"En España os encanta Master and Commander", comenta ilusionado Peter Weir (Sydney, 1944), director de la citada película, además de otros grandes títulos del cine como Único testigo, El club de los poetas muertos y El show de Truman. "Creo que es por toda la gran historia naval de vuestro país, la 'Spanish Armada'", añade el cineasta, presente en Madrid por el ciclo Realidades alternativas, que durante los dos próximos meses le dedica Filmoteca Española.
Tras presentar la sesión de Master and Commander en el Ciné Doré el pasado miércoles 16 de octubre y mantener un encuentro con los alumnos de cine de la ECAM, Weir se acercará al Cine Doré esta noche para hacer lo propio con Picnic en Hanging Rock, su segunda película y una de las obras de autor más aclamadas del cine fantástico de la década de 1970. Con motivo del ciclo Realidades alternativas, que incluye además una Carta Blanca con filmes favoritos que él mismo ha seleccionado, hemos entrevistado a esta leyenda del cine, uno de los directores más importantes de las últimas décadas del siglo XX.
Tu carrera como cineasta comienza en la década de 1970 y desde entonces has realizado muchas películas y muy diferentes. Tu carrera es variada, se mueve por muchos géneros. Para los públicos actuales que no conozcan tanto tu trayectoria, ¿cómo definirías el tipo de cine que has practicado?
Peter Weir– ¡Que espero que hayas olvidado donde has aparcado el coche! [RISAS] Quiero decir, que espero que mis películas te hagan viajar, que olvides que si es de día o de noche, o si afuera está lloviendo. Que te pierdas tanto en mis películas que sean como unas vacaciones y que te sigan acompañando cuando sales de verlas. Y que agradezcas esa experiencia. A mí me ha pasado con el cine y me gusta pensar que con mis películas el público llega a olvidarse de todo. Una vez una mujer me dijo, con respecto a Picnic en Hanging Rock, que días después de haber visto la película no sabía si en realidad la había llegado a ver o a soñar.
La importancia en tu carrera de ‘Picnic en Hanging Rock’ nos ha llevado a pensar a muchos que es tu primera película, pero en realidad ya tenías al menos tres títulos realizados: trabajos de televisión, un documental y la comedia de terror ‘The Cars Ate París’, de 1974. ¿Qué recuerdos guardas de ese primer film?
Peter Weir– Es complicado tener muchos recuerdos de tu primera película, aparte del miedo, del pánico y de las preocupaciones por poder llegar a terminarla en términos de dinero y producción. La primera película siempre es una experiencia agobiante y no importa cuanta teoría del cine sepas. Mis recuerdos son abrumadores. Tuvimos cuatro semanas de rodaje, que ahora no es mucho tiempo pero entonces, ¡imagínate! La producción fue complicada, porque en la historia hay un montón de accidentes de coche y muchos dobles de acción… No tengo recuerdos demasiado claros de ese rodaje, la verdad. Estaba demasiado concentrado en tratar de controlarlo todo. Era como si estuviera separado de esa experiencia. Ya en mi segunda película me sentía más seguro con las circunstancias y tengo otro tipo de recuerdos.
Creo que 'Picnic en Hanging Rock' marcó a tanta gente por la manera en que concluye. La primera vez que leí el libro me quedé cautivado por su atmósfera y, a medida que avanzaba, tenía un miedo atroz a que de repente apareciera la policía y resolviera el misterio con una explicación cursi.
‘Picnic en Hanging Rock’ es una película que forma parte de la historia del cine. Hay muchos críticos de cine que señalan la enorme influencia de ese filme en el cine de Sofia Coppola.
Peter Weir– Sí, es cierto. Mi hija, que es la encargada de gestionar los derechos de ese filme, siempre me comenta que muchas revistas de moda siguen haciendo reportajes sobre la estética de la película. Y sí, Coppola ha dicho muchas veces que es una influencia en sus películas. Creo que Picnic en Hanging Rock marcó a tanta gente por la manera en que concluye. La primera vez que leí el libro me quedé cautivado por su atmósfera y, a medida que avanzaba, tenía un miedo atroz a que de repente apareciera la policía y resolviera el misterio con una explicación cursi. Y al final no sucede, no hay solución. Cuando acabé el libro pensé, "¡Dios, tengo que hacer una película!". Y ese es su aspecto más poderoso, porque logra que toda la historia se transforme en una especie de espejismo. Es un giro muy arriesgado y a muchas personas no les convenció. A mucha gente tampoco le gustó la película, especialmente a aquellas del tipo pragmático. Al distribuidor americano de la cinta, por ejemplo, no le gustó nada. Me dijo que un espectador llegó a lanzar una taza de café a la pantalla mientras gritaba: “¡He estado aquí sentado durante un par de horas y no ha pasado nada. Esta no es una película de verdad!”. Michael Powell, que estuvo a punto de adaptar la novela, también menciona eso en su libro de memorias. Dice al respecto: “Creo que ha sido un director australiano quien la ha realizado. Y he oído que no es muy buena, porque el muy ridículo no le ha proporcionado un final”. Así que, como ves, incluso Michael Powell quería crear un final explícito para Picnic en Hanging Rock.
¿Has podido ver la serie televisiva ‘Picnic en Hanging Rock’, que se estrenó el año pasado?
Peter Weir– No he podido. Les deseo la mejor de las suertes. La idea de alargar la historia para convertirla en una serie de televisión me parece una propuesta complicadísima. ¡Yo intentaría hacerla más corta! Cuanto más se dilata el misterio, creo que el desenlace puede ser más decepcionante.
Con tus películas de corte autoral pusiste en el punto de mira el cine australiano y en la década de 1980 das el salto a Hollywood. ¿Cómo llegaste a adaptarte a los criterios de la industria americana?
Peter Weir– Creo que fue Hitchcock quien dijo que la única patria del cine es el cine. Cuando comienzas a hacer cine, la cuestión de la nacionalidad forma parte de tu cultura y de tus películas. Por ejemplo, cuando la gente de otros países se refiere a tus filmes, lo hace diciendo: ¿has visto la última película australiana? En mi caso, y a medida que fui haciendo cine, el público ya no hablaba de mis películas como australianas, sino como filmes de Peter Weir. Y sobre viajar a Hollywood. La verdad es que era algo quería porque me sentía preparado. Ya tenía cuatro películas a mis espaldas y quería hacer un cambio. De hecho, me habían ofrecido irme a Hollywood mucho antes y de la mano de Stanley Kubrick. Kubrick me recomendó como posible director de una novela de Stephen King que él había rechazado porque estaba ya con otra del mismo autor entre manos. Iba a rodar El resplandor y yo iba a hacer El misterio de Salem’s Lot. El caso es que me llamó el productor, que me insistió en que tener de padrino a Stanley no era ninguna broma, y nos pusimos con este proyecto de terror vampírico. Me encerré en el hotel con el escritor y productor Petru Popescu y casi me pongo enfermo con todo ese material. Me di cuenta de que no era para mí, me sentí muy incómodo y les dijo que no. Se quedaron muy perplejos, pero entonces sentía que no estaba preparado.
He mantenido mi residencia todos estos años en Australia por mi familia, sobre todo. Esa distancia también me ha ayudado a escoger mejor los proyectos y he tratado de hacer aquellos filmes que quería y aquellos que nadie más que yo podía hacer.
Tu carrera en Hollywood no ha seguido los parámetros habituales. Hay un espacio de tiempo generoso entre proyecto y proyecto, y tus películas están muy cuidadas.
Peter Weir– He mantenido mi residencia todos estos años en Australia por mi familia, sobre todo. Esa distancia también me ha ayudado a escoger mejor los proyectos y he tratado de hacer aquellos filmes que quería y aquellos que nadie más que yo podía hacer. He dicho que no a muchas cosas que no me interesaban. El único trabajo que propuse de manera directa es Matrimonio de conveniencia, pero nunca he dado mi brazo a torcer y he intentado crear mi propio camino en Hollywood. Me gusta mucho preparar de manera minuciosa y con detalle los proyectos, poder trabajar con la gente adecuada y que entiendan sin problemas lo que pretendo hacer. Uno de los grandes errores de los estudios en Hollywood es que no tienen demasiado claro lo que van a hacer cuando hacen películas. Cuando me ofrecieron la posibilidad de dirigir Único testigo (1985), volé inmediatamente a Estados Unidos con el objetivo de reunirme con el productor, con la estrella de la película, Harrison Ford, y con los ejecutivos del estudio. Con el productor, muy bien; con Ford, nos reunimos en su rancho, fue estupendamente y estaba muy entusiasmado; y con la gente de Paramount…, fui al estudio y ahí estaba Jay Katzenberg con el resto de directivos y, cuando me disponía a explicarles lo que quería, me soltó: “Bueno, pues hemos recibido una llamada de Harrison Ford y quiere hacer la película”. “Eso es genial”, les respondí. “¿Entonces?”, me contestó a su vez Katzenberg. Y ahí ya les comenté que, antes de que comenzáramos con todo, me gustaría explicarles la historia de la película. Se quedaron ojipláticos: “¿Quieres hacerme un pitch de la película? ¿A mí, que te la estoy ofreciendo?”. Insistí diciéndoles que si les contaba qué pretendía hacer con la película ya sabrían cómo iba a ser. Y les convencí. Se pusieron todos de pie mirándome y arranqué: “Campos verdes de cultivo de maíz, creciendo y meciéndose cuidadosamente, y por entre el maíz vemos moviéndose sombras oscuras, parece gente del siglo XIX. Vemos también un carromato, en cuyo interior se divisan grandes sombreros y abrigos oscuros. Y entonces, aparece un crédito que señala que estamos en Pennsylvania en 1984, que era el año de la producción…” Al acabar de contarles la historia, me di cuenta de que muchos de ellos no se habían leído ni siquiera el guion [RISAS]. Jay exclamó: “¡Vaya, ahora tengo una idea más clara de cómo va a ser la película!”.
Los ejecutivos de Hollywood no son muy buenos lectores de guiones, entiendo.
Peter Weir– No, no lo son. Ellos se fijan en los loglines para vender las películas. Pero los guiones, tal y como los escribimos, tampoco es que tengan mucho de literario. Son como la estructura de una casa para un arquitecto: solo hay cimientos, líneas de diálogo. De ahí la importancia de la oralidad a la hora de explicar un proyecto, porque se consigue comunicar mucho más. Desde ese pitch de Único testigo, me empezaron a llamar no pocos directivos para que les contara lo que tenía entre manos [RISAS].
Has trabajado con grandes actores –Harrison Ford, Mel Gibson, Jim Carrey, Robin Williams– y has conseguido de ellos interpretaciones que han pasado a la historia del cine. ¿Cuál es el secreto?
Peter Weir– Los grandes actores suelen tener una lista de cineastas con los que quieren trabajar y he tenido la gran suerte de estar en esa lista de todos los intérpretes que nombrabas. Reunirte con ellos ya es un logro, porque estás ahí solo porque ellos han querido. Así que cuando finalmente aceptas trabajar con ellos, ya sabes de antemano que va a ser una experiencia muy productiva.
¿Tienes un modus operandi concreto a la hora de dirigirlos en el set? Quiero decir: ¿ensayáis mucho o apuestas por las interpretaciones más instintivas?
Peter Weir– No tengo un sistema establecido, depende del proyecto y del equipo. Pero me gusta mucho poner música en el set de rodaje, desde música clásica a Pink Floyd. La música es una gran influencia y me gusta que me acompañe cuando escribo porque me ayuda para el flujo creativo. En todo caso, me gusta mucho crear una atmósfera feliz en los rodajes, de cara a los actores. Explico al equipo técnico que tiene que ser algo más cuidadoso a la hora de trabajar, que no se haga demasiado ruido para que no se distraigan. No es un tema de que el set sea tranquilo, sino de convertirlo en un escenario de creatividad. En los rodajes a menudo yo también cambio cosas, transformo el guion y pienso la puesta en escena.
‘Master and Commander’ se estrenó en 2003, el mismo año en que lo hizo la última entrega de ‘El señor de los anillos’, de Peter Jackson. Es una gran película de aventuras que marca asimismo el final de una manera de hacer cine de aventuras.
Peter Weir– En su momento el estudio estaba algo aterrorizado con la película. Hicimos pases de prueba con público en Colorado y recuerdo que no fueron bien. Estaban muy preocupados, porque una cinta sobre barcos no parecía una buena idea. Fíjate que 2003 también fue el año de Piratas del Caribe. Y fue un éxito rotundo, porque la mayoría de gente joven fue a ver esa película. El cine y el público ya estaban cambiando.