Los orígenes de la sátira política en la cultura occidental nos conducen hasta la Grecia clásica y hasta Aristófanes, pero hoy, como sucedía ayer, sigue siendo uno de los géneros de la ficción más incómodos para el poder. Con el estreno de La muerte de Stalin, de Armando Iannucci, censurada en la Rusia gobernada por Vladimir Putin, nos hacemos eco de algunas de las películas más controvertidas (y más divertidas) del ámbito. Aquí no está prohibido reírse.
'Sopa de ganso' (1933), de Leo McCarey
"Sea lo que sea, estoy en contra", había llegado a soltar Groucho Marx en una de sus clásicas salidas de tono. El segundo Marx más famoso de la historia llegó a ser investigado por el FBI debido a su heterodoxa personalidad, y es probable que películas tan anarquicamente certeras como Sopa de ganso contribuyeran un poquito a alimentar la reputación del genial cómico. En este trabajo a cargo de Leo McCarey (Tú y yo) viajamos hasta Libertonia (Freedonia en inglés), un país sumido en una depresion económica y al borde de la guerra –escenario que reflejaba la inquietante situación en la que se hallaban varios países europeos– que acabará siendo gobernado por un inquietante personaje encarnado por Groucho. A los habitantes de la verdaera ciudad de Freedonia, en el estado de Nueva York, no les hizo mucha gracia el chiste y pidieron que el país de la película cambiara de nombre para no dañar su imagen. ¿Qué respondieron los hermanos Marx? Que más bien era necesario cambiar el nombre de la ciudad, porque de lo contrario se dañaba la imagen de la película.
'El gran dictador' (1940), de Charles Chaplin
Al igual que sucedió con Ser o no ser (Ernst Lubistch, 1942), el estreno del clásico El gran dictador, de Charles Chaplin, estuvo acompañado de una gran polémica: la prensa del todopodero Hearst la tachó de comunista, y esa sombra de simpatizante de los rojos consiguió que el filme se prohibiera en algunos estados de EEUU. Tampoco tuvo demasiada suerte al otro lado del charco, porque en algunos países de Europa no llegó a verse en salas. En España, por ejemplo, no se exhibiría hasta después de la muerte de Franco. Porque los gobernantes de los regímenes totalitarios de los que Chaplin se mofaba tenían sus razones para sospechar del largometraje: Albert Speer, el que fuera el principal arquitecto del regimen nazi comentó que la imagen ofrecida por Chaplin en su película era la representación más exacta de Hitler jamás vista en la pantalla. De hecho, Speer dijo que Hitler también tenía un globo terráqueo como el que sale en la cinta, aunque, eso sí, de mayor tamaño.
'Teléfono rojo, ¿volamos hacia Moscú?' (1964), de Stanley Kubrick
Basada en la novela Alerta roja del británico Peter George, Stanley Kubrick satirizaba el hipotético conflicto militar entre americanos y rusos en plena Guerra Fría en esta cinta en la que Peter Sellers interpretaba hasta tres personajes distintos y que no estuvo exenta de polémica. El estreno casi simultáneo de esta cinta con la obra Punto límite, de Sidney Lumet, cuyas premisas eran casi idénticas, iba a suponer un problema para la película de Kubrick, que había retrasado su estreno a causa del asesinato de John F. Kennedy. Pero no el único. El tono transgresor y con el que Kubrick dejaba caer que el gobierno de EEUU estaba dirigido por psicópatas –las líneas de diálogo del Dr. Strangelove están inspiradas en un informe de Henry Kissinger sobre armamento nuclear–, fue señalado por medios como The Washington Post: “Ningún comunista podría pensar en una película antiamericana más efectiva que esta para difundirla por el extranjero”. Obviamente, pasó de largo en las nominaciones a los Oscar.
'Il divo' (2008), de Paolo Sorrentino
"Es un filme maléfico, me retrata como a un cínico y no lo soy. ¿Que si se puede decir que es estéticamente bello? ¡No lo sé ni me interesa!" Con estas palabras, recogidas por un periodista del diario La Reppublica, se quejaba el ex siete veces jefe de gobierno italiano Giulio Andreotti del retrato que Paolo Sorrentino realizó sobre su figura en Il Divo, que narra las presuntas relaciones de Andreotti con la mafia siciliana, delitos por los que fue juzgado en los años 90 y, finalmente, absuelto. La cinta concursó en Cannes y, además del odio de Andreotti, se llevó el Premio del Jurado. Tras esta incursión en la sátira, Sorrentino ha ahondado en las dinámicas del poder en otros dos trabajos: la serie El joven Papa, y en Loro, su retrato, que promete ser afilado y grotesco, de Silvio Berlusconi. Repite con Toni Servillo, encargado de darle rostro a Il Cavaliere.
'El dictador' (2012), de Larry Charles
A Sacha Baron Cohen le gustan las polémicas, aunque con El dictador puso el dedo en la llaga durante la campaña promocional de la película al ir justificando la labor de algunos de los supuestos colegas del personaje que interpreta en la película: "Hemos perdido a dictadores como Kim Jong-il, Muamar al Gaddafi o Dick Cheney, ¿por qué todos están en nuestra contra? Somos la minoría perseguida", declaró durante la premiere londinense de la cinta. "Solo han cometido un poco de genocidio". Su personaje tampoco provocó carcajadas entre la comunidad árabe de Estados Unidos, que denunciaron que su caracterización "perpetúa estereotipos negativos de las personas árabes y, por tanto, de los árabes estadounidenses." Poca gracia, pues, su adaptación de la novela Zabibah y el rey, atribuida, paradojas, al fallecido dictador Saddam Hussein.
'The interview' (2014), de Evan Goldberg
"Nuestra paciencia se está agotando", amenazaba el régimen de Kim Jong-un al hilo del lanzamiento de The Interview, la sátira protagonizada por Seth Rogen y James Franco que puso en vilo a los habitantes de la península coreana y a Sony Pictures, en una trama que incluía operaciones de hackeo y amenazas de bombardeos "con todo el fuego del que disponemos". ¿El motivo? Que los famosos cómicos americanos se mofaran del dictador norcoreano, hasta el punto de que los personajes que interpretan se ven envueltos en una misión cuyo objetivo es asesinar al líder supremo. A la vista está que no le hizo ni pizca de gracia, y toda la absurda polémica –que tal vez resuene en algunos casos de nuestro presente– transformó la película de Evan Goldberg (Juerga hasta el fin) en un film maldito, víctima de un cybersabotaje hasta entonces nunca visto Hollywood.
'Negociador' (2014), de Borja Cobeaga
Con 8 apellidos vascos, Borja Cobeaga y Diego San José se convirtieron en los guionistas más reclamados de la industria española, pero el tándem ya llevaba un tiempo haciendo bromas sobre las cuestiones identitarias en varios programas televisivos. El mismo año en que arrasó ese gran fenómeno de taquilla, Cobeaga estrenaba esta película basada en las negociaciones que el presidente del PSE vasco, Jesus Eguiguren, mantuvo con ETA entre 2005 y 2006. Tiempos muertos, risas oblicuas y silencios incómodos para un largometraje modesto que comenzó a poner en pantalla (y en el ámbito nacional) una pregunta nada fácil y de amplio alcance: ¿se puede hacer comedia sobre ETA y sobre el conflicto vasco? Por si quedaba alguna duda con respecto a ese interrogante, Cobeaga y San José volvieron a preguntárselo en Fe de etarras.
'La muerte de Stalin' (2017), de Armando Iannucci
El creador de Veep y cerebro de In the Loop es el responsable de esta sátira sobre Josef Stalin que ha enfurecido a las autoridades rusas, hasta el punto de que el Ministerio de Cultura de ese país prohibiera el estreno de la película cuando ya estaba todo a punto. De hecho, algunos cines de Moscú llegaron a proyectarla y la policía se personó hasta las salas, sin que, por fortuna, se encendieran las luces del anfiteatro. Como argumento para censurar el filme de Iannucci, el gobierno de Purin esgrime lo siguiente: "Esta es una 'comedia' viciosa y absolutamente inapropiada que borra la memoria de nuestra gente que derrotó al nazismo. El lanzamiento de la película en vísperas de las celebraciones que conmemoran el 75 aniversario de la batalla de Stalingrado es un escupitajo para todos los que murieron allí". A la vista de lo sucedido, una cosa queda clara: la flema británica casa bien poco con el sentido del humor ruso.