El recurso padre-hijo
Fichar a River Phoenix como un joven Henry Jones Jr. no fue el único hallazgo de Indiana Jones y la última cruzada, ya que a alguna mente privilegiada se le ocurrió contratar también a Sean Connery, y estructurar toda la película en torno a la reconciliación de nuestro protagonista con su padre. El resultado fue no sólo la mejor película de Indy con mucha diferencia, sino también uno de los hitos de la carrera de Spielberg, y un milagroso guión que aglutinaba drama y comedia con un equilibrio pocas veces igualado.
Por supuesto que se tenía que intentar algo semejante en El reino de la calavera de cristal, y por supuesto que fue un monumental error de cálculo. Shia LaBeouf hizo lo que pudo con Mutt, pero entre que tenía más química con los monos que con Harrison Ford, y que los guionistas apenas se esforzaron en dotarle de alguna característica llamativa, la tragedia estaba asegurada. La recuperación de Karen Allen como Marion tampoco fue especialmente lucida, pero al menos su escena de las arenas movedizas tenía cierta gracia.
Los villanos
El mayor problema al que se enfrentaba El Reino de la Calavera de Cristal de cara a no ser una absoluta catástrofe no residía en la vejez de Harrison Ford, o en el escaso crédito como cineasta que le quedaba a George Lucas, autor de la historia. El mayor problema era que, por pura lógica histórica, los nazis ya no podían ser los villanos del relato, y todo el mundo sabe que cualquier película es automáticamente mejor si tiene nazis. Indiana Jones 4 jugaba, pues, con desventaja.
¿Solución? Recurrir a la Unión Soviética, y ambientar la historia en la Guerra Fría. Obviamente no era lo mismo, pero al menos gracias a esta decisión tuvimos a Irina Spalko, interpretada por Cate Blanchett, y descubrimos a una villana divertidísima que, al mismo tiempo, también resultaba ser el antagonista más icónico que había pasado nunca por un film de Indiana Jones. Lástima el destino que le tenía preparado el guión.