2. Los problemas de la fama
El marido de Lawrence es interpretado por Javier Bardem, y la virulencia de sus deseos de alcanzar el estrellato en base a su poesía tendrá consecuencias devastadoras. Ya al comienzo del film, él ignora el malestar de su mujer ante la llegada de invitados inesperados sólo porque Ed Harris dice ser su gran admirador, y poco después incluso deja que se celebre en la casa todo un velatorio, que acaba por sacar de quicio a Jennifer Lawrence.
Lo que ejemplificaría la necesidad de quedar bien sólo en pos del éxito, en el ya legendario tercer acto de la película los acontecimientos se precipitan, cuando Bardem consigue tener éxito con su obra y se hace famoso. Esto conduce a la invasión de un ejército de admiradores que echa a perder la casa y arremete contra la intimidad del matrimonio, pasando por encima del hijo recién nacido de la pareja. Un discurso muy contundente, que alcanza incluso más significado si recordamos que Lawrence sintió en sus propias carnes la cara más fea de la fama, con el Celebgate aún reciente.
3. Las metáforas bíblicas
Aronofsky en ningún momento ha disimulado sus inquietudes religiosas, y en madre! se ha dado un verdadero banquete. Si antes en Noé había conseguido que su inventiva visual realzara los pasajes de la Biblia e incluso lograra la absoluta excelencia con la escena de la creación, en su último filme disemina toneladas de simbología cristiana de un lado a otro. En la mayor parte de las veces, haciendo que la trama sea aún más ininteligible.
Tenemos a Caín y a Abel en los hijos de Ed Harris y Michelle Pfeiffer, a Adán y Eva en estos últimos, la manzana en la piedra que guarda Bardem con tanto celo, otra escena de “creación” al principio de la película y, en especial, tenemos todo lo que rodea al personaje de Jennifer Lawrence. Ya el título hace referencia a esa madre que en las Escrituras no puede ser otra que la Virgen María, y que aquí también sufre lo suyo a causa de su condición.
Quitándose treinta y tres años de encima, el hijo de Lawrence y Bardem cae en manos de la muchedumbre que ha entrado en su casa, y en una escena extremadamente sangrienta es descuartizado por ésta. Ante el horror de la protagonista, Bardem dice suavemente que “los perdone”. La duda aquí sería a quién representa Bardem, si a Dios o a San José, pero en cualquier caso la imagen de mujer sufridora a manos de la humanidad, y el hombre, queda plasmada con rotundidad.