Sin lugar a dudas, lo único necesario para que el fenómeno de Harry Potter llegara a más gente, y se convirtiera prácticamente en algo generacional, era adaptar las novelas de J.K. Rowling al cine. Desde que Chris Columbus dirigiera La Piedra Filosofal en 2001, el niño mago se ha adueñado de la pantalla, de modo que incluso con la saga terminada, el mundo mágico donde habitan los personajes tuvo un 'spin-off': Animales fantásticos y dónde encontrarlos, cuya secuela ya tiene título e imagen promocional.
Ahora que estamos tan emocionados por ver qué nos depara Los Crímenes de Grindelwald, quizá sea buen momento de echar la vista atrás y calibrar racionalmente qué tal fue el traspaso de Harry Potter a la pantalla. En su momento, los lectores consumimos las ocho películas con placer, pero siempre con un par de cosas que decir en cuanto a la calidad de la adaptación, que abundaba en ausencias y cambios extraños que, aunque podían acabar originando agujeros de guión, a veces también fortalecieron la historia, e hicieron aún más memorables los pasajes de Rowling. Veamos unos cuantos casos.
El espejo de Oesed
El momento más emotivo de La Piedra Filosofal (libro) sucedía bien avanzadas las páginas, cuando ya el misterio que rodeaba la ascendencia de Harry se había resuelto y éste se había integrado estupendamente en la escuela de Hogwarts. El joven Potter entraba en una habitación misteriosa y se encontraba frente a un peculiar espejo en el que se veía rodeado de multitud de sus familiares, todos sonrientes y orgullosos. En efecto, el espejo de Oesed mostraba lo que uno más deseaba, pero la escena no conseguía extraer todo su potencial.
Más que nada, porque habría resultado mucho más lógico rodear a Harry únicamente de sus padres, Lily y James Potter. No porque el niño mago no echara de menos a sus otros familiares -en realidad, ni siquiera sabía quiénes eran-, sino que gran parte del comportamiento de Harry no podría entenderse sin el recuerdo de sus dos padres, y en concreto el sacrificio que hizo su madre para salvarle la vida. La reducción del número de familiares en el espejo no sólo estaba justificada, sino que además era de lo más apropiada.
¡Bien hecho, James!
La relación de Harry con su padrino Sirius Black (Gary Oldman) es una de las subtramas que vertebran la saga, siendo este fugitivo de Azkaban y amigo de su familia lo más parecido a un padre que tiene. Pero esto también es interesante desde el punto de vista del mismo Black, ya que él siente tanto o más que Harry la muerte de James, y se empeña en ver en el niño que vivió un buen sustituto para su mejor amigo.
Este complejo vínculo consigue desarrollarse correctamente en los tres libros que el padrino de Harry aparece, pero en su salto al cine había muy poco tiempo para retratarlo. Sobre todo, en La orden del Fénix, la película de la saga más corta frente al libro más largo, pero los guionistas dieron con una manera perfecta de sintetizarlo todo. En la batalla del Departamento de Misterios, Sirius y Harry combatían juntos, y el grito de "¡Bien hecho, James!" del primero -inexistente en la novela- revelaba la verdad: su relación se fundamentaba en lo mucho que Black echaba de menos a su amigo, y su inmediata muerte a manos de Bellatrix Lestrange (Helena Bonham Carter) lo hacía todo más trágico.
Posesión infernal
Poco después del asesinato de Black, Harry se enfrenta a Voldemort en un duelo mental, y el Señor Tenebroso está a punto de poseerle totalmente. Sólo la providencial aparición de Albus Dumbledore (Michael Gambon) consigue evitarlo, pero la plasmación de tan complicada batalla en la generalmente bastante defenestrada quinta parte es mucho más efectiva y trabajada que en el libro.
Así, David Yates aprovecha tan complicada coyuntura para hacer una especie de 'flashback' gigantesco con el que Harry recuerda por qué tiene tanto apego a la vida y a sus amigos. Así, comprende que lo que le distingue de Voldemort es su capacidad para amar, algo que su enemigo no ha podido hacer nunca, y consigue expulsarlo de su mente con un lapidario "Siento lástima por ti". Probablemente, la mejor batalla de la saga, y es totalmente invención del cine.
El regreso de Potter
Adentrándonos en la última película de la saga, Las Reliquias de la Muerte. Parte II, vimos cómo la curiosa idea de dividir la séptima novela de Rowling en dos entregas daba sus mejores resultados, con mucho tiempo que invertir en la esperada Batalla de Hogwarts y, sobre todo, llevar a los personajes a su destino. El clímax se desplegaba una vez Harry, Ron y Hermione volvían al colegio y se encontraban con que Neville había liderado una rebelión contra el dominio de Snape (Alan Rickman), y muy pronto el combate comenzaba. Antes de él, sin embargo, la película de Yates se detuvo en una pequeña escena con mucha miga.
Una vez se había unido a sus compañeros, el guión le daba una oportunidad a Harry de enfrentarse con el hombre que había matado a Dumbledore. Que sí, que Snape no era lo que parecía, pero el momento en que Harry se descubre ante el nuevo director de Hogwarts y le acusa de haber matado a su mentor es demasiado épico como para buscarle pegas.
"Tienes los ojos de tu madre"
Sin dejar a Snape de lado, una vez la batalla se acercaba a su momento decisivo, Rowling se marcaba uno de sus pasajes más inspirados, colocando a su héroe frente al pensadero y descubriendo la verdadera historia del recién difunto Snape. Atónito, asistía a una serie de recuerdos en los que Snape se revelaba como un verdadero héroe, y Dumbledore como un manipulador que había planeado desde el principio que Harry muriera en su combate con Voldemort.
Era difícil superar la potencia de una escena así, pero los guionistas lo consiguieron incluyendo un recuerdo extra que no aparecía en el libro: Snape entrando en la escena del crimen y encontrando a Lily y James muertos a manos de Voldemort, y estrechando en brazos a la primera, que era de quien siempre había estado enamorado. Un momento simplemente desgarrador, que clausuraba por todo lo alto el camino del que para muchos es el mejor personaje de la saga de Harry Potter.
Ron impide a Harry que se vaya
Como ya vimos en su momento, Ron no es para nada el personaje que salió mejor parado en su traslado al cine, convirtiéndose en un bufón egoísta y celoso que poco o nada tenía que aportar al grupo protagonista. Sin embargo, Rupert Grint tuvo de vez en cuando algún momento que podía beneficiarse de ser poco más que el alivio cómico, como esta escena al comienzo de Las Reliquias de la Muerte. Parte I, que tampoco estaba en el libro.
Precedido por una escena muda y también inventada en la que tanto Ron como Hermione se enfrentaban a la perspectiva de abandonar a sus familiares -la solución, en el caso de Hermione, era extremadamente dolorosa-, el mejor amigo de Harry se veía obligado a convencerle de no partir solo en busca de los Horrocruxes. Ocurría tras las muertes de Hedwig y Ojoloco Moody, y el simpático pelirrojo parecía el único capaz de hacerle ver las cosas claras, en un diálogo cargado de complicidad y en el que se sentían todos los años que aquellos dos habían pasado juntos.
La foto de Sirius
Volviendo a La orden del Fénix, y a la dupla Sirius-Harry, encontrábamos otro estupendo diálogo poco antes de que Harry tomara el Expreso de Hogwarts... y por alguna razón viera a Voldemort en el andén. Sirius, convertido en perro, había seguido a su ahijado y quería despedirse de él, metiéndose en un cuarto de la estación y explicándole algunas cosas sobre la orden que acababa de volver a estar en activo.
Una escena fundamentalmente explicativa que aún así servía para fortalecer el lazo entre Harry y Sirius, algo que no sucedía en el libro. Y es que, allí, era Ojoloco Moody el que le enseñaba al protagonista la famosa foto de la Orden e iba explicándole fúnebremente lo que le había ocurrido a cada miembro, fortaleciendo una supuesta relación entre ambos que... pues tampoco es que fuera a ninguna parte. Sustituir a Moody por Sirius fue, así las cosas, un total acierto.
La muerte de Dobby
En la saga de Harry Potter mueren varios personajes, pero puede que ningún óbito fuera tan trágico como el de Dobby el elfo doméstico. Pese a que desde la película de La cámara secreta el espectador no había sabido nada de esta criatura, su reaparición en Las reliquias de la muerte. Parte I era emotiva prácticamente en la misma medida, dado lo extremadamente entrañable del personaje.
De hecho, su muerte al final de la película era un golpe aún mayor que lo que sentimos al leer el libro, gracias a un denodado esfuerzo de los guionistas por hacernos saltar las lágrimas. El fallecimiento, por tanto, era similar, pero también agravado por un par de frases inventadas para la ocasión que enternecían automáticamente. Sí, ya sabéis, aquello de "Qué lugar más bonito para estar con amigos". Si aún no estáis llorando, recordad cuando inmediatamente después Harry se pone a cavar la tumba sin magia. Sniff.
La muerte de Cedric
Pero para muerte sorprendentemente triste, la de Cedric Diggory (Robert Pattinson), que en el libro no transmitía mucho más que impacto y miedo ante el descubrimiento de que nadie estaba a salvo, y en la película fue un mazazo mucho más fuerte. Y eso que, cuando nos veíamos de repente con lágrimas en los ojos, ya habían pasado casi diez minutos desde que Diggory fuera asesinado por Colagusano (Timothy Spall).
Sólo cuando Harry conseguía escapar de la trampa de Voldemort vislumbrábamos la auténtica tragedia, personificada por el padre de Cedric, Amos (Jeff Rawle). Según Harry volvía a Hogwarts cargando con el cuerpo de su hijo, éste se abalanzaba sobre él y empezaba a sollozar durante varios minutos ante los rostros consternados de los habitantes del colegio. La triste música de David Heyman apenas era necesaria para subrayar la crudeza del momento, y la certeza de que Hogwarts ya nunca volvería a ser un lugar seguro.
El baile
Y acabamos con el que probablemente sea el punto más polémico que vayáis a leer en esta lista. Con sólo haber visto el epígrafe lo habréis imaginado: se trata del baile que en cierto momento de Las Reliquias de la Muerte. Parte I mantienen Harry y Hermione al son de O Children, de los geniales Nick Cave and the Bad Seeds. Una escena que desde el mismo momento que se vio en cine causó reacciones encendidas: ni estaba en el libro, ni tenía sentido un acercamiento romántico cuando ya estaba claro que Hermione acabaría con Ron. Y además, ¿qué necesidad había?
Sí, se trata de una licencia muy extraña, pero no mucho más que, en esa misma película, la ocurrencia de poner a Hermione a dar clases de piano a Ron, o la decisión de meterlos durante horas en una tienda de campaña. De hecho, a poco que lo pensemos un poco empezamos a vislumbrar la verdadera genialidad de la escena, y una que, además, demuestra que los guionistas han entendido el libro en lo más profundo.
Y es que este baile lo único que demuestra es que Harry y Hermione son los mejores amigos del mundo, tratando de divertirse como pueden en medio de la crisis que están viviendo. El hecho de que Harry sea el que inicia el baile provee de una mayor nobleza a nuestro héroe, animando a su amiga a que se divierta y olvide momentáneamente la ausencia de Ron. Y además, jo, está esa canción.