Esta gente sí que sabe cómo empezar una película
Por mucho que les pese a los haters más declarados de El Reino de la Calavera de Cristal, la película de Steven Spielberg tiene un comienzo espléndido. No está a la altura del hallazgo del ídolo, la pelea en el club Obi-Wan o el 'flashback' de River Phoenix, pero estos compases iniciales tienen su aquel, con la transformación del logo de Paramount en una guarida de simpáticos roedores, y la aparición de estos chavales que parecen salidos de 'American Graffiti', el primer éxito comercial de George Lucas.
Además, la decisión de situar el trepidante comienzo en el Área 51 es una jugada maestra. No sólo por cómo Indy aprovecha para hacer unos saltos y acrobacias que da gloria verle a sus 65 años, sino porque nos brinda la oportunidad de reencontrarnos con el Arca Perdida, tendiendo un puente directo con la vieja trilogía, a la vez que introduce el nuevo McGuffin que… sí, justo aquí empiezan los problemas.
El asunto de la nevera
Antes de descubrir en qué consistía todo el asunto de las calaveras, los fans asistimos al momento más polémico de toda la película, cuando Indy se las ingeniaba para sobrevivir a una explosión nuclear metiéndose en una nevera. Una idea absurda, ridícula, incoherente… que en absoluto desentona con lo visto en la saga.
Sí, aquí tenemos que romper una lanza a favor de El Reino de la Calavera de Cristal. ¿Qué diferencia hay exactamente entre este momento y la escena de El templo maldito en la que se lanzaba con una lancha hinchable desde un helicóptero en marcha? Indiana Jones nunca se ha caracterizado por su apego a la realidad, y el despreciar el asunto de la nevera sólo porque es bastante poco probable que alguien sobreviva a algo así es como quejarse de que las batallas espaciales de Star Wars tengan sonido. Además, vaya, que es una secuencia súper divertida, y aglutina toda la espontaneidad, estupidez e ingenuidad inherentes a las aventuras del arqueólogo.