2. Ridley Scott, gurú (inesperado) del 'sci-fi'
El hecho de que el director Ridley Scott se haya convertido en un referente del cine de género pese a haber declarado en repetidas ocasiones que "le aburre la ciencia ficción" sólo cabe achacarlo a un factor: la recaudación millonaria que en 1977 consiguió La guerra de las galaxias, convenciéndole de que el secreto del éxito estaba en los films entretenidos y de abrumadores efectos especiales. Fue por eso que acabó rodando Alien, el octavo pasajero en 1979, y acabó vinculándose con el proyecto de Dune, film que acabaría en manos de David Lynch luego de que Scott lo dejara pasar para encargarse de Blade Runner.
"Quiero hacer una película de entretenimiento, no una cosa esotérica", declaró sin sonrojo cuando se reunió con Philip K. Dick, y acto seguido pasó de leerse la novela, pidiéndole a Fancher que le hiciera un resumen. Así, un proyecto por el que se había interesado en su momento Martin Scorsese cayó en manos de alguien al que no le interesaban en absoluto las ideas de Dick, y cuya aportación más interesante parece reducirse a cuando, temeroso de que Warner Bros. les obligara a meter voz en off para que el film fuera algo más entendible, pidió a Harrison Ford que la grabara fatal, anticipando la problemática que luego envolvería a los distintos montajes del film.
3. Los actores
El citado Harrison Ford ya era toda una estrella por aquel entonces, habiendo encarnado tanto a Han Solo en dos películas como a Indiana Jones en una, pero de primeras sorprendió su fichaje para encarnar a alguien tan sombrío como Rick Deckard, un detective deprimido que tenía más que ver con Humphrey Bogart que con el aventurero del látigo. Paradójicamente, la incomodidad que sintió el actor a la hora de afrontar su papel, y el tenso ambiente del rodaje, favoreció a su trabajo, consiguiendo que Deckard pareciera incluso más gris que lo descrito en la novela de Dick.
Sean Young, quien desarrolló una gran animadversión hacia Ford, interpretó a la replicante Rachael, mientras que Daryl Hannah superó un gran desafío físico al hacerse cargo de Pris, y Edward James Olmos hizo lo propio con uno de los personajes más enigmáticos, Gaff. La incorporación más celebrada, por encima de Ford, fue la de Rutger Hauer como Roy Batty, aunque en un principio este actor sólo fuera fichado por su aspecto neutro...
4. Improvisaciones felices
Hauer, intérprete holandés, aceptó el papel de Roy con un entusiasmo contagioso, pensando que estaba ante la cumbre de su carrera (y era así). Él no solo contribuyó a dotar al replicante de una personalidad llena de matices, alejada del típico villano, sino que además fue el responsable directo de la escena más famosa del film. Hablamos, por supuesto, del monólogo que recita en el tejado frente a un Harrison Ford que no se cree lo que está viendo.
Paloma en mano (otra grandísima idea suya), Hauer improvisó todo el discurso que envuelve la puerta de Tanhäusser, Orión y las archiconocidas lágrimas en la lluvia, lanzando frases al azar que quedaron como inmejorable testimonio de una vida plena pero condenada a morir en la irrelevancia y la esclavitud. El que algo así no estuviera en el guión ilustra muy bien el desastre que pudo haber sido Blade Runner, y cómo gracias a una especie de mediación divina consiguió evitarse.