¿Es realmente mala una película que disfrutamos por muchas pegas que le veamos? ¿Habría que aprobar el término "placer culpable" cuando no nos arrepentimos absolutamente de nada tras uno o varios visionados? El cine es algo curioso. Hay títulos que se quedan con nosotros después de haberlos visto, bien sea por las personas con las que los compartimos o por algún otro motivo todavía más íntimo. Y son esas mismas cintas, antes físicas (acumulando polvo) y ahora en una lista de favoritos de una u otra plataforma, las que volvemos a visitar de vez en cuando. Para gozarlas con otros ojos (a veces más avezados) y para, si podemos, pescar los recuerdos de aquello que experimentamos.
Como decía el Don Draper de Mad Men: "Nostalgia es una palabra delicada, pero potente". Por eso hace tiempo que en SensaCine queríamos estrenar una nueva sección, #EraMalaPeroMeGustaba, sobre largometrajes y series que, seamos sinceros, siguen entreteniéndonos o haciéndonos sonreír por mucho que asombre (para mal) al resto. Tras pensarlo mucho, decidí lanzarme con The Shadow (La Sombra), ese estreno superheroico de Universal dirigido por Russell Mulcahy (Los inmortales) que, con Alec Baldwin, coincidió con 'experimentos' como Rocketeer (1991), The Phantom (1996) y Spawn (1997).
¿Pero quién demonios era La Sombra? ¿La conservas todavía en VHS en tu estantería? Se trata del salto al cine del personaje 'pulp' creado por Walter B. Gibson a principios de los años 30, popularizado en radio, novelas, tebeos, tiras cómicas y hasta películas. Pero tampoco hace falta que te conviertas en un experto, dado que nosotros nos vamos a centrar en la The Shadow cinematográfica. Sí que has de saber que sirvió de inspiración a Bob Kane y Bill Finger cuando concibieron a su Batman (ahora mucho más célebre) y hasta a Alan Moore para V, el protagonista de la novela gráfica V de Vendetta.
A principios de los 90, después de estrenar Darkman (1990) y en la línea de la mencionada Rocketeer y de Dick Tracy (1990) de Buena Vista, Universal Pictures decidió apostar por La Sombra. Recaudó menos de 50 millones de dólares y tuvo críticas bastante pobres. Aunque también es cierto que, gracias al éxito de ventas de VHS, DVD y Blu-ray, es considerada ahora como una obra de culto. Baldwin, de 36 años y con La caza del Octubre Rojo (1990), Éxito a cualquier precio (1992) y La huida (1994) a sus espaldas, interpretaba al americano Lamont Cranston, un hombre consumido por sus pecados que, en el Tíbet posterior a la I Guerra Mundial, adoptaba el pseudónimo de Yin-Ko ("Águila Oscura") para transformarse en un temido señor de la guerra y propietario de campos y campos de amapolas para la producción de opio. Un buen día, su vida cambia cuando un hombre santo, el Tulku, le da la oportunidad de redimirse y le enseña a nublar las mentes de los hombres, a hipnotizarlos y a leer sus pensamientos a través de su concentración. También a camuflarse; todo salvo su sombra. Hoy, después de Doctor Strange (2016) de Marvel Studios (con La Anciana, Kamar-Taj, etc), podríamos catalogarlo como un Strange noventero, 'noir' y con un puntito detectivesco.
Tenía poco más de diez años y todavía me acuerdo de lo que me sorprendió entonces el Phurba, la daga voladora de afilados dientes (menuda mala leche tenía) que el Tulku utiliza contra Cranston para que elija el camino de la luz. Una vez completado su entrenamiento, Lamont vuelve a su hogar, esa "miserable madriguera de maldad" que es Nueva York. Al igual que el Hombre Murciélago de DC, Cranston finge ser un 'playboy' de día para, como La Sombra, aterrorizar a los criminales de noche.
La película, con una música para morirse (para bien) del oscarizado Jerry Goldsmith (La profecía), empezaba con una increíble escena inicial en un puente en la que el escurridizo superhéroe, con su constante y misteriosa carcajada, amedrentaba a unos matones de pacotilla y salvaba de paso al doctor Roy Tam (Sab Shimono), reclutado después como uno de sus agentes. Ese era precisamente otro de los detalles que me volvían loco de ella cuando era niño. La Sombra te sacaba de un aprieto mortal y, a cambio, te daba un anillo con una piedra roja (bastante grande, por cierto) que se iluminaba cuando te necesitaba. Pero no es todo. Ojo a cómo se reconocían los agentes entre sí. Uno decía: "El sol está brillando...". Y el otro respondía: "... Pero el hielo está escurridizo". Como diría un angloparlante: "How cool is that?!". Hablamos de una cinta de fantasía y de aventuras durante la década de los 90, así que tampoco podían faltar la bella deuteragonista y el 'maloso' de turno. Hablaremos de ello a continuación.
El villano Shiwan Khan de John Lone (El último emperador) era probablemente lo peor de La Sombra junto a un guion repleto de situaciones innecesarias y rocambolescas -como una en la que un desaprovechadísimo Tim Curry (It) encerraba al protagonista en un tanque que se iba llenando de agua. Aunque he de decir que hacía una sorprendente aparición en un suntuoso sarcófago de plata decorado con grabados y con hasta cinco cierres. En la inscripción, por su parentesco con Genghis Khan, se podía leer: "Kha Khan. El poder de Dios en la Tierra, el sello del Emperador de la Humanidad". Una jovencísima Penelope Ann Miller (Atrapado por su pasado) encarnaba a la 'socialite' Margo Lane, que ponía en peligro el secreto de Lamont porque, sin saberlo, tenía poderes telepáticos. La he vuelto a ver recientemente y he rememorado algo de lo que, lógicamente, no me percaté de niño. Había que colar algo picantón -obligaciones de la época, supongo- y en una escena, después de intentar matarlo por la influencia psíquica de Khan, Margo acaba pasando la noche en la casa del héroe. Este entra en el cuarto donde descansa la joven y ella, tumbada y en camisón, le confiesa un sueño que ha tenido viéndose a sí misma completamente desnuda con el agua del océano bañando sus pies. Lo normal, vamos.
Casualidades de la vida, el padre de Margo, Reinhardt Lane (Ian McKellen antes de Jack y Sarah y Dioses y monstruos y mucho antes de sus Magneto y Gandalf), es un científico que trabaja en un artefacto atómico (exclusivamente con fines científicos y no armamentísticos) y Khan quiere fabricar una bomba con una forma impura de uranio. ¿Tiene algún sentido? No, ninguno. No hay espacio ni para explicar ni para desarrollar las tramas y todo está demasiado apresurado. Afortunadamente, La Sombra sigue siendo una pequeña joya para muchos de nosotros por momentos como aquel en el que Cranston descubre que Shiwan ha escondido su guarida delante de las narices de Nueva York: el Hotel Monolith, invisible para todos los transeúntes.
A partir de ahí, todo muy previsible: la cuenta regresiva de la bomba esférica se pone en marcha, La Sombra entra en el hotel y combate a su enemigo no sin antes aprender a controlar el Phurba de su maestro, el Monolith reaparece delante de los ojos de los neyorquinos y, con telequinesia, el bien se impone sobre el mal de un modo bastante creativo. En una batalla final, rodeados de espejos, Lamont clava en el lóbulo frontal de Khan un trozo puntiagudo de cristal. Las escenas postcréditos no se llevaban por aquel entonces, pero en el desenlace contemplamos al pérfido aspirante a conquistador, ya sin poderes, en la sala acolchada de una institución psiquiátrica. Y colorín colorado, Margo -muy de agradecer que no fuera la típica damisela en apuros, algo sorprendente para los 90- y el justiciero terminan juntos y, supuestamente, con los fantasmas del pasado ya olvidados, continúan viviendo en la Gran Manzana. Ahora depende de ti decidir si The Shadow es buena o todo lo contrario. A mí me sigue encantando.