Un cazavampiros británico y discotequero (Blade, 1998)
Seguimos con las adaptaciones de cómics que podrían haber sido un auténtico desastre llevando la fidelidad por bandera. El estreno de Blade a finales de los noventa no sólo auguró una edad de oro para el cine de superhéroes, sino que además se acicaló de una estética inolvidable, entre oscura y discotequera, y supuso un vehículo para el carisma de Wesley Snipes. Y sí, el origen comiquero apenas tenía que ver con todo esto, pero quién podría culpar a Stephen Norrington y los suyos.
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Y es que Blade, en los cómics originales de Marvel, tenía un aspecto mucho menos sobrio que Snipes, vistiendo colorines y luciendo una lustrosa melena afro, fiel testigo de su afición a la música disco. Además, no era norteamericano, sino flemáticamente británico, y el único poder que atesoraba, frente a la fuerza heredada de sus antepasados vampiros de Snipes, era el de ser inmune a sus mordeduras. Como que alguien así no habría dado mucho juego en una película, ¿no?
Betty Boop era una perrita
Este personaje es célebre por haber introducido por primera vez ciertos visos de sexualidad en los dibujos animados, siendo todo un revulsivo para la anquilosada sociedad estadounidense de los años 30. Sin embargo, inicialmente no lo fue por cómo su apariencia y personalidad derribaban tabúes... sino por lo problemática que era su raza original. Porque sí, Betty Boop era un animal: concretamente una perra antropomórfica.
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Los Fleischer Studios diseñaron a Betty como pareja del perro Bimbo, un dibujo animado cuya fama pronto fue palideciendo ante el idilio que la dulce y pizpireta Betty iba desarrollando con el pueblo norteamericano. En vista de esto, y como la zoofilia estaba un poco mal vista, los creadores decidieron transformarla en un ser humano; así su relación con Bimbo terminó, y Betty pudo continuar con su carrera para convertirse en inesperado mito erótico.