The Lodge llega a Sitges con la etiqueta de ser una de las películas de terror del año. Sus directores, el tándem austríaco formado por Severin Fiala y Veronika Franz, ya presentaron en 2014 una hanekiana (aunque producida por Ulrich Seidl) historia de niños psicópatas, Goodnight, mommy, donde la crueldad del relato sumado a los estirados tiempos narrativos encontró tanto partidarios como detractores. En The Lodge se busca otro tipo de narrativa, mucho más cercana al Polanski de los años 60 y 70 -la película ahonda en el thriller psicológico a lo Repulsión (1965)-, aunque su principal referente, citado por ellos mismos a este cansado cronista, es Suspense (1961) de Jack Clayton sobre la canónica novela de Henry James Otra vuelta de tuerca.
La película cuenta como tras el suicidio de su madre -genial elección de actriz: Alicia Silverstone-, los hermanos Aidan (Jaeden Martell, protagonista de It (2017)), y Mia (Lia McHugh), se ven forzados a pasar unos días aislados en una cabaña en la nieve junto a la nueva novia de su padre, Grace (sensacional Riley Keough), que para colmo es la hija del líder de una secta donde todos sus integrantes se suicidaron. La repulsión que los chavales muestran a la joven -está claro que a Fiala y Franz les fascina el odio que puede habitar en el corazón de la infancia- sumado a la inestabilidad mental de la misma, hará que la situación vaya tomando tintes cada vez más terroríficos, entrando en un juego psicológico donde uno nunca acaba de saber lo que es real y lo que no. Probablemente la película dé muchas vueltas sobre sí misma y tenga alguna que otra trampa argumental, pero en general el buen hacer de Keough para soportar todo el dolor y el miedo del mundo, más la acertada atmósfera gélida -debido al temporal de nieve que los deja incomunicados, no al tratamiento que se le da al drama-, hacen que The Lodge, sin duda, cumpla con las expectativas creadas.
Curiosamente la otra película que pudimos ver a competición oficial, Ready or Not (Noche de bodas), en el otro espectro del cine de terror: la película es una comedia salvaje tremendamente divertida, también es de un tándem de directores: Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett. La película va de lo siguiente: el día de la boda de Grace (Samara Weaving, actriz con un parecido asombroso a Margot Robbie, que ya desde The Babysitter (2017) tiene a los fans del género absolutamente enamorados) con el hijo pequeño de una familia multimillonaria que ha hecho su fortuna gracias a los juegos de mesa, descubre que estos tienen una tradición peculiarmente demoníaca; y es que cualquier nuevo miembro de la familia debe participar en un juego que, según dicte el azar (demoníaco, de nuevo), puede ser una partida de ajedrez o un escondite donde todos los miembros de la familia traten de asesinar a la novia. Como el lector se puede imaginar, a Grace le sale cruz, y a partir de ahí deberá tratar de llegar al amanecer sin que ninguno de los ricos chiflados que la persiguen con hachas y ballestas, le den caza.
Probablemente Luis Buñuel se habría echado unas buenas risas con Ready or not. El retrato, entre patético e hipertrofiado de esta nobleza decadente y estúpida, es de lo más divertido de la cinta. La novia ensangrentada se encargará, no sin problemas, de esquivar el aquelarre y pagar con la misma moneda a sus perseguidores en un seguido de secuencias descacharrantes bañadas en litros y litros de sangre. Y yo, como Buñuel, también me he reído a pecho abierto.