Hay gente que lleva en la sangre eso de ponerse una película y echarse a llorar para descargar todas las tensiones de la semana y hay gente que se muerde la lengua antes de soltar alguna lagrimita con las escenas más emotivas. Sin embargo, hasta el corazón más duro tiene alguna debilidad cinéfila (o seriéfila).
¿Perteneces al primer grupo? Enhorabuena, la ciencia asegura que es muy bueno para ti y tu entorno. En un estudio recogido en Elite Daily se dieron cuenta de que la gente que se emociona con las películas libera oxitocina, lo que tiene grandes beneficios. "La oxitocina nos hace más sensibles a las señales sociales de nuestro entorno. En muchas situaciones, las señales sociales nos motivan a comprometernos con los demás, particularmente si la otra persona parece necesitar nuestra ayuda... Así que, ve a ver una película, ríe y llora. Es bueno para tu cerebro y quizás te motive a hacer cambios positivos en tu vida y en la de los demás", explica Paul J. Zak, neuroeconomista en Claremont Graduate University.
Si, por el contrario, prefieres guardarte el llanto, te recomendamos que sueltes alguna lágrima de vez en cuando, aunque sea en soledad y, por eso, hemos hecho un recopilatorio de las películas y series que más nos han hecho llorar. Desde ese perro en busca de su dueño del que seguro que te has acordado al ver el titular hasta una serie que se ha colado directamente en nuestro corazoncito.
'Braveheart': ¡Si no lloras con la historia de William Wallace es porque no tienes corazón!
Lourdes De Paredes
No lloré la primera vez que ví Braveheart, porque ni tan siquiera recuerdo cuándo fue, pero sí la segunda. Era el verano de 2003. La cinta de Mel Gibson se había estrenado ocho años antes y yo estaba en tierras escocesas durante un mes ‘perfeccionando el inglés’. Me hospedaba en casa de mi adorada Mrs. Taylor, no sé qué habrá sido de mi anfitriona, una entrañable abuela de pelo blanco, menuda y con un vistoso tatuaje de un ancla en el brazo. Su casa era el típico adosado de dos plantas, con suelo de moqueta, patio trasero y delantero, y aquí viene la clave, ubicado en Tullibody, una pequeña localidad a 15 minutos en coche de Stirling, lugar al que iba a clase diariamente en autobús. Si has visto ‘Braveheart’ sabrás que en Stirling se libra la famosa batalla del puente, y también es importante el castillo. La ciudad es una oda a William Wallace, todo un héroe e icono de la resistencia contra los ingleses. No era de extrañar que una de las tardes después de habernos llevado a numerosas excursiones siguiendo las huellas de Wallace nos pusieran ‘Braveheart’. Antes de la película asistimos a un prólogo de lo más épico por parte de nuestros profesores, que bien podrían haber protagonizado la mítica arenga de Mel Gibson a los suyos antes de la batalla. Acabó la película y en la penumbra del aula, una tarde de lluvia, con nuestra desconocida, pero sorprendente y recién descubierta vena escocesa a flor de piel, la mayoría de los adolescentes que allí nos encontrábamos, en el corazón de Stirling, acabamos con los ojos llenos de lágrimas para orgullo de nuestros maestros escoceses, que nos regalaron una flor a cada uno como agradecimiento por nuestro sentimiento y entrega.
'Rebeldes (The Outsiders)': Qué jartá de llorar, illo
Tomás Andrés
Creo que todos recordamos nuestro primer berrinche grande viendo una película o serie. Si cuando retiraron de televisión Pipi Calzaslargas o finalizó en TVE La tía de Frankenstein, tuve mi primera llorera -pero no por contenido de las mismas, sino por el hecho de no poder verlas más- la película con la que más recuerdo haber derramado lágrimas es con Rebeldes (The Outsiders). Pese a ser considerada una obra menor del genio Francis Ford Coppola, recuerdo este filme como uno de los que más marcó mi infancia. Quizá fuese por la dolorosa muerte de Johnny (encarnado por uno de mis ídolos por aquel entonces: Ralph Macchio), bien por el cruento asesinato del “bala perdida” Dallas (interpretado por Matt Dillon), o bien por su pesimista final.
A pesar de ser un rotundo fracaso en taquilla, Rebeldes (The Outsiders) supuso toda una cantera de jóvenes promesas del cine americano de los años ochenta. Además de los ya citados Macchio y Dillon (que ya había trabajado con Coppola en La ley de la calle), en el filme tenemos nombres -futuras estrellas semi desconocidas por aquel entonces- como el de Patrick Swayze, Diane Lane o Tom Cruise. Eso sí, voy a destacar -para mal- la traducción en su versión doblada de la banda protagonista: los ‘Greasers’ (Engominados) que se convirtieron en “los grasientos”. Por ello, animo a verla en versión original. Bueno, ésta y toda obra audiovisual, claro.
'Siempre a tu lado. Hachiko' o cómo llorar sin parar durante más de media película
Custodio Guerrero
Siempre a tu lado. Hachiko tiene que ser la película de llorar por excelencia. Y si no lo haces, no tienes corazón. Así de simple. La primera vez que la ví, no sabía a lo que me iba a enfrentar. Conocemos desde un cachorro a Hachiko, el adorable protagonista perruno de la película que es adoptado por Parker Wilson, interpretado por Richard Gere. Todo bien hasta aquí. Ambos consiguen una conexión hasta tal punto que Hachiko sabe a qué hora exactamente debe ir a la estación de tren para recoger a su dueño.
Pero todo se tuerce cuando Wilson no vuelve y Hachiko espera. A partir de aquí es cuando ya comienzan las lágrimas y es un no parar. Y es que su fiel amigo le sigue esperando a que llegue porque no sabe que su dueño ha muerto por un paro cardiorrespiratorio.Su familia, e incluso el pueblo, le cuidarán hasta que muere allí nueve años más tarde, esperando a Wilson. Acaba la película. Crees que no vas a llorar más, pero termina presentándote una fotografía real de Hachiko y de la estatua de bronce que se levantó en frente de la misma estación de Tokyo. Repito, es la película para llorar sí o sí por excelencia.
'Up', dispara el llorómetro en sus primeros minutos
Alejandro G. Calvo
Pese a su apariencia 'mainstream' y el indudable sello cualitativo de Pixar, Up siempre me ha parecido una película extrañísima. Sus protagonistas son dos 'outcasts' de la sociedad, más allá del 'bullying' continuo, uno por ser un viejo cascarrabias, otro por ser un chaval cuya tenacidad rima con pesadez; normal que para encontrar la felicidad deban marcharse a la otra punta del mundo, allá donde los perros hablan y los animales míticos campan a sus anchas. Pero al margen de que la película pueda ser, a veces muy buena, otras muy mala, lo que es inasequible es su capacidad para disparar el llorómetro en sus primeros minutos. El cortometraje que presenta la historia de amor de los Fredricksen es absolutamente magistral. Un condensado de alegrías e infortunios donde, al igual que en la vida real, al final se muere. Habré visto la película más de treinta veces (en Cannes, con mi mujer, con mis hijos) y he llorado todas y cada una de las veces.
'Big Fish', porque todo es mejor con un poquito de imaginación
Sara Heredia
No diría que Tim Burton es un genio en esto de hacernos llorar -para eso están las adaptaciones de Nicholas Sparks-, pero dio con la tecla en Big Fish. Y no veas de qué manera.
En mi mente se ha quedado grabada esa escena del funeral en la que el hijo lleva en brazos a su padre para que se transforme en el mayor pez del río y pueda nadar libremente como siempre ha querido. Me parece de lo más emocionante por dos cosas. La primera, la más obvia, que el padre ha muerto y el hijo está escuchando una de sus historias una vez más, ahora con más ganas que nunca -recuerda que tuvieron sus más y sus menos-. La segunda, esa lucha que sigue manteniendo el padre en los últimos minutos de vida por darle un toque de magia a la realidad. Al final, Big Fish trata de eso, de cómo una vida de lo más normal (pero feliz) puede convertirse en una magnífica aventura si le ponemos un poco de ilusión a las cosas más cotidianas.
'The OA', cinco movimientos para hacerte llorar
Marta González Diezma
The OA está en mi top 5 de series y ya es decir, pero sin duda es la que más me ha hecho llorar, y no sin motivo. Nunca voy a olvidar la inevitable erización de cada pelo de mi cuerpo al comenzar la melodía que acompaña los cinco movimientos que para cuando terminaba, ya tenía la cara sumida en un mar de lágrimas. La ficción creada y protagonizada por Brit Marling se centra en Prairie Johnson, una chica ciega que desaparece durante siete años y vuelve tras ello, con la vista recuperada. La joven se apoya en un grupo de adolescentes y su profesora en una misión para recuperar a Homer (Emory Cohen) -sí, me estoy aguantando las lágrimas tan sólo al hablar de Homer-. La serie de Netflix fue cancelada hace unos meses tras su segunda temporada estrenada en marzo. Los fans intentaron luchar a través de las redes sociales para traer de vuelta la ficción al estilo de lo que pasó con Sense8, pero parece que el gigante de ‘streaming’ no va a cambiar su opinión.
'Glee', un episodio traumático
Gema Sevillano
Para empezar, Glee es una gran serie, pero cada temporada que pasaba iba a peor. No es que la serie sea mucho de llorar, pero para una persona que, literalmente, a veces llora con anuncios, es una buena serie para soltar alguna lagrimilla.
Pero todo llegó a su máximo en el capítulo 'The Quarterback'. Fue una serie con la que crecí y, si de normal es triste cuando en una serie que se tiene cariño se va un actor por una determinada razón, pues imaginate cuando una chiquilla de 17 años ve a un actor de una de sus serie favoritas irse de ella, pero no porque ha encontrado algo mejor o se aburre, si no porque se ha muerto. Y para rematar hacen un capítulo especial de despedida, por si fuera poco. Fue algo realmente traumático.
'E.T. El extraterrestre' (1982) y 'En busca del valle encantado' (1988), dos por el precio de una
Santiago Gimeno
Hay más películas y series que me hacen llorar, lo reconozco, pero E.T. El extraterrestre de Steven Spielberg y En busca del valle encantado, la original de Don Bluth, lo consiguen cada vez que las vuelvo a ver. Porque quién no derrama unas lagrimitas cuando el pequeño Elliott (Henry Thomas) se retira pensando que su mejor amigo alien ha muerto y, de pronto, ve cómo vuelven a la vida las flores que se encuentran en la maceta. ¡Seguro que te acuerdas! Se para, la observa con expresión de asombro, se da la vuelta y corre para comprobar lo que todos sospechamos. "¡Está vivo! ¡Está vivo!", le grita a su hermano. La escena de la persecución con las bicis sigue siendo, que nadie diga lo contrario, una de las mejores de la historia del cine. Todos cerramos los ojos al mismo tiempo que Elliott y ahí es justo cuando me convierto en una fuente: cuando sale en pantalla la cara de sorpresa de E.T. Seis o siete segundos de emoción hasta que echan a volar. Spielberg, qué genio eres.
Sobre En busca del valle encantado, no me puedo creer que la franquicia de animación lleve 14 entregas. ¡Catorce y una serie de televisión de 26 episodios! Eso también debería hacernos llorar. Pero, volviendo al tema de mis momentos más lacrimógenos, la culpa esta vez es de Petri. Lo que no consigue la muerte de la madre de Piecito -más de un niño tuvo pesadillas con eso en mi época- lo logra el pequeño pterodáctilo -cobarde al principio y siempre íntimo de Patito- cuando llega con sus compañeros al valle que da nombre a la película y, delante de su madre y hermanos, exclama: "Mamá, sé 'vuelar". ¡Traedme pañuelos! ¡Traedme pañuelos!
La tumba de las luciérnagas: La cruda realidad de la posguerra
Lorena Vialas
¿Cuál es la película o serie que más te ha hecho llorar? Es difícil elegir una única película, teniendo en cuenta que soy de lágrima fácil. Sobre todo si hay animales o niños de por medio. En la primera que pensé fue en Siempre a tu lado. Hachiko, pero ya la había elegido mi compañero Custodio. Entonces, me paré a pensar y enseguida vino a mi mente La tumba de las luciérnagas. Sí, esa es mi candidata. Aún recuerdo el día en el que mi pareja me propuso ver la cinta dirigida por Isao Takahata. Leí la trama y me pareció una historia preciosa, pero muy triste. Ambientada en la ciudad de Kōbe, en Japón, a finales de la Segunda Guerra Mundial, narra cómo los hermanos Seita y Setsuko hacen todo lo que está en sus manos para mantenerse con vida. Pero en su camino todo son obstáculos, y nadie parece estar dispuesto a dar cobijo a estos niños que han perdido a sus padres, que no les queda nada. Sabía que alguna lagrimilla se me iba a saltar, lo que no me esperaba era que me provocase esa llorera, desde el minuto uno –la película tiene uno de los comienzos más tristes que he visto en el cine- hasta el último de la película. La tumba de las luciérnagas, inspirada en el relato corto de Akiyuki Nosaka, es una de las imprescindibles del Studio Ghibli. Eso sí, cuando la vayas a ver prepara un cargamento de clínex porque te va a hacer falta.