En plena celebración del Orgullo, hemos querido abordar y analizar la evolución del cine LGBT desde una perspectiva más íntima y personal. Para ello nos hemos guiado a través de los ojos y la experiencia del 'podcaster' Alberto Fernández (Zamora, 1987), un amante del cine que ha puesto a nuestro servicio su pasión por el séptimo arte y que, mediante anécdotas y recuerdos y profundizando también sobre aquellos títulos que le han dejado huella a lo largo de su vida, consigue construir un interesante recorrido por la historia de la ficción LGBT cinematográfica y televisiva. Puedes disfrutar de su relato y recomendaciones en el vídeo que encontrarás sobre estas líneas.
Conocido en redes como @BertOff y también por su apodo La Caneli, Alberto trabaja para ser guionista y dedicarse a la divulgación cinematográfica. Actualmente lo hace a través de un 'podcast', ¡Ay, la Caneli!, en el que en cada episodio recibe a un invitado para hablar de diversos temas relacionados con cine, series y cultura popular y que está disponible en iVoox, iTunes y Spotify.
Desde el primer momento en que le proponemos el proyecto, Alberto nos deja claro que su visión y relato "parte desde el punto de vista de un chico gay, y cis, además", así que, advierte, "estará cortada inevitablemente por ese patrón".
"He visto películas de lesbianas, por ejemplo, que a mí me han provocado una impresión, y luego, al comentarlas con amigas lesbianas, me han contado que les han parecido horribles", explica. "Si recomiendo esas películas, soy consciente de que no estoy dando una visión certera del colectivo lésbico porque no soy lesbiana y porque puedo haber visto cosas en esa película que a lo mejor ellas no han visto o, al revés, no haberme dado cuenta de cosas que ellas detestan". "Lo mismo me ocurre con el colectivo transexual", continúa. "He visto películas con personajes transexuales y siempre que veo un personaje transexual lo celebro porque creo que actualmente es el colectivo que más visibilidad necesita y que es necesario que todas las siglas estemos ahí apoyando". Aún así, entre los títulos elegidos por Alberto sí se encuentra Hedwig and the Angry Inch (2001), un musical dirigido y protagonizado por John Cameron Mitchell sobre una mujer transgénero que lidera una banda de rock. "Es una película que me encanta. Por sus mensajes y también por sus canciones. Es una película para sentarte y disfrutar de ella", asegura. "No sé si los transexuales estarán tan contentos con esa representación, pero es una realidad que, como fenómeno cultural, es una película que merece ser destacada. Hubiese sido genial que hubiese sido una mujer transexual quien hubiese interpretado el personaje, pero bueno... Todavía estamos en ello", explica recordando la polémica de La Casa de las Flores. "Hay un montón de actrices trans que están deseando tener una oportunidad. Y ahí es cuando nos damos cuenta de que necesitamos, más que entrar en la pantalla, ocupar nuestro espacio también detrás de las cámaras".
El relato que construye Alberto en torno a aquellas películas y series que le marcaron a lo largo de su vida está repleto de anécdotas que nos ayudan a entender a la perfección el papel que ocupan en sus recuerdos. Algunas de ellas no son especiales para él tanto por su calidad como por el momento de su vida en que le acompañaron o lo que pudo descubrir sobre sí mismo gracias a ellas. Llama la atención escucharle contar cómo vio The Rocky Horror Picture Show (1975) a escondidas o cómo una película francesa poco conocida, Primer verano (2000), que alquiló de tapadillo en una biblioteca, acabó revelándole que alguien, en su misma ciudad, había tenido también una relación especial con el título en cuestión. "Pensé: "Hay alguien ahí fuera, en esta misma ciudad, que tiene mi mismo secreto".
¿Por qué en secreto? "Sobre todo es psicológico", explica. "El daño psicológico de 'estar en el armario' es muy 'heavy'. Te construyes una coraza que luego es difícil quitarse. De hecho, los homosexuales que están en contra de la 'pluma' son fruto de una herencia total de todo lo que han pasado y de todas las corazas que se han puesto encima. Hay que desprenderse de ello y abrazar la 'pluma', abrazar el 'mariconismo' y si eres 'bollera' abrazar tu 'bollerismo' y hacer todo lo que sea que te haga sentir bien".
Del código Hays a la representación actual
¿Está haciendo un buen trabajo la industria cinematográfica a la hora de mostrar la diversidad? "Sí, pero muy lentamente", nos asegura Alberto, que también tiene clarísimo que cine y televisión han experimentado una gran evolución en este sentido y que ahora existe una mayor visibilidad. "Hay más personajes gays, lesbianas, transexuales... De hecho, es algo como muy actual. Ahora todas las series tienen que tener su personaje LGBT y es algo que a mí me resulta muy positivo. Todo lo que sea visibilidad, lo es".
"En los inicios del cine era algo prácticamente invisible. No había personajes LGBT en las películas y, si los había, era una especie de subtexto en el que tenías que tener el ojo muy muy bien entrenado para darte cuenta de que ese personaje tenía un amaneramiento". Eran detalles que para el público en general pasaban desapercibidos, pero que "para esas personas que estaban sedientas de que les diesen algo que les representase eran migajas caídas del cielo. [...] Y eso era precisamente lo que se buscaba: que no 'molestase' demasiado".
Parte de la evolución se nota también en las etiquetas que hoy tenemos tan presentes: género no binario, pansexual, 'queer'. Lo que antes estaba limitado a conceptos muy básicos, que ni el propio individuo sabía describir muy bien, ahora comienza a definir un colectivo tan diverso como el LGBT. "En los años 80 se llamaban 'travestis' y eso ha aguantado hasta nuestros días cuando La Veneno salía en Dónde estás corazón con Marisol 'La Cirujana'. Viene de una cultura del no saber. Acabábamos de salir de una dictadura y nos llamábamos como pillábamos. Afortunadamente, ya podemos ir poniendo nombre y clasificando de alguna forma como nos sentimos". Y eso también se ve en el cine.
Tras una época marcada por la invisibilidad total y el código Hays -que se aplicó hasta finales de los 60-, "poco a poco empiezan a aparecer personajes LGBT en series y en películas, aunque con cuentagotas". Este fenómeno se va extendiendo durante los 70, 80 e incluso 90. "Sobre todo más en películas", puntualiza Alberto. "Porque la tele tiene otra trayectoria que es más complicada".
DIFERENCIAS ENTRE CINE Y TELEVISIÓN AL REFLEJAR LA DIVERSIDAD
Según nos relata Alberto, si nos fijamos en las diferencias entre el cine y la televisión que se hacían en los años 90, por ejemplo, es fácil darse cuenta de que la pequeña pantalla "ha sido más lenta en general en cuanto a temas sociales". "No hablo solo de la homosexualidad, sino de otros temas como el divorcio, las bodas interraciales... La televisión siempre ha ido a rebufo".
Mientras el cine ya estaba representando personajes gays normalizados y que vivían su vida, en las series todavía se esperaba un personaje gay que tuviera importancia en la trama
El primer ejemplo que se le viene a la cabeza hablando de esto es la serie de los 80 Dinastía, que no duda en situar entre su 'top' particular. Alberto describe la mítica ficción como "la 'soap opera' por excelencia que todos los homosexuales estaban deseando ver en los 80" y además señala la importancia de que Steven Carrington (Al Corley/Jack Coleman) fuese la primera vez en la que un "personaje gay era fijo, tenía un peso y una importancia en la trama y su único drama no consistía en salir del armario".
Un ejemplo claro de los diferentes ritmos de evolución en cuanto a representación LGBT entre cine y televisión lo encontramos a mediados de los 90 gracias a dos títulos que todos conocemos muy bien: Philadelphia (1993) y Melrose Place (1992 - 1999). "Mientras en cine ya se había estrenado Philadelphia, a mediados de los 90 mostrar un beso entre dos hombres no estaba bien visto en la industria televisiva", asegura al tiempo que recuerda cómo a Darren Star le 'salió rana' su deseo de mostrar por primera vez un beso homosexual en 'prime time'.
En la industria televisiva, el miedo a dar algún paso que pudiera molestar a los anunciantes fue superándose más lentamente. "Es a finales de los 90 cuando ya llegan Queer As Folk (2000 - 2005) o Will y Grace... (1998 - ...) Definitivamente, la televisión siempre ha ido más a rebufo de todo". ¿Existe una diferencia respecto a las cadenas en abierto o plataformas de 'streaming' en ese sentido? No especialmente. Al menos no en la actualidad. "Se me vienen inmediatamente a la cabeza Fer y David de Física o Química (2008 - 2011). A mí ya me pilló en la universidad, pero recuerdo que había encuestas en la web de Antena 3 y que Fer y David siempre estaban entre las parejas favoritas. Eran siempre de los más votados". ¿Pero qué pasa con los anunciantes? "Cuidado con los anunciantes, que se van"... "Pues que se vayan", zanja Alberto. "En realidad, entiendo que no se trata sólo de eso y que no se puede hacer un programa sin financiación. Pero está claro que también hay que asumir riesgos".
Visibilidad, ¿a toda costa?
Al pensar en personajes gays es muy fácil caer en los tópicos más típicos. El cine, principalmente el comercial, ha representado al colectivo LGBT con una estructura muy básica sin profundizar en la verdadera identidad de sus miembros. Vamos, que lo que veíamos en pantalla era una versión edulcorada y/o exagerada de la realidad.
El tópico más maltratado y que más se ha odiado durante toda la historia del colectivo ha sido siempre el 'mariquita sissy', el 'mariquita' gracioso. Es un tópico con el que el público heterosexual se ha reído tanto de nosotros que se ha llegado a odiar
Alberto está a favor de esta representación, aunque sea un cliché, y reflexiona sobre la razón que hay detrás de que resulte tan incómodo para ciertas personas. "Es un poco un choque. Un poco de: "No quiero que el público me vea representado así para que no me estigmatice". Pero a la vez tenemos que darnos cuenta que eso existe, que somos así y que tenemos que abrazarlo. A lo mejor el que no termina de aceptarse eres tú; no terminas de aceptar tu propia pluma. Yo insisto en la visibilidad a toda costa".
Actualmente existe un interesante debate sobre cómo hay que visibilizar el cine gay. Si se cataloga dentro de este género, ¿no estaremos cayendo en otro tipo de discriminación? Aunque no hay una respuesta clara sobre este tema, Alberto entiende que es necesario hacerlo hasta que sea aceptado por el gran público. “Cuando eres creador, lo primero que haces es escribir sobre tus vivencias, sobre lo que tú conoces, obviamente. Yo, por ejemplo, como creador, estoy un entorno gay. ¿Qué pasa? Que choca frontalmente con la realidad a pie de calle, una realidad heterosexual. Si a un señor de Cuenca, con todo el respeto a los señores de Cuenca, le pones una película con dos hombres besándose, lo va a rechazar".
Aspiro a que llegue un momento en el que no sea necesaria esa diferenciación. Pero tenemos que ser conscientes de que, hasta llegar a eso, también tenemos que visibilizarlo
Castigados por ser gays
No hace falta escarbar mucho en la superficie para encontrar tramas en las que los personajes gays terminan con un final trágico. Dado el elevado número de casos que hay en la historia del cine y la televisión fueron muchos los que se pusieron a analizar esta situación y terminaron por denominarlo como 'Bury your gays'. Esta nomenclatura se usa para explicar cómo los guionistas, consciente o inconscientemente, mataban personajes gays más a menudo que a los heterosexuales, lo que creaba una sensación de que eran más prescindibles. Lexa en Los 100 (2014 - ...), Denise en The Walking Dead (2010 - ...) o Tara en Buffy, cazavampiros (1997 - 2003) son buenos ejemplos de ello.
Hay un fuerte subtexto en este suceso que insinúa que merecen ser castigados por el simple hecho de ser diferentes. Es algo similar a la representación femenina en la ficción. Al final, cualquiera que se salga de los cánones que la sociedad ha impuesto merece pagar por ello. Alberto lo explica así: "La 'femme fatale' era lo que hoy en día se ve como una mujer que hace lo que le da la gana. Pero, en ese momento, estaba fuera de todo orden. La mujer estaba en casa limpiando. Eran amas de casa. Esa mujer que está haciendo lo que le da la gana tiene que ser castigada. Con los homosexuales pasa un poco lo mismo. Cualquier cosa que se saliera de la norma patriarcal, como si dijéramos, debía ser castigado".
¿Qué necesitamos para cambiar?
Sí. Podemos decir que en los últimos años hemos avanzado, pero aún no hemos llegado a la diversidad plena. Incluir personajes gays con tramas complejas y alejadas de su orientación sexual es un gran paso. Pero, para que haya igualdad en la industria, según Alberto, el cambio debe ser mucho más profundo. "Creo que todavía queda mucho camino por delante. Hay que hacer mucho. Simplemente, que nos permitan estar, que permitan que haya creadores gays o creadoras lesbianas, creadoras transexuales que creen proyectos. Que haya directores, guionistas, actrices o actores trans… Más que la visibilidad al contar esas historias, que estén dentro de la industria en sí. Eso es lo necesario realmente".
Después de recorrer un largo camino, la industria -y la sociedad en general- se ha puesto las pilas para visibilizar un colectivo poco (y mal) representado en pantalla. Da la casualidad de que en los últimos meses han triunfado en pantalla las historias de dos grandes músicos homosexuales -Freddie Mercury (Bohemian Rhapsody) y Elton John (Rocketman)- y, poco a poco, cada vez es más habitual la presencia de personajes gays con una narrativa compleja. Ojalá, dentro de unos años, incluso este reportaje quede algo desfasado.
Todos los títulos que marcaron a Alberto:
- El celuloide oculto (1995)
- The Rocky Horror Picture Show (1975)
- Los chicos de la banda (1970)
- Dinastía (1981)
- Melrose Place (1992)
- Philadelphia (1993)
- Brokeback Mountain (2005)
- Hedwig and the Angry Inch (2001)
- Vestida de azul (1983)
- Weekend (2011)