandro G. Iñárritu y -su habitual director de fotografía- Emmanuel Lubezki han montado en Cannes una instalación de realidad virtual llamada Carne y arena, producida por la Fundación Prada, donde el cronista de turno, convertido en un 'gamer' de última generación, se ve inmerso en un filme panorámico (360º) donde se convierte en un inmigrante que trata de alcanzar la frontera entre los EE.UU y México. Superado el intríngulis ético de la propuesta -una vídeo instalación pagada por una multinacional que se exhibirá en museos elitistas donde gente adinerada puede experimentar lo que es ser pobre y estar desesperado-, lo cierto es que Carne y arena es como una atracción de feria futurista que sería la estrella en un parque de atracciones donde la humillación sea la temática principal. Experiencia realmente 'hardcore', el cronista debe descalzarse y andar sobre la arena únicamente armado con una mochila, unas gafas Oculus Rift y unos auriculares, mientras su mundo se convierte en un desierto nocturno y pasa a formar parte de un grupo de inmigrantes que son detenidos con dureza por la policía. Estaría mintiendo si no admitiera que la impresión estética es tremenda, más a merced de la tecnología y al trabajo de Lubezki en la puesta en escena en la que estás inmerso, que en el extraño relato que configura Iñárritu donde hasta hay espacio para una de esas escenas oníricas que tanto le gustan al firmante de El renacido (2015). Vaya, que si en vez de vivir una secuencia de inmigrantes sufriendo me hubieran metido dentro de una película de Los Vengadores, para mí hubiera sido lo mejor del Festival de Cannes.
En 'Un Certain Regard', la directora novel Léonor Serraille presentó su primera película, Jeune Femme. La mejor manera de definir la obra sería decir que es algo así como Frances Ha (2012) dirigida por los hermanos Dardenne. El filme arranca con una joven, Paula (Laetitia Dosch), dando cabezazos a la puerta de su ex hasta caer desmayada y con una brecha en la frente. A partir de ahí, la cámara seguirá sin cesar el devenir de esta joven neurótica, hiperactiva y tan cargante como enternecedora, en sus intentos por rehacer su vida en la ciudad de París, un lugar tan complejo -trabajos precarios, alienación social- como esperanzador -la suerte acaba por sonreír a la protagonista cuando yo todo estaba perdido… varias veces a lo largo de la obra. La película posee el mismo ritmo cambiante que el humor mutable de su protagonista, pasa de secuencias emocionantes -en especial cuando traba amistad con una chica homosexual- a otras difícilmente soportables -con la actriz dando rienda suelta a todo su histrionismo. Y eso, más o menos, es todo. Arriba, el tráiler de La seducción.
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