El búlgaro Stephan Komandarev cree que hay similitudes entre el oficio de taxista y el de hacer películas, en tanto que uno y otro profesional observa la realidad desde un punto de vista concreto.En Destinos, que se estrena en nuestras pantallas, teje una historia coral de episodios entrecruzados protagonizada por varios taxistas durante una sola noche en Sofía, la capital de Bulgaria. Un relato hilvanado con astucia que le ha valido recibir el premio al Mejor guion en el último Festival Internacional de Cine de Gijón. Hablamos en exclusiva con Komandarev a propósito de Destinos.
‘Noche en la tierra’, de Jim Jarmusch, ‘Taxi’, de Jafar Panahi, y ahora 'Destinos', tu película. ¿Qué tiene un taxi para que sea un escenario tan cinematográfico desde el que observar la sociedad?
Stephan Komandarev – Conozco estos dos filmes, pero no son mis principales influencias. Son muy distintos que Destinos. Pero claro, un taxi es un espacio muy atractivo: es un lugar en el que al mismo tiempo puedes cruzarte con muchas personas de diferentes estratos sociales. Y un taxi, además, es un espacio muy especial, porque los clientes son anónimos pero es un sitio muy cerrado en el que durante el tiempo, normalmente muy corto, que dura la carrera, de alguna manera entran en una suerte de vínculo o relación íntima con el conductor. Y muy usualmente pasan cosas muy interesantes, y sobre todo porque los taxistas son observadores diarios del crisol que conforma nuestra sociedad. Conocen la realidad no de la televisión, sino por lo que ven en su taxi.
La primera secuencia de 'Destinos' marca toda la película –un encuentro muy violento entre un taxista y un banquero corrupto– y está basada en un caso real. ¿Podrías explicarnos qué te interesó de ese caso para que fuera el motor de tu largometraje?
S. K. – Queríamos arrancar con un episodio que estuviera también en los demás episodios, que de alguna manera influyera a todos los otros taxistas, que se enteran de lo que ha sucedido por la radio o hablando con compañeros. Es un episodio que nos servía para establecer conexiones con los otros episodios, en el sentido de que todos los otros capítulos de la cinta están relacionados con el primero. No son seis, siete historias distintas, sino que se juntan formando un puzle. Y bueno, el suceso en el que me baso fue muy impactante: el taxista estaba siendo chantajeado por una banquera, y bueno, ahora él está cumpliendo una condena de 20 años.
Los taxistas son observadores diarios del crisol que conforma nuestra sociedad. Conocen la realidad no por la televisión, sino por lo que ven en su taxi.
‘Destinos’ es un trabajo que no se corta a la hora de criticar las deficiencias de Bulgaria, tu país.
S. K. – No soy nada exagerado a la hora de presentar lo que sucede en mi país: en Bulgaria pasan todas estas cosas que explico en Destinos. En uno de los episodios, el del doctor que dice que no está emigrando de Bulgaria, sino que se trata de una situación de evacuación, es un caso verdadero, está basado en lo que le pasó a un amigo mío doctor. Yo también soy médico, y tengo muchos amigos en la profesión. Y en este caso, mi amigo, que era cirujano del corazón, en un momento dado dijo que ya era suficiente y que era el momento de irse a Alemania. Y las palabras que se dicen en la película las saqué de su boca. Porque la situación es alarmante: 9 de cada 10 recién licenciados en medicina se marchan del país para trabajar en otros lugares.
Podemos decir, entonces, que en ‘Destinos’ observas tu país como taxista y también como médico.
S. K. – Una buena diagnosis es el 80 por ciento del tratamiento, y en Destinos he querido hacer un diagnóstico de lo que sucede hoy en Bulgaria con el objetivo de poder encontrar el tratamiento adecuado para que haya cambios en el país.
¿En qué episodio fue más complicado filmar dentro del taxi –y sacar la cámara–, desde el punto de vista técnico?
S. K. – Todas las historias fueron un reto, pero fue especialmente complicado en el episodio del puente, porque es uno de los episodios más largos (dura algo más de 15 minutos) y porque lo trabajamos con tres directores de foto distintos. En esa secuencia la cámara pasa del interior del taxi al exterior, al puente y de ahí pasa a una grúa. Y la cámara no para en ningún momento, porque el objetivo era que siguiera a los actores, y que el movimiento de la cámara también formara parte de la historia. Por supuesto que hicimos muchísimos ensayos. De hecho, antes del rodaje oficial, filmamos la película entera con una cámara muy pequeña, sin luces, sin sonido, como parte de los ensayos antes de ponernos a rodar definitivamente. En ese primer montaje de los brutos, vimos que esa escena no funcionaba tal y como la habíamos pensado, así que la rodamos con otra planificación. En total, la hemos hecho hasta tres veces.