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    'Italian Exploitation': Cuando la serie B copiaba los éxitos de Hollywood

    Tras cultivar el 'spaghetti western' y el 'péplum', los cineastas transalpinos comenzaron a hacer cine de género, plagiando todo lo que llegaba de Estados Unidos. Esta es su historia.

    Italia siempre ha sido un país que ha dado grandes obras al cine. Nombres como Pasolini, Bertolucci o Fellini, no han hecho sino agrandar más y más la magnitud séptimo arte. El país transalpino siempre ha sido considerado a la vanguardia cinematográfica. Pero no todos iban a ser leyendas y artesanos de la cámara. Al igual que en España tenemos a cineastas como Manuel Esteba (Los Kalatrava contra el imperio del Karate) o Enrique Guevara (Las aventuras de Zipi y Zape), los italianos no iban a ser menos, y dieron al género fantástico una cantidad ingente de subproductos perpetrados por auténticos caraduras que copiaban los grandes éxitos de Hollywood sin ningún tipo de pudor. Era una época en la que el 'spaghetti western' y el llamado 'péplum' ya estaban de capa caída. Fue a comienzos de los 70 cuando comenzó el auge de plagiar todas las ideas que venían de Hollywood.

    Hay dos principales cuestiones por las que Italia era el país idóneo para la producción de copias, 'remakes' y secuelas de serie B:

    • El doblaje: la mayoría de las películas internacionales se rodaban con sonido directo, pero en el país transalpino a alguien se le ocurrió que, para ahorrar en coste, tanto los diálogos como la música fueran grabadas en un estudio y montadas posteriormente en la película. De este modo, también, podían tener a actores que no fuesen italoparlantes en sus producciones, y así doblarles posteriormente por intérpretes que sí lo fuesen.
    • Las leyes de propiedad intelectual: el 'copyright' en Italia permitía que un avispado productor pudiese rodar la secuela de una cinta original, de la cual no tenía los derechos. No hablemos ya, de la libertad a la hora de plagiar claramente una idea ya llevada a cabo.

    Si bien el cine italiano de 'serie B', había dado grandes obras en los 60, sobre todo dentro del género del 'spaghetti western' y del llamado 'giallo' (género que recibe su nombre del amarillo que poblaba las portadas de los libros baratos de misterio, muy populares en aquella época), algunos productores aprovecharon los dos puntos anteriores para rodar sus propias secuelas y copias, y venderlas al extranjero como si de originales se tratara. Este tipo de productos solían llegar a España en formato doméstico, e incluso llegaron a estrenarse en algún cine de barrio con programa doble. Estas salas necesitaban largometrajes de relleno, debido a que no podían hacer frente a los costes que suponía la proyección de dos cintas de estudio, por lo que estas cintas baratas eran perfectas para llegar a objetivos. Por otro lado, a comienzos de los ochenta, llegó el auge del videoclub y, como los propietarios antes citados, los dueños de estos espacios requerían de "fondo de armario" para llenar sus estanterías. Todo esto, sumado a que por aquellos días no existía la gran cantidad de información que existe hoy en día en torno al séptimo arte, hizo que muchos espectadores pagasen por lo que creían que era la segunda parte de un gran éxito y que luego se encontrasen con un subproducto de tomo y lomo.

    Poco a poco, la audiencia fue descubriendo el "tocomocho" italiano, por lo que los ávidos directores y productores comenzaron a usar pseudónimos anglosajones para hacer pasar sus películas por producciones estadounidenses. Detrás de nombres como Vincent Dawn, Drake Floyd o David Hills, se esconden cineastas como Bruno Mattei, Claudio Fragasso o Aristide Massaccesi (más conocido como Joe D’Amato). Para más inri, algunos distribuidores se sumaron a la fiesta y titularon como si de secuelas se tratase a largometrajes que poco o nada tenían que ver con la original. A pesar de que en sus repartos estas producciones contaban con actores norteamericanos más o menos conocidos, también muchos intérpretes italianos decidieron usar un alias para aparecer en los créditos de estas cintas. De esta manera un espectador podría ver un cartel o una carátula de una obra ‘made in italy’ y confundirla con un filme rodado en Hollywood.

    El caso de Bruno Mattei

    La obra de Bruno Mattei es una de las más sonadas dentro de la vasta filmografía italiana. Conocido por sus chapuceros títulos de explotación, el realizador romano llegó incluso, en sus últimos días, a copiar sin ningún tipo de pudor a otro desastroso artesano de la caspa en 35mm: el alemán Uwe Boll (famoso por sus adaptaciones cinematográficas de videojuegos de más o menos éxito). Mattei decidió plagiar, nada más y nada menos, que House of the Dead (2003), la versión fílmica del 'shooter' de Sega, que se hizo muy popular a mediados de los noventa en los salones recreativos de todo el planeta. El cineasta la tituló Island of the Living Dead (2006) y contó con un reparto plagado de caras desconocidas del cine italiano y estadounidense.

    Tras comenzar su carrera como asistente de edición o montador de directores como Nick Nostro (El triunfo de los diez gladiadores), Sergio Sollima (3S3, agente especial) o Sergio Grieco (El caballero de la banda negra), Mattei decidió dar el salto a la dirección con Armida, il dramma di una sposa, a comienzos de la década de los 70. A partir de ahí, fichó por la productora Flora Films y, como hizo el bueno de Enzo G. Castelari, se convirtió en un director de "lo que público demandaba". Pero, a diferencia del realizador favorito de Quentin Tarantino, Mattei se dedicó a plagiar todo lo que tenía éxito al otro lado del atlántico (Robowar es una clara copia de Depredador), o bien a hacer pastiches de géneros (como fue el caso de Apocalipsis caníbal, mezcla de muertos vivientes y canibalismo). Uno de los casos más llamativos de su filmografía es cuando decidió (sin el permiso de James Cameron, claro) rodar la secuela de Terminator, titulada Terminator 2: Shocking Dark (1990), con la que muchos jóvenes de los 80 picaron en el videoclub, creyendo que volverían a ver a Schwarzenegger en acción. Sin embargo, en su lugar se encontraban con una cinta que imitaba a Aliens: El regreso. Sus chapuceros filmes están plagados de fallos de 'raccord', diálogos incomprensibles, explosiones sin demasiado motivo y efectos especiales de baratillo. El director, que pasó sus últimos días rodando en Filipinas, dejó como testamento cinematográfico en 2007 el filme Zombies: The Beginning.

    Secuelas sin licencia

    Pero Mattei no fue el único en lanzar una secuela sin contar con nadie del equipo original y prácticamente a espaldas de la productora. Uno de los cineastas con los que más colaboró el responsable de Robowar, fue el realizador Cluadio Fragasso que se especializó como asistente de dirección, hasta comenzar su periplo en solitario tras las cámaras. A él se le atribuye una de las segundas partes más rocambolescas la cinematografía italiana: Troll 2 (1990). En realidad, este filme iba a titularse Goblins, pero los productores (entre los que se encontraba él mismo) decidieron aprovecharse del éxito cosechado en formato doméstico de una cinta de MGM: Torok, el troll. Fragasso rodó este largometraje sin apenas medios en Utah, donde se rodeó de actores no profesionales y contó con unos efectos de maquillaje muy pobres (las máscaras que portan los actores que hacen de trolls pasarán a los anales del cine cutre). El resultado horrorizó a los críticos de la época (la cinta pica un 6% en Rotten Tomatoes) y dio lugar, años después, a un documental titulado Best Worst Movie (2009).

    Siempre es complicado darse a conocer en la industria, pero si lo haces rodando la secuela de una de las mejores cintas de ciencia ficción de todos los tiempos, la cosa cambia. O eso debió pensar el realizador Ciro Ippolito cuando perpetró en 1980 la falsa secuela Alien 2: Sobre la Tierra (titulada Alien 2: Sulla terra en su país de origen), dos años antes de que viera la luz la cinta de James Cameron. En esta ocasión, se nos cambia a la teniente Ripley por un grupo de torpes espeleólogos que encuentran unas extrañas rocas. Estos minerales esconden un secreto de origen extraterrestre que se convertirá en su peor pesadilla. Estamos ante una cinta mucho más gore que su predecesora original, pero también mucho más aburrida (está plagada de escenas de relleno para llegar a la duración normal de un filme) y con unos FX la mitad de impactantes. Pasará a la historia también, por el chasco que se llevaron muchos incautos creyendo que iban a ver una secuela del filme de Ridley Scott. Pero a ellos ya nadie les devolverá su dinero.

    GPS Films

    Los productores y distribuidores españoles se suman a la fiesta

    Hay que tener en cuenta que, pese a lo que el público italiano pensase, su cine comercial era muy bien visto de puertas afuera. Ahí están los western de Sergio Leone o las cintas policíacas de Fernando di Leo. Es por ello por lo que en España, muchos propietarios de compañías distribuidoras, como José Frade o Enrique Cerezo, compraban gran cantidad de cine italiano para ser comercializado en nuestro país. En algunas ocasiones, y ante la baja calidad del producto adquirido, estos empresarios daban permiso para convertir a esas producciones 'exploitation' en secuelas de algún gran éxito de Hollywood. Este es el caso de L'ultimo squalo, que aquí se estrenó como Tiburón 3 (1981), una cinta en la que Steven Spielberg nada tuvo que ver y que fue perpetrada por el antes citado Enzo G. Castellari. Los responsables del cambio fueron J. F. films de distribución (propiedad de Frade), quienes también tuvieron culpa en el cambio de nombre del personaje Pierino por el de Jaimito, dándole un tono mucho más castizo a aquellas comedias transalpinas tan picantes. Fuera de todo lo que llegaba del país transalpino, la picaresca de muchas de estas empresas rozaba el surrealismo: aprovechándose del éxito de sagas como Porkys (por ejemplo el filme Algo pasa con Porkys, que en realidad se trata de la cinta de los 70: Revenge of the Cheerleaders) o de utilizar a actores del montón para hacerles pasar por estrellas (inenarrable es la carátula del VHS de Paper Dragons (1987) en la que se puede leer: "Chuck Jeffreys es Eddie Murphy").

    Los géneros 'exploit' por excelencia

    El primero de los géneros más cultivados en aquella época es el llamado 'zombi'. El desaparecido George A. Romero había conseguido gran éxito internacional con La noche de los muertos vivientes, por lo que los italianos comenzaron a explotar el subgénero en gran medida, con mayor o menor éxito. Uno de los títulos más punteros de la época fue Nueva York bajo el terror de los zombis (1979), que originalmente se lanzó como una segunda parte de Zombi (dirigida por el propio Romero), realizada por, el hoy en día cineasta de culto, Lucio Fulci. Pero también hay casos de auténtica podredumbre fílmica (y nunca mejor dicho) como Masacre zombie (también conocida como Las noches del terror) rodada en 1980 de forma casi 'amateur' y en la que incluso se nos hace pasar a un actor adulto de baja estatura por un niño pequeño. Tremendo.

    Otro de los subgéneros más utilizados es el de caníbales. Además, de éste se puede decir que es puramente italiano: ya que se cultivó principalmente en aquellas tierras. Todo tiene su origen en el filme Este perro mundo (1962) aunque, sin duda, la cinta que comenzó la moda fue Holocausto caníbal de Ruggero Deodato. Largometraje por el que su director tuvo que comparecer ante los tribunales estadounidenses, ya que las autoridades de aquel país pensaron que se trataba de una película 'snuff'. El cineasta tuvo que acudir con los actores protagonistas a la corte para demostrar que no habían perdido la vida durante el rodaje. Después vendrían ¡Comidos vivos! (1980) o Caníbal feroz (1981), además de muchas otras.

    Curioso es el tercer caso: podríamos llamarlo 'madmax exploitation', todo un subgénero que bebió claramente de la obra de George Miller, protagonizada por Mel Gibson. Cintas como 1990: Los Guerreros del Bronx (de Enzo G. Castellari), Año 225, después del apocalipsis (Bruno Mattei) o El exterminador de la carretera (Giuliano Carnimeo), son tres claros exponentes de esta tendencia cinematográfica. Cintas postapocalípticas repletas de grandes motocicletas, peleas con cadenas y peinados con cresta.

    Para saber más sobre el tema, está la posibilidad de acercarse al Festival de Sitges, que dedica este año una retrospectiva al tema titulada Apocalypse domani. En ella se proyectarán filmes clave de la 'exploitation' italiana de género, cultivada a finales de la década de los setenta y principios de los ochenta.

     

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