Seguramente el ejemplo que primero se nos venga a la mente. En la película Brad Pitt y Morgan Freeman son dos policías que deben atrapar a un asesino en serie (Kevin Spacey) antes de que siga cometiendo crímenes bajo la temática de los pecados capitales. Pero finalmente se acaba entregando con un regalo muy especial, la caja que desatará la furia del personaje de Pitt, que completará el diseño del criminal cuando, cegado por la ira, acabe matándolo.
Anton Chigurh (Javier Bardem) es el memorable villano y el personaje principal en esta película de los hermanos Coen, en la cual el protagonismo absoluto recae sobre un claro antihéroe, que se dedica al asesinato sin remordimiento. Además, aunque parezca que va a recibir su merecido, logra sobrevivir al accidente de coche y mantenerse con vida.
Por muy bien que te pueda caer Hannibal Lecter (Anthony Hopkins) –especialmente si lo comparamos con el verdadero némesis de la cinta, Buffalo Bill (Ted Levine)- es indiscutible que el elegante psiquiatra es un peligroso asesino. Por eso, aunque te alegres de que quede en libertad al final de la cinta, esto no deja de ser un villano que triunfa, como también sucede en Hannibal. Y, si no, que se lo digan a Frederick Chilton (Anthony Heald).
Lejos del cine de Hollywood encontramos la obra de Michael Haneke, que parece empeñado en revolvernos por dentro para demostrar que la realidad puede ser muy cruda. Así, en Funny Games nos presenta la maldad en estado puro de la mano de un grupo de jóvenes que disfrutan torturando a una pobre familia de vacaciones.
Si hay un género en el que es frecuente la victoria del mal, ese es el terror. Así, en sagas como Saw vemos a los villanos triunfando sobre los protagonistas, pues es el centro mismo de la franquicia, que gira en torno a los sádicos "juegos" que John Kramer organiza con sus víctimas, que sufren toda clase de torturas físicas y psicológicas.
