"Cuando estudiaba la escuela de cine de Lisboa, siempre copiaba el estilo de Vittorio Storaro", explica Adrián Orr nada más arrancar la entrevista con SensaCine a propósito del estreno de Niñato. El cineasta confiesa que "siempre copiaba sus pelis, era como un referente: ha rodado con todo el mundo, con Sergio Leone, Coppola, Bertolucci…” al hilo de la entrevista con el director de fotografía que publicamos, y desde ese momento comienza una animada conversación que arranca hablando de su película y sigue hacia el terreno de los nuevos modelos de familia o las nuevas maneras de educar del siglo XXI.
Orr tiene una larga trayectoria en el ámbito como director de foto, ayudante de dirección (La isla mínima, Grupo 7), pero su debut ha sorprendido a la crítica y al público –Niñato ha conquistado a las audiencias y los jruados del AFICI, Visions du Réel, el Bafici y el Festival de Cine Europeo de Sevilla, entre otros– con una historia que trata de romper estereotipos con una historia tan íntima como repleta de honestidad. Porque en Niñato, Adrián Orr cuenta la historia de David Ransanz, conocido en el mundo del hip hop como Niñato, quien, además de dedicarse al mundo de la música rap, cuida de su hija y de los hijos de su hermana en una vivienda contigua a la de sus padres en el Barrio del Pilar, Madrid.
¿Por qué decides hacer tu película de debut sobre tu amigo?
Adrián Orr – A David lo conozco desde el instituto. Yo era dj en un grupo de hip hop en el que él estaba, y cuando David se convirtió en padre y comenzó a aprender a ser padre, veía que la pasión que tiene con la música era muy parecida a la pasión que siente con los críos. Es una relación muy especial, en la que les transmite valores muy especiales. En esta dicotomía de adulto que aprende a ser padre pero que al mismo tiempo todavía tiene este carácter infantil o adolescente, y cuya forma de vida se acerca más a la adolescencia, me interesaba mucho.
No es muy habitual ver en la vida y en el cine a un hombre ejerciendo de padre.
Adrián Orr– Hay momentos en la peli en que ves a David enseñando a los niños lo que es la autonomía cunado sabes que él todavía no es autónomo de manera completa. Representa otro modelo de joven, otro modelo de padre, y queríamos romper estereotipos, en este sentido. A nivel de roles familiares, de género, de quién es padre y de quién es hijo. Eres padre porque asumes las responsabilidades de la paternidad, no porque tienes un hijo.
'Niñato' también enseña un tejido familiar muy unido y muy amplio: padres, madres, hermanos y hermanas, abuelas, sobrinos, primos.
Adrián Orr– Estos niños tienen la suerte de que tienen varios padres y madres, una red familiar muy potente. Personalmente, me gusta la decisión de David de quedarse en casa cuidando a los niños. Creo que, en cierto modo, sacrifica un poco su propia vida aunque le convenga. Creo que David puede ser tan buen padre porque sigue haciendo lo que le gusta y no está en un trabajo de mierda 8 o 9 horas frustrado. Está en casa haciendo lo que le gusta hacer. Obvimente, le gustaría trabajar en algo adecuado a su perfil. No es que haya decidido no tener un trabajo, simplemente le cuesta encontrarlo. Y en la familia se han organizado de esta forma.
Es muy conmovedor cómo se relaciona con los niños, tratando de estimular su curiosidad y de ayudarles con sus frustraciones de manera creativa pero con los pies en la tierra.
Adrián Orr – David les abre a los niños todo un mundo artístico brutal: arte, música, cine. Son ventanas creativas que les estimulan. Tanto David como su hermana creen que la educación va más allá de lo académico, porque la persona que vas a ser en el futuro no solo tiene que ver con tus notas en el colegio. Es importante, claro, pero también lo es qué persona te estás convirtiendo a nivel de valores.
David les abre a los niños todo un mundo artístico brutal: arte, música, cine. Son ventanas creativas que les estimulan. Tanto David como su hermana creen que la educación va más allá de lo académico, porque la persona que vas a ser en el futuro no solo tiene que ver con tus notas en el colegio.
¿Qué papel tiene la música en todo ello?
Adrián Orr– Los niños han mamado la música desde que eran pequeños. Han visto hacer música a David, han ido a sus conciertos. Eso va creando un vínculo especial y eso ha llevado a que Oro comience a rapear. Es un juego para él: nadie le ha dicho “Oro, tienes que rapear”. Creo, en este sentido, que el hip–hop le ayuda mucho a David a transmitir valores y a estimular al niño, en el sentido de que es un crío super creativo, pero a veces algo perezoso. La mayor parte de los niños a los que no les va bien en los estudios es porque no les interesa, le da pereza y le apetece estar en otro sitio, y David, bueno, intenta enseñarle que hay momentos para una cosa y momentos para otra.
¿Cómo conseguiste el nivel de intimidad que logras en 'Niñato'?
Adrián Orr – Cuando empecé a hacer la película, que ya concreté en el corto Buenas días, resistencia (2013), me planteé cómo yo, amigo de la familia, que les conozco desde hace mucho tiempo, iba a filmar momentos de su vida, momentos que no tienen nada que ver con las visitas que solía hacer. Fue cuestión de organización: me establecí en su casa y comencé a compartir todo ese tiempo con ellos, incluso cuando no rodaba. Era importante, porque al estar ahí podía observar cosas y en ese mirar es cuando encuentras cómo vas a rodar, los momentos de luz, cómo se están comportando ellos. Cuando estaba la película más avanzada, mantenía esa dinámica porque quería que cuando rodara no se convirtiera en un evento, sino que fuera algo natural para todos. La idea era buscar la intimidad que tienen las películas de ficción, pero desde el documental, desde la realidad de los niños. No quería que los niños fueran niños actuando a ser niños, si no que fuesen ellos mismos, de la manera en que yo los conocía antes de que me pusiera a filmarlos.
Sin lugar a dudas, 'Niñato' es una película sobre el paso del tiempo. Los años pasan para ti, para los niños y para David, aunque la reflexión que propones es algo agridulce.
Adrián Orr – El rodaje me llevó seis años, y ese proceso con los niños era un poco como un juego, no quería que supieran qué pasaba en la película. De hecho, por momentos yo tampoco lo tenía claro. Fui construyendo la estructura de la película a medida que pasaban las estaciones: sólo rodábamos en otoño y en invierno, por la luz, por esa idea de continuidad del tiempo, mientras que en primavera y verano revisaba lo que había filmado. Primero lo hacía solo, pero luego me ayudó Ana Pfaff (Verano 1993), la montadora, y decidíamos qué imágenes y qué momentos nos habían parecido importantes de ese curso para saber qué filmar en el siguiente. Nuestro objetivo era enseñar cómo David vivía en ese presente contínuo todo el rato, porque apenas se transforma en la película. Queríamos que se notara el paso y el peso del tiempo, de esos cambios que ha habido con los niños y que, en el caso de David, parece que no es consciente. Es una reflexión un poco agridulce, pero porque creo que la vida de David es un poco así. No se encuentra en una posición fácil: los niños van creciendo y al principio de la película tienen unas necesidades, pero todo eso va cambiando. En ese sentido, David tiene que encontrar otro hueco y otro espacio que ocupar, porque de eso se trata la idea de aprender y madurar, en saber pensarte de otra manera a medida que afrontas cambios. Creo que también es algo que tiene que ver con cosas que han de afrontar los padres de hoy en día: el qué vas a querer de ti mismo, en relación a lo que te imaginaste que ibas a ser y lo que has sido.