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    'Clímax': Estas son las influencias de la rave del horror de Gaspar Noé

    De Luis Buñuel a Daft Punk, nos detenemos en los nombres que resuenan en la flamante ganadora del Festival de Sitges.

    Rodada en tan solo 15 días, sin guion y con un grupo de actores no profesionales, todos ellos bailarines de diversos estilos urbanos, Climax es la enésima provocación del franco-argentino Gaspar Noé además de la flamante ganadora de la 51ª edición del Festival de Sitges.

    La película de Noé (Irreversible) nos traslada a los años 90 y sigue a un grupo de bailarines durante una noche en una fiesta que se transformsa, sangría mediante, en una pesadilla de sangre, sudor, sexo y muerte. Con sus impactantes imágenes aún en la retina, desgranamos algunas de las películas y temas que resuenan en Clímax, de Buñuel a la música dance de los 90.

    'El ángel exterminador', de Luis Buñuel

    Tamasa Distribution

    En 1962, el aragonés Luis Buñuel encerró a un grupo de burgueses y otros miembros de la élite urbana mexicana en una habitación e hizo de El ángel exterminador un clásico de la claustrofobia, entre el cuento de terror y el cine fantástico de carga social. En Clímax, Noé también encierra a un grupo de personas en una nave, en este caso, de la que les resulta imposible escapar (indemnes).

    'La gran comilona', de Marco Ferreri

    Otra película sobre el encierro de cuatro figuras de la sociedad civil (burguesa), en este caso un piloto, un ejecutivo de televisión, un cocinero y un juez, que se reunen para comer hasta morir, en una especie de suicidio colectivo provocado por todo tipo de excesos: gastronómicos, sexuales y narcóticos. ¿Cuál es el límite de un cuerpo? se interroga La gran comilona, clásico de Marco Ferreri de 1973 con el que Clímax guarda no pocas similitudes.

    'Saló o los 120 días de Sodoma', de Pier Paolo Pasolini

    D.R.

    Pier Paolo Pasolini puso el dedo en la llaga con esta otra obra maestra de 1975 sobre la claustrofobia y la autodestrucción (sordida) de lo humano. Pasolini tomó como punto de partida los últimos días de la República de Saló, en los estertores del régimen fascista, pero sus dardos disparaban hacia la complacencia de una burguesia italiana que miraba hacia otro lado. Saló o los 120 días de Sodoma fue censurada y estuvo prohibida en varios países, España entre ellos. Poca duda hay de que Clímax es heredera de esa bacanal de excesos y deshumanización que propuso Pasolini.

    'El odio', de Matthieu Kassovitz

    D.R.

    Tres chicos de tres etnias distintas –judío, árabe y un chico de origen africano–, luchan contra el odio de la policía a lo largo de un día entero en los suburbios de París. En El odio, Kassovitz se inspiró en los hechos del 6 de abril de 1993, en los que un chico de 17 años de ascendencia africana moría de un disparo en la cabeza en una comisaría en París, con el objetivo de hablar del odio racial enraizado en la sociedad francesa. A ese odio racial también alude Noé en Clímax al poner en escena a un grupúsculo multiétnico y al relatar las fricciones que se generan una vez las máscaras sociales caen.

    'La Question Humaine', de Nicolas Klotz

    Aparentemente no puede haber dos películas más opuestas que la cinta de Noé y este trabajo de Nicolas Klotz de 2007, que ahonda en la pervivencia en las corporaciones multinacionales de ciertas estructuras y dinámicas de los regímenes fascistas, pero detrás de la rigidez estética de La question humaine y detrás de la voluptuosidad narcótica de Clímax se esconde una profunda crítica a unas prácticas del estado, público y privado, que, a la postre, niegan la máxima de la fraternidad, legalidad e igualdad de la que hace gala Francia. Además, la escena de la rave de La question humaine contiene el magma de la pesadilla que también aparece en Clímax.

    '196 bpm', de Romuald Karmakar

    Estructura en tres partes –intro, linientreu y Hell at Work–, el documental de Romuald Karmakar nos sumerge en la Love Parade de 2002 en una narración sin diálogos y guiada por la música y algunos fragmentos de conversaciones registradas de manera más o menos casual. 196 bpm no solo pone en escena las diversas maneras de entender el techno, sino también los múltiples puntos de vista que se ponen en juego en un evento de estas características. También en Clímax Noé juega con los cambios de puntos de vista y las transiciones entre espacios a lo largo de la noche en que acontece su película.

    Daft Punk y los bailes urbanos

    Thomas Bangalter, mitad de Daft Punk, ha firmado parte las bandas sonoras de Irreversible y Enter the Void, y contribuye al soundtrack de Clímax con los temas Sangría y What to Do, además de prestar Rollin' & Scratchin', de los Daft Punk. Es muy complicado entender el cine de Gaspar Noé sin el papel que la música electrónica ejerce en sus relatos, y aquí, trasladados a los años dorados del French Touch, el electro esquizoide de Aphex Twin, y el Tech-House, tenían que hacer acto de presencia los nombres más rutilantes de la década. "Para respetar la época en que tiene lugar la película, toda la música -la electrónica y la melódica- es anterior a mediados de los noventa. Y para crear un estado emocional de cercanía, intentamos elegir temas que el público más amplio reconociera...", dice el cineasta.

    Y si Daft Punk es un nombre imprescindible en Clímax, también lo es el baile. Y así lo deja claro Noé: "En cuanto al baile, exceptuando la primera escena que sí que fue coreografiada, los bailarines tenían libertad para expresarse en su propio idioma, en muchas ocasiones, casi inconscientemente, revelando su desorden interno. En estilos como el vogue, el waacking o el krump, los bailarines demuestran su destreza física con una espontaneidad pasmosa. Esto, con bailarines tan buenos, es una auténtica delicia."

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