El Festival de Sitges se acaba, y no ha sido una edición más, este año los responsables habían tirado la casa por la ventana al tratarse del 50 aniversario. A pesar de las declaraciones de independencia en diferido, de aplicación (también parcial) del artículo 155, el certamen ha conseguido, que una vez más, nos olvidemos de todo y nos centremos en el fantástico. El cronista que, cada día, madruga para conseguir las entradas de los pases 'no de prensa', que se da carreras por la localidad para acudir a la siguiente proyección, que se cabrea cuando elige mal las películas en su agenda del día, termina, como casi siempre, con la satisfacción del trabajo bien hecho.
Este año, Ángel Sala y los suyos han seleccionado como película de clausura del certamen a la británica The Lodgers. El filme, que ya pasó por el Festival de Toronto, está dirigido por el realizador Brian O'Malley (que ya estrenó en este mismo festival su ópera prima: Let Us Prey) y cuenta con el protagonismo de los jóvenes Charlotte Vega, Bill Milner y Eugene Simon. El largometraje nos cuenta la vida de dos gemelos que viven en una siniestra mansión, la cual también está habitada por siniestras entidades que han impuesto tres férreas reglas: deben irse a dormir antes de las doce, nadie puede entrar a los dominios del lugar y si uno de ellos escapa, el otro estará en peligro… Estamos ante una cinta rodada de manera casi teatral, muy oscura y con encuadres muy cuidados. Por momentos parece que asistamos a la recreación de una de las populares leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer. Pese a sus buenas intenciones, la cinta se nos ha quedado corta para clausurar la que es, hasta ahora, la edición más importante y significativa del festival. Dicen que esta noche van The Disaster Artist y En realidad nunca estuviste allí… Esperaremos entonces a la maratón "sorpresa" para llevarnos una última gran alegría.
Vamos con la decepción del día: la que ha supuesto el visionado de Brigsby Bear. Ya nos daba miedo el hecho de que la película fuese un éxito en Sundance, con lo poco que comulgamos muchos con los 'hits' del festival californiano, y se han confirmado nuestros peores temores. Y eso que su lisérgico tráiler prometía… ¡Y mucho! Pero, una vez más, nos hemos visto engañados por ávidas tretas de ejecutivos de marketing (¡Yo os maldigo!). El filme arranca bastante bien: parece que vivimos en un futuro post apocalíptico, donde un 'nerd' convive con sus padres en una especie de búnker sin poder salir a la superficie. Allí, vive por y para su programa de televisión favorito: protagonizado por el oso que da título a la película. A los pocos minutos comprenderemos que el muchacho fue secuestrado siendo niño y ha sido ocultado al mundo por sus captores todo ese tiempo (por lo que nos olvidamos del factor 'sci-fi'). Ahora, el peculiar joven tendrá que acostumbrarse a vivir en un mundo que desconoce por completo, a relacionarse con la gente y sobre todo a olvidarse del espacio televisivo que le ha tenido enganchado durante tantos años, y que era una invención de su secuestrador para mantenerle entretenido. El divertido primer tramo de cinta nos llenó de esperanza, ya que se trata de una mezcla muy loca entre Napoleon Dynamite y la (terrible) La habitación. El problema es que poco a poco, el largometraje deriva hacia el drama y finalmente hacia una anodina 'feel good movie', dejándonos con la sensación de que su director Dave McCary pretendía contarnos algo muy original pero que se ha quedado en lo mismo de siempre. He llegado a oír a más de un periodista a la salida, que era "lo mejor del festival", por lo que he tenido que correr raudo a lavarme la cara. Tras ello me miraba al espejo pensando: "¿me habré convertido en un misántropo?".
Cerramos con Jojo’s Bizarre Adventure, la adaptación del cómic homónimo que ha dirigido el prolífico Takashi Miike. El propio realizador japonés acudió al cine Retiro para presentar la película en un pase especial, donde admitió que "estaba borracho de beber cava". Afirmación que arrancó el aplauso del público, incluido un Carlos Vermut que se encontraba sentado a mi derecha (ya tengo algo que contar a mis nietos). El filme no es más que la demostración de que Miike sigue en barrena. Empeñado en la adaptación de mangas y videojuegos, lejos quedan los tiempos en los que disfrutábamos como niños con piezas como Ichi the Killer o nos sobrecogíamos con Audition. Sólo decir que por ocasiones recuerda a los Power Rangers… Eso sí, si algo bueno hay que sacarle a la cinta es que no se excede en su metraje, algo poco habitual en las producciones del maestro nipón. Como curiosidad contar que la cinta está rodada en Sitges, por lo que el respetable se lanzó a ovacionar con efusividad cada vez que aparecía en pantalla algún conocido lugar de la localidad barcelonesa.
Y ahora sí, punto y final. Esperamos que hayáis disfrutado con las crónicas que, con tanto amor, os hemos redactado Alejandro y yo. ¡Hasta el año que viene, criaturas de la noche!
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