El infierno de Dante
El cine de los 90 y, sobre todo, el cine independiente, no podría entenderse sin el rol de dos colosos como Quentin Tarantino y Kevin Smith. Este último consiguió hacerse con algo más de 27.000 dólares, y los empleó para poner en pie Clerks, una ingeniosísima comedia que sabía enmascarar sus carencias económicas utilizando un apropiado b/n y haciendo hincapié en lo único imprescindible para sacar adelante una buena película: por supuesto, un buen guión.
Miramax
Y un guión que, curiosamente, en su primera versión finalizaba con un inesperado giro dramático, al colocar a Dante Hicks (Brian O' Hallorann) siendo disparado por un atracador, y muriendo al instante. Algo que a Smith le parecía apropiado dado el poso amargo que subyacía bajo la (escasa) historia, pero sus amigos Bob Hawk y John Pierson le convencieron de eliminar esa escena ya rodada, de modo que Clerks acabaría con Randall (Jeff Anderson) abandonando el trabajo y Dante replanteándose su vida.
Wilson, tenemos un problema
La novela en la que se basaba Acorralado concluía con la muerte de su trágico héroe, un John Rambo que a punto de caer en manos de las autoridades decidía quitarse la vida. Ni Sylvester Stallone ni el director Ted Kotcheff estaban seguros de que ese final fuera funcionar, de modo que decidieron rodar dos desenlaces distintos para posteriormente decidir con cuál quedarse, dentro de la sala de montaje.
Los espectadores de los pases de prueba reaccionaron muy mal al final que respetaba la obra de David Morrell, de modo que se acabaron quedando con aquél en el que Rambo simplemente se rendía. Un desenlace que quizá remataba la creciente angustia del personaje -al fin y al cabo, si hubiera muerto habría dejado de sufrir-, pero que condujo forzosamente a la producción de tres secuelas donde el mensaje antibélico estaba enormemente diluido.
