Moonlight, de Barry Jenkins
Fue el tortazo de la industria cinematográfica americana (desde su lado más indie) a ese Hollywood tan blanco y tan pijo que suele dominar nuestra cartelera (y la de todo el mundo). Un emocionante drama en tres partes que abordaba por igual la xenofobia, el bullying y la homosexualidad sin jamás perder un aliente esperanzador que, a la postre, es el que se alza vencedor. Ganó el Oscar a Mejor Película y aún hay gente que no se ha enterado.