Adam Driver (San Diego, 1983) le quita hierro a su implicación en el proyecto dos décadas acariciado por Terry Gilliam, tras problemas de financiación, legales y de salud, El hombre que mató a Don Quijote. No en vano, el actor estadounidense también ayudó a hacer realidad otra película 20 años postergada, Silencio (Martin Scorsese, 2016) y compartió en Cannes que suma más de un lustro barajando una colaboración con Léos Carax. “Cada película que consigue llegar a puerto es un pequeño milagro”, resolvía en el festival internacional, donde la excesiva y, demasiado a menudo grotesca, comedia fue proyectada en la gala de clausura. La libérrima adaptación de la obra maestra de Cervantes llega a nuestras pantallas hoy, 1 de junio, y en ella, Driver interpreta a un director mujeriego, 'workaholic' y arrogante que se reencuentra con una copia de un filme realizado en su juventud sobre el hidalgo de La Mancha.
¿Cuál era tu conexión con Don Quijote antes de protagonizar esta película?
Ninguna. Desconocía la obra por completo, porque me salté demasiadas clases en el instituto. Así que estuvo bien descubrirla a estas alturas.
¿Te inspiraste en alguno de los directores con los que has trabajado para dar vida a tu personaje?
En nadie (risas). Es un 'collage' de personas, pero no estuve pensando en interpretar a un 'alter ego' de Terry si es lo que te has imaginado.
En tu día a día, ¿eres más Quijote o más Sancho?
Soy ambos. En ocasiones vivo la realidad desde el control y con un sentido práctico de cómo funciona el mundo, pero al mismo tiempo existe en mí un lado quijotesco en el que prima un deseo de libertad y de inspiración. No creo que nadie pueda ser sólo uno de los dos.
¿Te has sentido inspirado como tu personaje por una experiencia de viaje al extranjero?
La primera vez que salí del país fue muy valiosa, porque en EE.UU. estamos muy desconectados y cuesta mucho dinero volar fuera. Crecí en el Medio Oeste y no disponía de medios para viajar a Europa.
¿Dónde fuiste?
A Italia, aunque ya había estado en México, pero eso no cuenta. Cuando descubres la grandeza del mundo, tantas culturas y formas diferentes de vivir, te sientes muy pequeño.
¿Contra qué gigantes luchas en la vida?
Contra los impuestos. Vale, eso ha sido un chiste malo, no es que vaya por ahí evadiendo mis tasas.
Para gigantes, el sinfín de contratiempos que han dificultado esta película. De hecho, hasta la mitad de Cannes, su estreno estaba pendiente de una decisión judicial. ¿Llegaste a creerte su condición de película maldita?
Nunca pensé en ella como una película maldita. Pero sí es cierto que recuerdo haber oído hablar de esta película cuando estaba en el instituto, así que 15 años después, estar en el set fue bastante surrealista. Terry es claramente tenaz y tiene una gran fuerza de voluntad, así que estoy más que ilusionado con haber conseguido finalizarla.
¿Estabas convencido de que esta vez sería la definitiva?
Hay que ser optimista. No creo que ayude a una película empezar el rodaje pensando que va a caer echa pedazos. Bromeábamos bastante en el set. Por ejemplo, como la versión de 2002 no superó la semana, cuando superamos los siete días, hubo una celebración porque estábamos un paso más cerca de finalizar la película.
¿Sentiste temor en algún momento del rodaje?
Todos los proyectos me aterrorizan, independientemente de la escala o del presupuesto. En todos quiero hacer bien mi trabajo, no llegar ningún día disperso ni olvidadizo. Cuando ruedo quiero agotar todas las oportunidades, pero por el plan de rodaje hay veces que sólo hemos podido hacer una toma. Y si lo haces fatal, ya no hay marcha atrás, es para siempre. Además de esa presión, has de estar en tu marca, pronunciar bien tu frase y no pensar en la crisis existencial que a veces me asalta, sobre cuál es el objetivo de mi trabajo, qué significado tiene la vida y cosas así…
Hablando del sentido de la vida, ¿eras fan de los Monty Python?
Oh, sí. El sentido de la vida (1983) y La vida de Brian (1979) fueron muy inspiradoras en mi adolescencia, pero también el trabajo de Terry en solitario: El rey pescador (1991), Miedo y asco en Las Vegas (1998), es un cineasta con una perspectiva única y una forma personal de trabajar. Así que la oferta de trabajar con él fue un sí inmediato.