Hoy toca producto nacional en Sitges. Producto nacional fantástico. Producto nacional fantástico del bueno. Empezamos el día con Errementari (El herrero y el diablo), debut en el largometraje del, hasta ahora, cortometrajista Paul Urkijo. El joven realizador ha contado para su ópera prima, nada más y nada menos, que con la producción y apadrinamiento de uno de los ‘popes’ de la industria del cine español: el bilbaíno Álex de la Iglesia. Estamos ante una cinta rodada en euskera (con la dificultad que ello supone a la hora de su distribución comercial) con actores vascos, entre los que destacan: Kandido Uranga (Bosque de sombras), Ramón Aguirre (Palmeras en la nieve) o Josean Bengoetxea (al que muy pronto veremos en la serie La zona). Se trata de un filme de presupuesto modesto que, pese a ello, sabe suplir sus carencias haciendo gala de una fotografía y un diseño de producción, impecables. Cabe destacar también la gran labor en el campo de los efectos especiales de maquillaje a manos de los artistas Pedro Rodríguez y Daniel Vidal, que gratamente recuerda al del emblemático Rob Bottin (responsable, entre otras, de las criaturas de Legend o La cosa). La cinta, que arranca con unos alucinantes títulos de crédito (aquí sí que se nota la mano de De la Iglesia), comienza en las guerras carlistas: cuando un herrero se libra de ser fusilado y acaba con las vidas de varios soldados. Pasados los años, este tipo vive aislado en el bosque, donde los vecinos le temen y comentan negras leyendas sobre él. Hasta su hogar se desplazan unos muchachos del pueblo, lugar en el que la joven Usue pierde su muñeca. Al tratar de recuperarla, la niña descubrirá que el solitario personaje guarda más secretos de los que todo el mundo piensa… Con un comienzo más o menos convencional, encuadrado dentro del género gótico, el filme coge carrerilla en su último tramo para convertirse en una absoluta locura en su parte final que ha hecho las delicias de los fans del género allí congregados. Estamos ante un notable trabajo, que recuerda a los mejores tiempos del fantástico español (como los salvajes años 70 o la época en los que la Fantastic Factory revitalizó el terror). Urkijo debuta con muy buena nota y nos hace esperar con ansia sus nuevos trabajos. A ver si tiene suerte en una taquilla española poblada de comedias patrias.
Seguimos nuestra andadura en Sitges con una comedia y es que se echa en falta algo de diversión entre tanta solemnidad (Thelma) o drama (The Maus). Toca el turno de hablar de Matar a Dios, otro debut (en este caso con las cuatro manos de Caye Casas y Albert Pintó). Casas explicó que, tras veinte años acudiendo al certamen (ya fuese como prensa, colaborador o, incluso, colándose), por fin le tocaba a él subir al estrado y presentar su película. Y lo hace con una cinta que se trata de una comedia de terror que está más cerca, ojo, de la infravalorada Lobos de Arga, que de subproductos como Aquí huele a muerto o Horror Story. Su reparto se nutre de un buen puñado de caras conocidas entre los secundarios del cine español: Eduardo Antuña (¿cómo olvidar su papel de ‘freak’ en La comunidad), Itziar Castro (a la que recientemente hemos visto en la notable Pieles) o Emilio Gavira (uno de los marcianos de El milagro de P. Tinto). Matar a Dios es una cinta de un humor muy negro, no apto para almas sensibles (abstenerse fans de José Mota) que no rehúye en ocasiones a la incorreción política. Su argumento es simple: durante una incómoda cena de Nochevieja, Carlos (Antuña) se ha enterado de que su mujer le ha engañado con su jefe. Ante este panorama deberá recibir a su hermano y su padre, que acuden a una casa aislada del mundo a pasar esas fechas con sus parientes. La cosa se complicará cuando aparezca por allí un curioso personaje que dice ser Dios y les hace elegir a los 4 a los dos únicos supervivientes del holocausto total que se avecina. Las rencillas y odios harán que este macabro juego saque a la luz la parte más miserable del ser humano en sus protagonistas. Una cinta con escasos recursos (rodada casi exclusivamente en un emplazamiento) pero que cuenta con un destacado apartado técnico, entre el que sobresale la fotografía de Miquel Prohens (cuyo saber hacer vimos recientemente en Demonios tus ojos). El filme, eso sí, adolece de altibajos cuando se centra en su lado más dramático y deja de lado el humor de trazo grueso. Una comedia muy disfrutable para los fans del humor más bestia y desenfadado.
Día 2: Sitges 2017: Tristemente, Sitges, ya no nos quiere
Día 3: Sitges 2017: Jaume Balagueró aborda la creación poética como pura brujería en 'Musa'
Día 4: Sitges 2017: Dave Bautista anima (a hostia suelta) la competición oficial con 'Bushwick'
Día 7: Sitges 2017: ‘Thelma’ y ‘Stephanie’, las chicas con poderes toman el Festival