Para Marián Álvarez y Andrés Gertrúdix Morir, el segundo largometraje de Fernando Franco que ambos protagonizan, ha sido un tour de force interpretativo. En éste, encarnan a una pareja que ha de enfrentarse a la enfermedad y a la muerte. Hablamos con los actores en exclusiva.
¿Qué tiene Fernando como director como para embarcaros en un proyecto tan delicado como Morir?
Andrés Gertúdrix – Yo diría que más bien es Fernando quien repite con nosotros. En nuestro trabajo, al final es el director, el director de casting, el productor el que elige a los actores protagonistas. Pero, evidentemente, sé cómo trabaja Fernando y su nivel de exigencia, aunque haya trabajado con él menos que Marián, y es muy halagador y motivador que quiera contar contigo para explicar la historia que tiene en la cabeza.
Marián Álvarez – También es cierto que si esta historia nos hubiese llegado a través de otro director, nos lo hubiéramos pensado un poquito más. A ver, pues sí, me da miedo el proyecto, me da miedo transitar por estos sitios, pero como es Fernando me lanzo. Es una cuestión de confianza mutua.
A.G. – Es una película que, por lo que viven nuestros personajes, es fundamental sentir que estás apoyado desde fuera y sentir que hay una visión externa con rigor y a la vez poder contar con alguien que es capaz de tener un vínculo emocional con los personajes y con el conjunto de la historia. A nosotros nos daba mucho miedo enfrentarnos a esto. Estamos hablando de grandes palabras: estamos hablando de la vida, de la muerte, del amor. Y a la hora de trabajar todo eso, necesitas sentirte acompañado.
Sois pareja en la vida real. ¿Cómo gestionasteis dentro y fuera del set de rodaje todas esas emociones tan inescrutables que viven vuestros personajes?
A.G. – Aunque en esta película hablamos de cosas muy duras, la complicación emocional –y todo el dolor que pueden sentir los personajes y nosotros como actores– fue previo al rodaje, durante el proceso de ensayos. Ensayamos mucho, seis meses antes de la película. No lo seis meses seguidos: fuimos parando para ver lo que nos valía, lo que no, para rectificar, para aprender de lo que habíamos hecho y si contábamos desde ahí la historia. Y ese proceso, sí lo recuerdo muy duro.
M.A. – Nos dimos cuenta de que lo que teníamos como pareja no nos valía para Luis y Marta. Que nuestras experiencias, de repente, interferían mal en la relación de Luis y Marta, y, entonces, tuvimos que comenzar una labor de destrucción, de destruir para luego construir a Luis y Marta. Fernando pensaba de manera similar a nosotros: que como somos pareja, pues iba a ir bien. Y de repente vimos que no fluía. A pesar de ello, fue un proceso precioso, porque al final somos actores para contar la vida de los otros, no la nuestra. Fue un proceso duro porque al final era más trabajo de lo que pensábamos, pero el esfuerzo nos ayudó a no llevarnos a casa esas emociones por las que preguntabas. Eso sí, mucha gente que leía las primeras versiones de guion y sabía que éramos nosotros dos como pareja los protagonistas, decían a Fernando: ¡Te los vas a cargar! ¡Te los vas a cargar! [RISAS] ¡Y aquí estamos!
A. G.– Curiosamente, nosotros no ensayábamos en casa. Hemos trabajado cada uno en casa nuestros personajes, pero en ningún momento ensayamos juntos. Cuando acabábamos de rodar, volvíamos a ser Marian y Andrés y volvíamos a recuperar nuestra rutina, que al final, para nosotros, es más poderosa que la ficción.
'Morir' es una historia de amor real, de gente valiente que deja toda su vida por ayudar al otro.
Morir es una película frontal, que trata la enfermedad y la muerte sin concesiones. ¿Creéis que son necesarias estas películas, que huyen del buenismo y de los mensajes motivacionales?
M.A. – Si con una enfermedad menos grave que el cáncer dices ¡joder!, porque tu vida y tu rutina de repente se transforman, una experiencia así debe de ser horrible. Yo creo que es necesario mirar y confrontar este tipo de temas, porque en la sociedad occidental en la que vivimos la muerte es un tabú muy grande, pero también hay que darse cuenta de que va unida a la vida, porque la vida es la muerte. Por mucho que la escondamos debajo de la alfombra, está. Existe y todos vamos hacia eso. Y, bueno, para mi Morir es una historia de amor. La enfermedad sirve de catalizador de un montón de cosas: comienzan a aflorar los sentimientos de esta pareja y las grietas empiezan a hacerse más grandes, pero es una historia de amor real de gente valiente que deja toda su vida por ayudar al otro. No es el amor de Hollywood, y creo que es de agradecer. Y también creo que es de agradecer que esté contada desde el punto de vista del cuidador, que por lo general son los grandes olvidados.
A.G. – A mí me parece que todas películas que tratan un tema así, aunque lo hagan desde un sitio más emocional y nos pueda parecer incluso pornografía sentimental, son necesarias. A cada uno le afectan de una manera y cada uno necesita un tipo de cine diferente para acercarse a este tipo de vivencias. Fernando en su cine pretende plasmar la realidad y una realidad sin escondites: “esto es lo que hay, esto es cómo veo yo que pueden suceder las cosas, puede haber otras mil maneras de enfrentar este tipo de situaciones, pero esta es una que seguramente no se ha contado y que yo creo que es necesario que se cuente”. Lo que me gusta de Morir es que, de alguna manera, ambos son las víctimas. La enfermedad les afecta a ambos, el película cruda y dura, sin concesiones, creo que es necesaria porque pone encima de la mesa la idea de que el dolor no es propiedad de nadie. Y que el miedo no es propiedad de nadie. Nos afecta a todos. Y sobre todo busca la comprensión de la persona que acompaña al enfermo o enferma. Ni juzga, ni muestra ni alecciona. Puede ser dura de ver pero luego es reconfortante. Morir te acerca más a la vida.
¿Habéis tenido respuesta por parte de espectadores que han vivido este proceso de acompañar en la enfermedad y la muerte a un ser querido?
M.A. – Ayer, en Valencia, varias personas que han pasado por lo mismo que mi personaje se acercaron a mí. A ver, cuando haces este tipo de películas te da miedo porque piensas en toda la gente que ha pasado por esto. Y la verdad es que la reacción del público es súper buena, mucho mejor de lo que podía imaginar. Desde dar las gracias, decirnos “yo lo he vivido las cosas que tú vives en la película”, y, sobre todo, la sensación de que se sienten reconfortados. Me pasaba también con La herida. Es justo lo que antes hablábamos sobre los mensajes motivacionales, de que hay que sonreír a la vida. Al final resulta que la gente no se atreve a contar sus problemas y los va escondiendo. Hasta que ven algo en lo que se siente reconocidos y se dicen “sí, era así, y lo pasé igual de mal, y la persona que tenía a mi lado se volvió un cabrón”.
A.G. – Hay algo de aceptación de la realidad que uno ha vivido. Sin ser un espectador virgen, a mí Morir me ha enseñado mucho y de alguna manera me ha reconfortado en la visión que yo tenía de la enfermedad. Mis abuelos fallecieron de cáncer y tras una larga agonía, que viví muy de cerca. Y ha sido algo que he tenido muy presente: la enfermedad, el cáncer, el dolor. Como te vas consumiendo, te vas apagando, todo lo que supone eso. Y, curiosamente, pensaba que después de la película iba a ahondar más en esa herida y, no es que la haya curado, pero la ha suturado un poco y la está ayudando a cicatrizar.