Guillaume Canet regresa al universo de Pequeñas mentiras sin importancia con la perspectiva que los años, y los errores y aciertos, otorga. En Pequeñas mentiras para estar juntos, reúne a Max (François Cluzet), ahora arruinado y algo deprimido, con los amigos de aquella primera película para despedir esa gran casa de verano en la que vivieron grandes momentos y, a la vez, poner a prueba su amistad.
Pequeñas mentiras para estar juntos, que se estrena en las salas españolas hoy 8 de noviembre tras su éxito en la taquilla francesa, nos da la oportunidad de volver a ver en pantalla a la pandilla formada por Cluzet, Marion Cotillard, Gilles Lellouche (En buenas manos), Laurent Lafitte (Un pueblo y su rey), José García (Sin filtro) y Benoît Magimel (La doctora de Brest) y comprobar en qué lugar se encuentran casi diez años después de Pequeñas mentiras sin importancia. Y sobre los lazos de esas amistades, el impacto del tiempo en las relaciones y sobre esta secuela de calado personal hemos podido conversar con un Guillaume Canet cercano y generoso en sus respuestas. No te pierdas la entrevista a continuación.
¿En qué momento surgió la idea de hacer una continuación de 'Pequeñas mentiras sin importancia'? ¿Ya lo tenías previsto al hacer ese primer film o es algo que vino con el tiempo?
Guillaume Canet– No estaba previsto en absoluto. No tenía ningunas ganas de hacer una continuación. El día del estreno de Pequeñas mentiras sin importancia, un amigo de mi pandilla se mató en moto. Esa mañana estaba haciendo la promoción del film y escuché por la radio la noticia. Fue un shock. Me quedé absolutamente devastado. No viví realmente el éxito de la película ni lo aprecié. Y no quería saber nada de la película. Así que durante cinco o seis años, cuando la gente me preguntaba por la calle, era algo que rechazaba. Pero por casualidad volví a ver la cinta por la tele, y me reí y emocioné, y pensé que estaría bien volver a encontrarme con esos personajes que parecía que habían vuelto a llamar a mi puerta. Al cabo de un año, después de una bronca con un amigo, me di cuenta de que a una cierta edad ya no tenemos las mismas relaciones con los amigos como cuando eres joven, porque ya no se tienen las mismas prioridades en la vida. Y ya no se gestionan las relaciones de la misma manera, porque ya no hay tiempo que perder. Así que uno acaba volviéndose más franco con la vida, más sincero. De este modo, las otras personas también son sinceras y si el problema no se resuelve, uno se separa. Pero al mismo tiempo, el hecho de decirse las cosas a la cara ayuda a consolidar una amistad. Y esto nos vale también para la familia, pareja y sociedad.
Dices que la verdad puede ayudar a consolidar relaciones, pero al mismo tiempo puede resultar agria. ¿Crees que con el tiempo y la sinceridad las amistades pueden deteriorarse?
Guillaume Canet– Sí, claro, pero la gente evoluciona, cambia, y con el tiempo, la gente sabe lo que quiere y lo que es bueno para uno mismo. A veces tenemos la sensación de que nos rodeamos de gente tóxica y tendemos a protegernos. Podemos tener ganas de amigos con los que nos hemos dio divertido yendo de fiesta, pero hay un momento en que tu corazón dice basta. Y ya no se puede seguir con las fiestas, y los que eran tus amigos te miran de otra manera. Se crean fricciones y roces, pero hay que creer en el propio instinto y saber lo que es bueno para uno mismo, incluso si se crean roces con los demás. Siempre es mejor que forzarse a seguir con relaciones que uno no tiene ganas de continuar. En el mundo de la pareja es igual.
A una cierta edad ya no tenemos las mismas relaciones con los amigos como cuando eres joven, porque ya no se tienen las mismas prioridades en la vida. Y ya no se gestionan las relaciones de la misma manera, porque ya no hay tiempo que perder.
¿Es ‘Pequeñas mentiras para estar juntos’ una película generacional?
Guillaume Canet– Sí, de hecho ya en la primera película los personajes eran más inmaduros y me interesaba mostrar de nuevo cómo nuestra generación es mucho menos madura que las generaciones anteriores. Piensa en que hoy en día los jóvenes se quedan hasta más tarde en la casa de los padres. Los estudios duran más tiempo… Así que encontraba interesante enseñar que a algunas personas necesitan finalmente un cambio para poder ser padres. No es fácil serlo, porque no hay guías que te enseñen a ser padre. Pero creo, de manera firme, que es muy importante zanjar los problemas personales de cada uno si se quiere tener hijos. En la película, por ejemplo, queda claro que ninguno de los personajes ha solucionado sus problemas personales y que ninguno de ellos puede ser buen progenitor. No se da por sentado lo de ser buen padre en una sociedad en la que al individuo se le ayuda en todo. Cuando no puedes resolver las cosas por ti mismo, es difícil madurar.
¿Cómo has construido los personajes? Todos parecen responder a diferentes estereotipos de la sociedad actual, desde el que se ha arruinado y siente vergüenza por ser pobre, al actor vanidoso y capullo, que encarna asimismo esa fascinación que sentimos por las celebridades.
Guillaume Canet– Para mí era importante mostrar personajes muy diferentes representativos de la sociedad actual y enseñar esa diferencia y que al mismo tiempo tienen puntos de interacción que les unen. Me interesaba mostrar asimismo la decadencia de Max, que en la primera película era muy insoportable porque, un poco, compraba la amistad de sus amigos. Que pensaba que como tenía dinero, podía tener amigos. Me parecía interesante que estuviera ahora solo y que se hubiera dado cuenta de que había tenido miedo de que sus amigos lo abandonara por su carácter insoportable y por esa cuestión que decía de que creía que podía comprar la amistad de la gente. Y, por eso, ha perdido la fuerza y la confianza.
En ‘Cosas de la edad’ abrías las puertas de una intimidad ficticia, la de Marion Cotilliard y la tuya, y en ‘Pequeñas mentiras para estar juntos’ también ahondas en cuestiones muy íntimas sobre la amistad. ¿En cuál de las dos has entregado más de tí mismo?
Guillaume Canet– Hay mucha más intimidad, verdad y cosas personales, que en Cosas de la edad. En esa cinta, utilicé mi vida y lo que la gente imaginaba de mi vida con Marion para hacer una comedia. Quería jugar con mi imagen. Pero aquí hay cosas muchas más sinceras. Por ejemplo, la situación en la que se encuentra Max, ese emoción de sentirse abandonado, yo lo he vivido. Ese sentimiento de estar mal y de alejarse uno por motu propio de los amigos, y después reprocharles que te han abandonado. En mi caso, yo estaba trabajando mucho, hacía otras actividades, estaba en muchos sitios y no tenía tiempo para ellos. Y era yo el que les reprochaba que no me preguntaran cómo me iba cuando yo tampoco mostraba interés. Estas cuestiones me llevaron a escribir la película: darme cuenta de lo egoísta y egocéntrico que había llegado a ser. Como individuos, tenemos el derecho a no estar siempre disponibles, pero eso no nos da pie a que podamos reprochar a los demás que desaparezcan.
Como individuos, tenemos el derecho a no estar siempre disponibles, pero eso no nos da pie a que podamos reprochar a los demás que desaparezcan.
¿Cómo has trabajado la cuestión de la nostalgia? ¿Crees que ‘Pequeñas mentiras para estar juntos’ es nostálgica o anti-nostálgica?
Guillaume Canet– Soy una persona nostálgica y me gusta la nostalgia, pero no creo que haya que quedarse en el pasado. Tiendo a pensar que el simple hecho de meditar y de situarse en el presente, y ver lo que uno siente en el momento, lo que nos hace bien y lo que nos hace mal, nos permite ver el pasado de otra manera. En la película no digo necesariamente que haya que aferrarse a las cosas del pasado, pero creo que es importante mirar hacia ese lugar y ese tiempo con una cierta serenidad y habiendo resuelto los problemas personales. Porque para avanzar en tu vida hay que mirar hacia delante, hay que estar bien en tu piel y saber caminar derecho. Porque si estamos mirando todo el rato hacia detrás y, digamos, torciéndonos, vamos a acabar cayéndonos. Mientras, si estás centrado y has solucionado tus problemas, puedes volver la mirada atrás con calma.