Día triste en el Festival de Sitges. Como todas las mañanas este cronista estaba a las 6:50AM ya refrescando la página oficial del festival para adquirir las entradas del sábado, maldiciendo para mis adentros a los organizadores y con la adrenalina disparada para que no se me escapara nada de lo que, en principio, debe ser lo importante (es difícil acertar). El resultado fue catastrófico. A las 7:01AM -es decir, un minuto después de que se activara la página- ya no quedaba ninguna entrada de lo que quería ver. No le he pegado un puñetazo a la pantalla del ordenador de milagro. Ha sido mi particular caída del burro festivalera. ¿Qué narices estoy haciendo en un festival que no quiere que la prensa vea las películas? ¿Cuándo empezó a torcerse todo de esta manera? ¿Quién sale ganando de todo esto? El hecho de que los pases de prensa desaparecieran del certamen -algo inaudito en un festival de la importancia de Sitges- con el único objetivo de ceder más entradas al público, ergo, hacer más caja, debía haber sido impugnado desde el minuto cero por la prensa que, básicamente, se desvive en Sitges corriendo, día sí día también, del Melià al Prado y del Retiro a la Tramuntana, para poder cubrirlo lo mejor posible (en un evento que ya de por sí es bastante inasible, dada la gran cantidad de películas proyectadas). Un ejemplo fácil, está en Sitges William Friedkin, algo histórico para el festival. Y esta tarde presentaba en el Casino Prado El Exorcista (1973). ¡Algo tremendo! ¡Algo que la prensa debería cubrir a saco! Pues nada, no había entradas. Así que unos y otros nos quedamos con un palmo de narices, sin imagen ni vídeo del que es uno de los grandes éxitos de Sitges de los últimos años. La prensa, claro, está quemada. Pero como somos unos borregos sólo nos dedicamos a asentir con pasividad y a refunfuñar en las colas de lo mal que está todo. Y mañana a las 6.50AM volveremos a estar en pijama apretando compulsivamente F5 para nada. Qué desastre. Qué pena. Qué mal. Está claro que Sitges que ya no nos quiere.
Bueno, hablemos de un par de películas que sí hemos podido ver. Empezamos con una que funciona mejor como paradigma del Hollywood contemporáneo que como film de terror en sí mismo. Nos referimos a Annabelle: Creation o, lo que es lo mismo, la precuela de un spin-off -Annabelle (2014)- de una saga que ya va camino de la trilogía -Expediente Warren: The Conjuring (2013)- y que tiene otro spin-off (diferente) en marcha: The Nun (2018). ¿Podemos hablar entonces de un universo cinemático “Expediente Warren”? ¿Por qué no? Si además damos por hecho que la protagonista del spin-off no es una persona como tal sino una muñeca, ¡desde luego es un hit empresarial! ¡Ahí hay alguien que nunca querrá cobrar royalties! Obviamente, no tengo nada que objetar a la saga “Expediente Warren”, películas de terror inteligentes y absorbentes que logran helarte la sangre en cada esquina de la casa encantada de turno. Con Annabelle ya tuve mis pegas y esta precuela, dirigida por David F. Sanberg -el responsable del hit comercial Nunca apagues la luz (2016)-, no hace más que ahondar en los tics propios del (sub)género de las haunted houses.
Annabelle: Creation nos presenta a los hacedores originales de la muñeca endemoniada (no es una metáfora) y sitúa la acción en la casa de los mismos, reconvertida en un hospicio para niñas huérfanas que, obviamente, acabarán siendo aterrorizadas por el susodicho juguete. Terror al uso, efectivo pero falto de garra, apoyado en múltiples sustos no exentos de picos gore, hacen que la cinta se vea con gracia pero sin sorpresa. Lo mejor del film es, claramente, la presencia de Anthony LaPaglia -da vida al artesano que fabrica muñecas- otorgando carácter y seriedad a un personaje tan frágil como inquietante. ¿Para cuándo un cruce romántico entre Annabelle y Chucky?
Ya dentro de la competición oficial nos encontramos con una de esas películas que hacen cinéfilos. Nos referimos a 78/52 de Alexandre O. Philippe -un viejo conocido del festival, suya es, por ejemplo, The People vs. George Lucas (2010)- y su título hace referencia a los 78 segundos y 52 planos de los que se compone la mítica secuencia del asesinato en la ducha en el clásico de Alfred Hitchcock Psicosis (1960). Porque esta es la primera película que aborda en su totalidad el análisis de una única secuencia de la historia del cine. Para ello Philippe construye un documental en B/N poniendo delante de la cámara a un sinfín de personalidades -por citar a algunos: Bret Easton Ellis, Guillermo del Toro, Danny Elfman, Jamie Lee Curtis, Walter Murch, Elijah Wood, etc- que ahondan en los aspectos historiogáficos, impresionistas, técnicos y emocionales de dicho momento histórico para el cine (en general). El resultado es realmente interesante, especialmente cuando se entra a cuchillo (nunca mejor dicho) en la parte técnica -hay un momento alucinante, cuando Walter Murdoch, montador de las mejores películas de Francis Ford Coppola, compara una secuencia de Psicosis con una de La conversación (1974)-, pero también cuando se analizan elementos aislados del film - ¿Alguien se había fijado en el cuadro con que Norman Bates tapa el agujero desde donde espía a Marion Crane?- o lo que significó para Hitchcock ese brutal cambio de tuerca en su filmografía. Lo dicho: un documental que hace ganas de ver más películas, así que estoy plenamente a favor.