Diana Toucedo (Pontevedra, 1982) es conocida en el cine independiente español por su trabajo como montadora (La noche que no acaba, de Isaki Lacuesta o A estación violenta, de Anxos Fazáns), y con su debut como directora Trinta Lumes ha logrado situarse como uno de los talentos a seguir desde que se estrenara hace justo un año en la Berlinale de 2018.
Se trata de un trabajo muy evocador y elegante que transita entre el documental y la ficción para retratar O Courel, una región gallega de la provincia de Lugo, a través de la figura de Alba, quien a sus doce años desea descubrir lo fascinante de la muerte. Trinta Lumes, que llega a las salas el 8 de febrero de 2019, es un viaje por la tradición y la cultura popular de Galicia, y con el que hemos hablado con Toucedo durante su paso por el D'A Film Festival, donde se hizo con el premio de la crítica.
¿Qué te evocaba el escenario de la sierra de O'Courel para regresar y realizar este viaje de seis años que ha cristalizado en la película ‘Trinta Lumes’?
Diana Toucedo – En realidad, la sierra de O’Courel era de las pocas zonas de Galicia que no conocía. Llevaba ya varios años viviendo en Barcelona, y la película parte de un momento vital de mucha reflexión y análisis personal que me llevó a cuestionarme mis raíces. No sabía si quería hacer una película o si quería conocer una parte de esa Galicia que en el fondo tenia dentro y quería encontrarla fuera, porque este viaje tenía mucho que ver con parte de mi infancia, mis abuelos, con esos elementos biográficos que necesitaba, paradójicamente, encontrarlos en otro lugar. Por otra parte, en Galicia el paisaje y las tradiciones han cambiado mucho, a excepción de esa zona rural de la sierra de O’Courel. Ahí vivía una amiga que trabaja de profesora y, en cuanto lo pisé, lo tuve claro: este es el lugar.
Retratas la sierra de O’Courel como si fuera un lugar fuera del tiempo. Casi como si fuera un escenario imaginario.
Diana Toucedo – Quería partir de ahí para trabajar algo que a mí personalmente me obsesiona mucho: la construcción del tiempo. En el ámbito cinematográfico trabajo como montadora, y la construcción del espacio/tiempo es una de nuestras principales obsesiones como profesionales. También quería mostrar una idea de tiempo que es profundamente gallega, en la que el pasado, el presente y el futuro quedan como entrelazados, y ya no es una idea de tiempo más lineal y estanca. En la película queda claro que ese pasado sigue muy vivo y latente. En la cuestión de las presencias, sobre todo, en esos espíritus y almas, esa muerte invisible que llega y transforma la vida que puede ser un tiempo diferente, y que son el sustrato de muchos de los mitos y leyendas de esa zona.
En ‘Trinta Lumes’ utilizas los relatos fantásticos para trenzar todas esas cuestiones de las que hablas: el pasado, el presente, lo vivo y lo muerto.
Diana Toucedo – Absolutamente, pero es algo que ha salido de manera muy natural y a pesar de estar muy trabajado en la película. En el caso de Alba, la protagonista, es lo que hace cuando está con sus amigas. Contar historias de terror o fantásticas es algo muy cotidiano en Galicia.
Para mí, el cine nos acerca a realidades y nos hace próximos a cosas que en otras circunstancias no podemos conocer.
¿Qué viste en Alba para hacerla protagonista de ‘Trinta Lumes’? Nunca es fácil trabajar con menores en el cine, pero en este caso hay algo casi mágico en la presencia de la niña a lo largo de la película.
Diana Toucedo – Llegué a esta comunidad de O’Courel a través del colegio, a través de esta amiga que trabaja como profesora, como te contaba. Una vez ahí, quedé fascinada por este escuela de apenas 30 niños. Muchos estaban solos en el aula, es decir, hay uno o dos niños por clase, y eso me cautivó y me pareció un estupendo punto de partida para explorar otras cosas. Sobre Alba, me pareció importante tomarla como protagonista porque a partir de su figura podía construir parte de la película desde ella, porque me ayudaba a replantearme ciertas cosas vinculadas a cómo percibimos y entendemos el mundo. Para mí, el cine hace eso: nos acerca a realidades y nos hace próximos a cosas que en otras circunstancias no podemos conocer. En ese sentido, Alba era el personaje perfecto para, desde esos 12-13 años, una edad en la que todavía no tienes una mirada muy armada (es decir, con juicios y perjuicios sobre las cosas), que desea lanzarse al mundo y conocerlo desde todos los lugares posibles. Y en el caso de ella, además, estaba esa fascinación por el misterio de la muerte.
‘Trinta Lumes’ es una película que ha vivido diferentes etapas. Presentaste unos esbozos en el (S8) Mostra de Cinema Periférico de A Coruña, luego un primer montaje en el Festival de Ourense, y después la versión final en la Berlinale de 2018. Cuéntanos cómo ha sido todo este proceso de gestar la película definitiva.
Diana Toucedo – En un primer momento, estuvimos dos años investigando y dos años contactando con la gente del pueblo para poder entrar de manera cautelosa en la comunidad. Después, estuvimos un año rodando: fuimos en octubre y noviembre para rodar el otoño, después febrero y marzo para captar el invierno, en primavera y en verano, aunque lo de verano finalmente no acabó entrando. Y después, este proceso que dices de compartir el filme en festivales y laboratorios, como el Arché de DocsLisboa, me pareció importante porque las miradas externas siempre pueden cuestionar y aportar a la película. Este proceso tan dilatado fue al final algo muy positivo porque el tiempo jugó a mi favor: no es lo mismo tomar decisiones meditadas gracias a la distancia que cuando tienes apenas un mes para cerrar el montaje.
El proceso dilatado de 'Trinta Lumes' fue al final algo muy positivo porque el tiempo jugó a mi favor: no es lo mismo tomar decisiones meditadas gracias a la distancia que cuando tienes apenas un mes para cerrar el montaje.
Esta idea de regresar a las raíces personales, a las experiencias propias y a un escenario propio a través del cine parece coger fuerza en el cine más joven actual. Sucedía en ‘Tierra de Dios’, de Francis Lee, en ‘Verano 1993’, de Carla Simón, y también en tu película, ‘Trinta Lumes’, quizá de manera más tangencial.
Diana Toucedo –Creo que la palabra clave aquí es reconciliación. En mi caso, por otros motivos personales, cuando llegué a Barcelona para estudiar cine sentía que Galicia estaba en otro tiempo y que ya no tenía nada que aportarme. Pero con el tiempo sí sentí que tenía mucho que aportarme y que es un lugar que me constituye como persona. Aunque con el viaje que acompañó a la película hubo cosas que no encontré y otras sí, de manera diferente a lo que tenía en mente, sí que descubrí que hay algo con lo que conectaba y me hacía sentir como en casa. Y ahora siempre digo que en el Courel tengo una segunda familia.