Las dos horas de cola para la proyección, en 35 mm, de Érase una vez... en Hollywood supieron ayer a poco. La película del Festival de Cannes que más se hizo esperar estuvo a la altura de las circunstancias, por lo menos para este cronista, ya que la recepción crítica ha sido de lo más variada. Para nosotros, se trata de la película más festiva de Quentin Tarantino, que ya es decir. En cuanto terminan sus apabullantes 159 minutos, sólo quieres una cosa: volver a verla.
Siguiendo con la propia experiencia del filme, este nos seduce de entrada con una (extrapolable) guerra de formatos entre el cine y la televisión, marco en el que se ha desarrollado la carrera de Rick Dalton (Leonardo DiCaprio), y de su doble Cliff Booth (Brad Pitt). La cómica vida de ambos dará un giro con la llegada de una glamurosa vecina: Sharon Tate (Margot Robbie), en pleno fatídico 1969. Y el resto, como suele decirse, es historia. O no. La película tarda en contagiar su magia, quizás porque nos sobrepasa con su hiperbólico despliegue de guiños con fondo de neones angelinos. Toda la información es inasimilable en el primer visionado. Pero en cuanto nos acostumbramos a los personajes, la película coge vuelo y ya no hay quien la pare. Como cualquier fiesta exitosa, describe una línea ascendente, hasta que alcanza su pletórico clímax, con más canciones que nunca por el camino, y todas muy de la época. Una gramola imparable en la que cualquiera puede reconocerse. Ahí están, por ejemplo, 'hits' máximos como el 'Summertime', de Billy Stewart; el 'California Dreamin', de José Feliciano, o sobre todo, sobre todo, el 'Out of Time', de los Rolling Stones, en una escena particularmente gloriosa.
Quizás Érase una vez... en Hollywood se haya acabado a la carrera para llegar a Cannes, quizás queden detalles por pulir, quizás la forma definitiva del filme acabe siendo (ligeramente) distinta cuando llegue a nuestras pantallas el próximo 15 de agosto. Quizás sea pronto para hablar de obra maestra, o decidir qué lugar ocupa en su filmografía. Eso será después de otros visionados, de momento estamos superados. Pero no cabe duda de que, después de Django desencadenado y Los odiosos ocho, Érase una vez en... Hollywood es un subidón. Un cóctel irresistible que combina carta de amor a Los Ángeles, al Nuevo Hollywood y a la cultura pop de los 60. El metajuego con el caso de Sharon Tate, y la confusión de direcciones que se dio en la realidad, quizás sea previsible, pero no por ello menos plausible. 25 años después de la Palma de Oro de Pulp Fiction se ha cerrado un círculo.
En cuanto a la conferencia de prensa, ha sido lo opuesto a la película. Tarantino, malhumorado, ha soltado hachazos monosilábicos. Cuando le han preguntado por Roman Polanski, que si lo había consultado para contar esta historia: “No”. Más tarde ha especificado que es “muy fan del trabajo de Polanski en general, y de La semilla del Diablo en particular”. En la película aparece la novela Ira Levin, pero a Polanski se le ve fugazmente y como un personaje ridículo. Tarantino también ha explicado que “la fascinación por el asesinato de Sharon Tate proviene de que, cuanto más lees sobre el caso, menos entiendes lo que pasó. La película viene a ser una reacción a la pérdida de inocencia que aquel suceso trajo consigo”. Y ha especulado aventurando que su vinculación podría venirle de largo: “Cuando tenía seis años, mis padres me llevaron a dar un paseo a caballo como los que organizaba la familia Manson, y no sé, quizás se trataba de aquel rancho”.
El momento más desenfadado de la rueda de prensa ha llegado cuando ha reconocido que, pese a que aparentaba lo contrario, vive el momento más feliz de su vida: “Mirar atrás hoy en día me lleva a pensar en cosas diferentes que hace cinco o tres años, y eso es porque me casé hace seis meses. Me he casado por primera vez, y sólo ahora he conocido el amor ideal”. La elegida es la israelí Daniela Pick, que tiene una breve aparición en el filme.
Sobre la interminable (quizás más interminable que nunca) lista de referencias del filme, Tarantino ha comentado algunas. Por ejemplo, que además de citarlo explícitamente, la película de espionaje que interpreta Rick Dalton durante su periplo italiano es un homenaje a su amado Sergio Corbucci, concretamente a Death on the Run (1967). Y ha señalado que suprimió una escena “en la que Rick hace una prueba para La gran evasión” (John Sturges, 1963), que siempre será especialmente recordada por aquella huída en moto doblemente protagonizada por Steve McQueen. La aparición de este, interpretado por Damian Lewis, es un poco de Muchachada Nui. Quizás el elemento más disonante del filme, que avanza tan veloz como Pitt conduciendo por las calles de L.A.
Tarantino quizás estuviera molesto por alguna pregunta sobre “violencia contra las mujeres”, pero el resto del equipo tampoco ha estado muy locuaz. Margot Robbie, que se pasea por la película más como un icono que como un personaje de una pieza, tiene sin embargo una entrañable escena en la que va al cine para disfrutar anónimamente de la que sería su penúltima película (La mansión de los siete placeres). Para ella su misión era “arrojar luz". "He investigado, y todos los que la conocieron decían que era un rayo de luz. Mi parte es, sobre todo, un homenaje a Sharon Tate”.
Entre Brad Pitt y Leonardo DiCaprio tampoco ha habido la misma química que tienen en pantalla. Al margen de intercambiar algunos piropos de cortesía, y de reconocer un cierto paralelismo en sus respectivas carreras, DiCaprio ha dicho que se “identificaba con el personaje”, o que más bien veía reflejadas las experiencias de conocidos suyos, ya que él, está claro, ha tenido “mucha suerte”. “Hablar con Quentin es como hablar con una base de datos. Nos dio tal Biblia sobre cada uno de los personajes, que era muy fácil improvisar cuando nos lo pedía, porque lo sabíamos todo de ellos”. Pitt se conformó con afirmar que “los dos personajes podían formar una sola persona. Rick está profundamente deprimido. Pero Cliff ya ha superado esa fase, y sabe tomar lo que le da la vida”.
Muy buena la película, pero un fracaso de rueda de prensa. Los cazadores de titulares están un poco más tristes de que todo esto acabe pronto.