Un servidor se despide del Zinemaldia después de ver La Red Avispa, última película del cineasta francés Olivier Assayas (Dobles vidas, Después de mayo), presente en las proyecciones Premio Donostia tras verse en Venecia y Toronto. Y cómo nos ha defraudado. ’Thriller’ con ecos a Oliver Stone y Francis Ford Coppola -como ya ocurría en la miniserie Carlos-, no se quita de encima en sus exagerados 130 minutos un tono ridículamente plano, a veces melodramático. Y también desaprovecha por completo un reparto que hubiese sobresalido más en una apuesta con pulso y más firme que este dubitativo marasmo muy lejos de Viaje a Sils Maria (2014) y Personal Shopper (2016).
Abuso de títulos en pantalla para situar al espectador -en lugar de confiar en su inteligencia-, cabriolas entre el suspense, el drama familiar, lo sentimental y hasta el documental… Así, sin centrar el foco, Assayas desperdicia la jugosa historia de La Red Avispa y de los llamados Miami Five, cinco oficiales de inteligencia cubanos arrestados en 1998 por EE.UU bajo cargos de conspiración para cometer espionaje y otras actividades ilegales. Su misión consistía en observar e infiltrarse en grupos y organizaciones anticastristas, como la Fundación Nacional Cubano Americana de Jorge Mas Canosa y Hermanos al Rescate de José Basulto, para detener atentados terroristas en La Habana.
Los personajes que reciben más atención son los de René González (Édgar Ramírez), Juan Pablo Roque (Wagner Moura) y luego Gerardo Hernández (Gael García Bernal). Pero la presentación de La Red Avispa no es la adecuada ni mucho menos y, en un intento de solucionarlo, el también guionista nos enseña más adelante y separadamente a sus miembros. Pero ya es tarde. El daño ya está hecho. A la relación entre René y su mujer Olga (Penélope Cruz) le pasa factura la densidad de la propuesta global y el cautivador Juan Pablo Roque de Moura -excelente como ‘guardaespaldas’- y su matrimonio con Ana Margarita (Ana de Armas) se hunden sin dejar poso y sin un final apropiado. Lo dicho: La Red Avispa no pica nuestra curiosidad. Nos vemos el año que viene.
Santiago Gimeno
'Waiting for the Barbarians': Un poco más de Rylance y Pattinson, por favor
Waiting for the Barbarians es el nuevo trabajo de Ciro Guerra (El abrazo de la serpiente), película que forma parte de las Perlas de esta edición del festival. La cinta, una adaptación de la novela homónima de J.M. Coetzee -que, a su vez, toma el título del poema del griego del mismo nombre de Constantine P. Cavafy- es una crítica al imperialismo en una zona desconocida y con unos personajes cuyos nombre poco importan. El Magistrado, el administrador justo y bondadoso de un asentamiento aislado en la frontera recibe al coronel Joll, un hombre con la misión de informar de las actividades de los bárbaros. Su forma de trabajar e interrogar a los prisioneros provocarán en el Magistrado una disyuntiva moral y su desacuerdo público con esas prácticas.
Es el propio Coetzee quien firma el guion de la película de Guerra y, quizá, estar involucrado en el proyecto haya mantenido el sentimiento de origen del filme, dividido en capítulos, igual que una novela. También hay momentos con un cierto poso teatral cuando Johnny Depp (Animales fantásticos: Los Crímenes de Grindelwald), como el Coronel Joll, aparece en pantalla. Aunque el intérprete ha conseguido, después de años haciendo lo mismo, dejar de lado sus repetidos amaneramientos y mantener un personaje estático y firme, sus compañeros de reparto no necesitan demasiado esfuerzo para superarle. Mark Rylance (Dunkerque), que ya demostró en Ready Player One (2018) lo bien que se le dan los personajes marginados y afables, retoma un poco de esa fórmula para dar vida a un delicado y dulce magistrado. Robert Pattinson (El faro), por su parte, no aparece mucho en pantalla y tampoco le hace falta para firmar uno de los personajes que más recordará la gente cuando salga del cine: el violento y despiadado oficial Mandel.
Guerra filma Waiting For The Barbarians con preciosas y tranquilas imágenes favorecidas por el distintivo del desierto, pero que caen en la excesiva formalidad. El director no muestra nunca el conflicto bélico y juega con un espectador que duda continuamente de si los bárbaros entrarán en guerra con el Imperio o no. Correcta y comedida, lo más destacable del filme son sus interpretaciones. Así que, para la próxima, un poco más de Rylance y Pattinson, por favor.
'Una gran mujer (Beanpole)': Tener amigas para esto
Mi compañero ha dicho adiós al festival defraudado con La Red Avispa. Yo, en cambio, me despido con la que, para mí, ha sido una de las mejores películas que he visto en la 67ª edición del certamen. Se trata de la Perla Una gran mujer (Beanpole), película de Kantemir Balagov (Demasiado cerca (Tesnota)) que le sirvió para hacerse con el Premio a la mejor dirección en Un Certain Regard en el pasado Festival de Cannes y es la apuesta rusa para competir por el Oscar a Mejor película extranjera.
Leningrado. 1945. La Segunda Guerra Mundial lo ha destrozado todo. Y a todos. Iya, una mujer muy alta a la que sus conocidos apodan ‘Larguirucha’, volvió a casa antes de que el conflicto terminase, por culpa de la conmoción que sufrió y que sigue padeciendo. Sus secuelas hacen que, de vez en cuando, se quede congelada y haciendo extraños sonidos. Trabaja como enfermera en un hospital lleno de soldados heridos y cuida de un niño llamado Pashka. Todo se vuelve en su contra cuando uno de sus ataques provoca una tragedia poco antes del regreso de su amiga Masha.
Balagov, que coescribe el guion con Alexander Terekhov, consigue una película magnética e intimista sobre el después de la guerra y la búsqueda de algo a lo que aferrarnos cuando nos rodea la desgracia. Por eso, la manipuladora y egoísta Masha quiere algo a lo que abrazar y sentir un ser vivo en su interior. Por eso, también, la frágil e ingenua Iya crea una extraña dependencia con su amiga, quien la chantajea sin piedad alguna. Las dos, por culpa del pasado y casi por necesidad -son lo único que les queda-, se aman y se odian. Increíble la pareja que forman las actrices -y debutantes- Viktoria Miroshnichenko y Vasilisa Perelygina. Con ellas, Balagov puede presumir de planos largos y sostenidos en poco diálogo y mucho silencio. A mí me ha enganchado desde el primer segundo.
Andrea Zamora