“Todo me pasó de manera muy accidental, no fue nada buscado”, cuenta Nahuel Pérez (Buenos Aires, 1986). El actor, que estrena este viernes 29 de junio Nos vemos allá arriba, de Albert Dupontel, es uno de los rostros más pujantes más potentes del actual cine francés gracias a su papel protagonista en esta película sobre la Primera Guerra Mundial y gracias también a su rol en la otra gran cinta gala de la temporada, 120 pulsaciones por minuto, de Robin Campillo. Su periplo profesional arranca hace justo hace 10 años con una beca para estudiar teatro en Nueva York y de ahí viaja a Reino Unido, Argentina, Francia, España, Bélgica, hasta que finalmente, en Cannes sorprende a la crítica congregada. “Todos los proyectos llegaron de forma azarosa y desconectada”, explica. “¿México, Rumania, España? Quién sabe donde me llevará el próximo paso”, bromea.
De momento, el nuevo paso le ha traído a España otra vez para presentar Nos vemos allá arriba, la gran triunfadora en los Premios César, donde se hizo con 5 galardones, entre ellos el de Mejor dirección para Dupontel. La cinta adapta la novela de Pierre Lemaitre, que logró el Goncourt en 2013, y que se enmarca en la serie de libros y películas realizadas al amparo del centenario de la Gran Guerra, en la que se explica las vidas de tres ex combatientes en mitad de una sociedad descompuesta: un joven cuyo rostro queda desfigurado y que trata de renacer inventándose una nueva identidad; su compañero de trincheras, un antiguo contable; y su superior, un teniente sádico que ha medrado en el París de la posguerra.
Un libro condecorado con el gran premio de la crítica, un cómic y ahora una película. ¿Conocías la historia de Pierre Lamaitre cuando Albert Dupontel te propone protagonizar la adaptación?
Nahuel Pérez – No conocía la historia en absoluto. Soy argentino, vivo en Francia y llego a esta historia casi de rebote. Ni me había enterado de la existencia del libro de Pierre, un poco ignorante por mí parte, la verdad, pero creo que eso también fue algo que le interesó a Albert Dupontel, porque vio que yo llegaba a la historia desde un lugar completamente inocente y que no tenía nada que ver con todo lo que cuenta la novela. Creo que le gustó esa idea de inconsciencia con todo el peso de lo que se contaba, esa idea de distancia total.
Tu personaje, Edouard Péricourt, acaba desfigurado a causa del impacto de un obús y decide inventarse una nueva identidad. Como actor, ¿cómo afrontaste el papel de un personaje que está interpretando a otra persona nueva?
Nahuel Pérez – Inventarse a si mismo es la única manera de sobrevivir a la guerra porque, sea en el campo de batalla o como superviviente, una guerra acaba matándote. Mata tu identidad, el futuro, los sueños. Lo vemos con muchos casos de supervivientes que lamentablemente acaban suicidándose por no sentirse capaces de reinsertarse en la sociedad, y también porque la sociedad no quiere mirar a los ojos del que sobrevive, porque son personas que conocen el horror de la guerra. Es más fácil dar voz a los mártires, ponerlos en un lugar de heroísmo y de gloria porque son figuras que no pueden hablar y no pueden contar nada. En este sentido, era muy interesante cómo a través de la clandestinidad y del cambio de identidad Edouard se siente capaz de renacer y cómo también desde esa nueva identidad propone esta estafa tan loca, esta estafa a la nación francesa. Sin duda, lo que planean puede ser cuestionable en términos éticos, pero funciona como un acto poético y político de gran envergadura con el que ponen en jaque estas cuestiones tan idiotas de patriotismo, nacionalismo inútil e insensato que lo único que hace es justificar la violencia de una gran guerra.
Es más fácil dar voz a los mártires, ponerlos en un lugar de heroísmo y de gloria porque son figuras que no pueden hablar y no pueden contar nada.
Con el centenario de la Gran Guerra, muchos archivos han ido saliendo a la luz: fotos, cartas, películas. ¿Cómo os documentasteis?
Nahuel Pérez – Las imágenes de los supervivientes de la Guerra Mundial son muy duras, porque son hombres desfigurados de por vida que pasaron a formar parte de una subclase que a su vez es una subclase monstruosa. Llevan la marca del horror en la cara día tras día. Vimos material de todo tipo, pero estudiamos ya más concretamente clases de swing, piano, o dibujo. Intentamos hacer hincapié en la parte mas creativa y extravagante de ese periodo de entreguerras, el surrealismo, el dadaísmo, esos lugares que eran los espacios que visualmente y emocionalmente iban a ser mas potentes para el desarrollo del personaje. La tragedia que sufre es muy concreta, porque no hay punto medio, pero sí lo hay en el renacer y teníamos que encontrar esa vitalidad que le empujaba a continuar. Lo que más estudié fue la cuestión de la voz esofágica, que es una voz artificial que aprenden las personas que tienen que ser operadas de las cuerdas vocales o la gente que tiene cáncer de laringe, por ejemplo. Son personas que aprenden a hablar de nuevo haciendo un encadenamiento de eructos. Hablan con eructos, es increíble. Esta sonoridad era imprescindible para encontrar esa voz de garganta tan extraña y difícil de generar, y acercarme al máximo a esa modulación para que fuera en pantalla lo más natural posible.
Sobre tu interpretación en ‘Nos vemos allá arriba’ hablas de cómo os centrasteis en darle alas al personaje en vez de centraros en la tragedia. Llama mucho la atención las distintas máscaras que viste y tras las que esconde su rostro. ¿Cuál de las que usa fue la que más te conmovió?
Nahuel Pérez – Todas eran increíbles, pero si he de escoger una, me encanta la mascara de la boca que cambia de rostro sonriente a faz de tristeza y me gustaba en tanto que asumía ese costado de impostor del personaje, de que había determinadas cosas que parecían no importarle nada y al mismo tiempo, con un simple gesto, mostraba su felicidad o su congoja. Esa simpleza me parecía muy atractiva hasta el punto de que me gustaría poder ser así en la vida real. También la mascara de la mujer era muy impactante porque tenia una cabellera muy pesada, y cuando te la ponías sentías el peso en el cuerpo, era muy física y te hacia caminar de una manera o poner el cuerpo de otra. Y luego, claro, la mascara del pájaro, que era muy liviana porque era todo plumas, muy ligera de portar. Esa mascara era muy espectacular.
El cansancio es algo muy relativo. Cuando uno trabaja en películas que encuentra inspiración, el cansancio se reduce.
Edouard es un personaje que lleva una tragedia dentro muy intensa. ¿Has disfrutado con este personaje?
Nahuel Pérez – Es un personaje muy complejo, hay que decirlo, y un rodaje que implicó mucho tiempo, muchos meses. La manera y todo lo que implica filmar este tipo de películas exige mucha paciencia. Esos planos tan espectaculares necesitan de mucha paciencia y a veces se pude volver un trabajo muy técnico. Pero por eso es tan importante el proceso de preparación, porque uno empieza a incorporar cosas en el personaje que después, mas allá de que el rodaje sea o no muy técnico, aun perviven cuando ya te pones a interpretar.
‘Nos vemos allá arriba’ y ‘120 pulsaciones por minuto’ se han estrenado en menos de seis meses en nuestro país. Y las dos son películas muy exigentes, en términos de interpretación. ¿Encadenaste los rodajes?
Nahuel Pérez – Primero rodé Nos vemos allá arriba y después la película de Campillo. Igual tuve un momento de descanso entre una y otra película, pero no sé, el cansancio es algo muy relativo. Cuando uno trabaja en películas que encuentra inspiración, el cansancio se reduce. Creo que el cansancio aparece cuando uno da y da en contextos en los que no se recibe nada a cambio.