Jaume Balagueró, un cineasta querido y respetado (en Sitges y allá dónde fuera), ha adaptado en Musa la fascinante novela de José Carlos Somoza “La dama número trece”, en un relato que coquetea con el terror gótico al asegurar que la creación poética está guiada por una corte de musas no muy distintas a las brujas de Salem (más o menos). Reduciendo las trece musas de la novela a siete cinematográficas, la película hace bueno aquello de que los libros pueden encerrar mensajes diabólicos, que las palabras pueden ser armas y doblegar la voluntad de quién las escucha hasta llevarla a la muerte o a la locura. Películas como El nombre de la rosa (1986) o La novena puerta (1999) también eran fieles creyentes de entender los libros como armas mortales, pero en el caso de Annaud y Polanski todo iba más por la senda del thriller, mientras que Balagueró sigue adscrito al terror, género que conoce al dedillo y al que ha aportado películas claves de la escena contemporánea: [Rec] (2007), [Rec 2] (2009) y Mientras duermes (2011) -por citar mis películas favoritas del cineasta de Lleida-.
Hablada en inglés y con un reparto que incluye intérpretes británicos y españoles -Elliot Cowan, Franka Potente, Leonor Watling, Manuela Vellés-, Musa vendría a ser para Balagueró lo mismo que Los crímenes de Oxford (2008) para Alex de la Iglesia o Regresión (2015) para Alejandro Amenábar, es decir, una pieza más de oficio del cineasta, alejada de sus grandes hits pero no exenta de elementos que la hacen tan terrorífica como inquietante. La película, es verdad, tarda bastante en arrancar y volverse interesante, posee una rama de denuncia social tirada con bastante trazo grueso y el 'lead role' tiene menos encanto del necesario para que uno se identifique mínimamente con él. Personalmente a mí me habría gustado ver a las musas desatadas creando caos y destrucción a su paso -cada vez que aparece una la película vuela sola- que el micro-drama familiar de la side-kick del protatonista. Pero aun así es una alegría volver a disfrutar del cine de Balagueró ahora que por fin ha podido enterrar la saga REC de una vez por todas.
La que sí nos volvió locos de principio a fin -de hecho, creo que es la mejor película de animación del 2017- fue Night Is Short, Walk On Girl, lo último del genio del anime Masaaki Yuasa, cineasta que ya nos metió un cartucho de dinamita entre oreja y oreja en 2004 con ese desbarre libidinoso que fue Mind Game. Presente en la sección Anima’t (de momento, la mejor del festival one more time), la película sigue los delirantes pasos de un par de jóvenes en un viaje al final de la noche que incluye borracheras brutales, bailes sofistas, concursos de comida picante, teatro de guerrilla, ferias de libros usados, grabados eróticos prohibidos y virus gripales en una fiesta sin fin tan apabullante como fascinante. Es tal el cúmulo de ideas dibujadas por Yuasa que uno no puede más que dejarse llevar por el maremoto plástico que ofrece la cinta con una sonrisa marcada a fuego en el rostro. Al final, detrás de las divertidísimas imágenes y no menos carismáticos personajes, se esconde una maravillosa historia de amor. Así que os podéis imaginar que tremendo subidón le dio a este cronista el visionado de la película. Directo al cajón de los grandes recuerdos.