El régimen dictatorial de los Jemeres Rojos ocupó Camboya entre los años 1975 y 1979, dejando como triste legado un terrible rastro de cerca de un millón setecientos mil muertos de una población de ocho millones de personas. El régimen de represión de Pol Pot y su ejército es uno de los temas recurrentes del cineasta Rithy Pahn (S:21, la máquina de matar), por ejemplo, pero ahora el joven animador Denis Do ofrece con su debut Funan una pderspectiva inédita para hablar de la memoria histórica de manera creativa y repleta de dignidad.
Funan nos sitúa en el golpe de estado del ejército de los Jemeres Rojos y en su política de desplazamientos masivos de millones de personas de la capital al campo como esclavos en explotaciones agrícolas. Ese arranque sirve a Denis Do para contarnos la historia de una joven familia, la pareja Chou y Khoun, y su hijo de 4 años, Sovanh. Con motivo del estreno de Funan en las salas comerciales, hemos hablado con Do sobre esta magnífica pelicula de animación, merecedora en el último Festival de Annecy del Premio Cristal al mejor largometraje de la competición.
¿Puedes por favor explicarnos el origen de 'Funan'? Tengo entendido que está basado en la historia de tu madre, quien consiguió escapar de joven del régimen de Pol Pot, los Jemeres Rojos.
Denis Do– Me gustaría puntualizar que Funan es una película de ficción. Está basada en hechos reales e históricos, pero no está realizada bajo un rigor histórico estricto. Hay cosas inventadas, porque queríamos tratar algunas ideas o tramas concretas que solo podíamos hacer a través de la ficción. Todo lo que tiene que ver con el régimen de los Jemeres Rojos es, por supuesto, lo más fiel posible a los documentos y los hechos, pero al revisar algunos testimonios de mi madre me di cuenta que había imprecisiones con respecto a lo que otros testigos me habían contado.
¿Cuál fue el camino personal que emprendiste para llegar finalmente a dar a luz la película?
Denis Do– Cuando era un niño pequeño, mi madre me contaba muchas historias de su pasado. A mí me resultaban fascinantes, porque me interesaba todo lo que tenía que ver con Camboya. Al fin y al cabo, me hablaba de mi abuelo, de mi familia, y yo devoraba todo lo que me explicaba. Fue en 1995 cuando por fin conocí Camboya. Mi padre me llevó con el fin de conectar con ese pasado familiar que estaba desapareciendo, porque mis familiares estaban muriendo. Sin embargo, jamás hubo esa conexión. La realidad del país me impactó mucho, las heridas de la guerra civil estaban ahí y renegué de cualquier tipo de vínculo. A pesar de ello, aún estaba interesado en el país. En 1997 regresamos, pero con la mala suerte de presenciar el golpe de estado que se vivió entonces. Estábamos rodeados de militares, el hotel estaba medio tomado. A la mañana siguiente escapamos a Vietnam. Recuerdo a mi madre decir: “No quiero que mis hijos pasen por lo que yo he pasado”. Hasta años después no me dí cuenta de la relevancia de todo aquello. Así que esas experiencias me condujeron a lo que hoy es la película. Siempre me ha gustado dibujar, y cuando estaba terminando la carrera de animación me di cuenta de que esta era la historia que tenía que contar. En este sentido, mi deseo no era hacer un filme muy pegado a la realidad o a la Historia con mayúsculas, sino que quería usar la realidad para contar cosas y compartir cosas sobre la cuestión de la dignidad del ser humano, la generosidad, la humanidad.
Mis experiencias del pasado me condujeron a lo que hoy es la película. Siempre me ha gustado dibujar, y cuando estaba terminando la carrera de animación me di cuenta de que esta era la historia que tenía que contar.
Por todo lo que explicas, 'Funan' es una película que se ha estado gestando a lo largo de estos últimos 20 años.
Denis Do– Sí, completamente. Y, de alguna manera volver a todo ello me ha permitido enfrentarme a unos cuantos fantasmas propios. Me explico: en los créditos finales de la película se puede leer que está dedicada a mi madre y hermano, pero también a todos los exiliados que ha provocado el régimen de los Jemeres Rojos. En esa dedicatoria no está solamente la gente que tuvo que escapar del país esos años. Por supuesto, fue una decisión muy dolorosa, pero los camboyanos que huyeron siempre han tenido una identidad muy clara y siempre, a pesar del trauma, han sabido cuál es su lugar. Hay una segunda clase de exiliados, que son la gente como yo, los hijos de los exiliados, la segunda generación de migrantes que nace y crece en un país que supuestamente es el suyo pero que tampoco lo acaba de ser. Es una cuestió delicada y de difícil encaje. Porque aunque tú te sientas ciudadano de ese país (de acogida para mis padres), tu entorno siempre acaba recordándote que no eres, por ejemplo, europeo. Cuando me preguntaban de joven de dónde era y respondía que de Francia, esa respuesta nunca servía. Y no estoy hablando necesariamente de cuestiones de racismo, para nada. Más bien tiene que ver con la ignorancia, con el desconocimiento. Y de ahí también mi interés en descubrir cuáles son mis raíces.
El nombre de la película, 'Funan', hace referencia al antiguo imperio que comprendía varios países del sudeste asiático como Camboya y parte de Vietnam. ¿Por qué decidiste titular tu película con este nombre tan específico?
Denis Do– El significado del título no está explicado en la película, cierto. Funan era el nombre de un antiguo imperio que surgió en el siglo VIII y estaba compuesto por una serie de ciudades estados unificadas. Supuso el gran momento de esplendor de la cultura camboyana, aunque, paradójicamente, Funan es un nombre que proviene de China, no es una palabra del idioma camboyano.
No quería que 'Funan' fuera un catálogo de las aberraciones y de la violencia perpetrada por los Jemeres Rojos. Lo contrario hubiera sido traicionar a las víctimas.
El dibujo de 'Funan' es muy sencillo y la naturaleza tiene mucho protagonismo. Al mismo tiempo, hay un detalle que llama mucho la atención y transforma la cinta en un relato repleto de humanismo. Me refiero a la ausencia casi total de violencia. Obviamente, la crueldad del régimen de los Jemeres Rojos planea por la película, pero no enseñas escenas de violencia. ¿Fue algo intencionado?
Denis Do– Me alegro que hayas mencionado esta cuestión, porque algunos periodistas no han visto esa falta de violencia como un aspecto humanístico, sino que han acusado a la película de querer ‘blanquear’ el legado de los Jemeres Rojos. Personalmente, creo que han sido muy perezosos a la hora de ver y apreciar el filme porque mi intención, y es una decisión que tenía claro desde el principio, era no convertir mi película en un catálogo de las aberraciones y de la violencia perpetrada por los Jemeres Rojos. Funan tampoco es una película rigurosa con la Historia. Yo quería hablar de las víctimas, de su lucha, su dignidad y sus recuerdos, y mostrar la violencia hubiera sido traicionarles.