Fue uno de los grandes directores italianos de cine de género, del policíaco al giallo o el terror. Umberto Lenzi, admirado poor cineastas como Quentin Tarantino, ha fallecido hoy a los 86 años en Roma. Para la historia del cine deja un legado importantísimo de cintas de culto como La invasión de los zombis atómicos (1980), Orgasmo (1969) o Roma, a mano armada (1976).
Nacido la localidad de Massa Marittima, en la provincia de Grosseto, en 1931, Lenzi se graduó en el Centro Experimental de Cinematografía de Roma y debutó como director en 1961 con Le avventure di Mary Read. Era un apasionado del cine ya desde muy joven – "En la vida de provincias no había mucho que hacer: Había quien se hacía a la mar, otros acababan en el bar, y yo prefería el cine", había llegado a decir en una entrevista en el diario itailano La Reppublica–, el cineasta llegó a firmar más de sesenta películas, casi todas filmadas entre los años sesenta y setenta.
Lenzi pronto comprendió que el cine de género sería su mejor escenario de acción y se especializó en trasladar al cine italiano las tendencias internacionales. Dirigió a principios de su carrera cintas de aventuras como El caballero enmascarado (1963), Sandokán, el magnífico (1963), o Los piratas de Malasia (1964); después películas de espionaje a la manera de 007, con títulos como Supersiete llama al Cairo u Operación exterminio, ambas de 1965.
Fue en el giallo donde Lenzi comenzó ya a destacar notablemente, y su trilogía formada por Orgasmo (1969), Así de dulce, así de maravillosa (1970) y Un tranquilo lugar para matar (1970) todavía hoy es un referente del género. Otros títulos giallo que merecen ser destacados son Siete orquídeas manchadas de rojo (1972) o Detrás del silencio (1972).
A partir de los 70 vuelve a dar un giro a su carrera y comienza a experimentar con el policíaco, con unas cintas bastante brutales con las que sacudió las taquillas de los cines italianos, desde Milano odia: la polizia non può sparare (1974) al clásico Roma a mano armata (1976).
Del policíaco al terror
También dejó huella en el cine de terror y en los 80 firmó otro de los títulos más conocidos de su filmografía, La invasión de los zombis atómicos (1980), que explica la historia de unos hombres que, contaminados por radiación, se convierten en caníbales casi invencibles. Una cinta canónica reverenciada por tótems del cine como Quentin Tarantino.
Hornsby e Rodriguez - Sfida criminale (1992) es su última película como director, profesión que abandonará definitivamente para centrarse en la escritura de novelas giallo. En 2008, obtuvo el premio Nosferatu–Brigadoon, el espacio de cine de culto del Festival de cine de Sitges, en homenaje a su prolífica e influyente carrera.