"Este lugar inhumano hace monstruos de los humanos".
El "Here's Johnny!" de Jack Torrance (Jack Nicholson) mientras este, con cara enloquecida, se asoma por una puerta resquebrajada para asesinar a su esposa Wendy; el hijo de ambos, el pequeño Danny, repitiendo una y otra vez, casi compulsivamente, la profética palabra "Redrum"; el traqueteo de su triciclo, primero por el pasillo desnudo y después sobre la que sigue siendo la alfombra más famosa de la historia del cine. Es imposible ver El resplandor (1980), adaptación de la obra de Stephen King a cargo del genio Stanley Kubrick -que ahora acaba de cumplir 40 años-, y que no se te queden decenas de imágenes en la retina. Quizá cientos de ellas. Pero, por encima de todo, cuando la terminas, lo que permanece contigo, a veces en tus pesadillas, es el Hotel Overlook. Esa trampa mortal para los Torrance, sellada y apartada del resto del mundo por las nieves de las montañas de Colorado, se convirtió en mi obsesión. Con el tiempo, el filme de Kubrick fue desdibujándose en mi memoria; el Overlook, nunca. Quería saberlo todo sobre él, aunque ha sido este año cuando he acudido a los libros de King y he leído las 1.279 páginas de El resplandor y de su secuela, Doctor Sueño, para contarte los terribles secretos que esconden sus puertas, los accidentes protagonizados por sus inquilinos, famosos en ocasiones, y mucho más. Estás invitado.
Como explica el sabelotodo Stuart Ullman en el texto de King, el Hotel Overlook fue construido entre 1907 y 1909, cuando Theodore Roosevelt era presidente de EE.UU. Su ciudad más próxima es Sidewinder, a 75 km. al este, si bien las carreteras que conectan el edificio con esta quedan bloqueadas por la nieve entre octubre o noviembre de un año y abril del siguiente. Le debemos su construcción a Robert Townley Watson, abuelo del encargado de mantenimiento Pete Watson, que cobijó entre sus paredes a la 'crème de la crème' de América, como las familias Vanderbilt, Rockefeller, Astor y Du Pont -en su suite presidencial se han alojado cuatro ocupantes de la Casa Blanca: Thomas Woodrow Wilson, Warren G. Harding, el citado Roosevelt y Richard Nixon. Cuántas habitaciones tiene, te preguntarás. La respuesta es 110. De estas, 30 son suites. Con una vista estupenda, todas ellas se encuentran en la tercera planta -diez en el ala oeste, diez en el centro y las diez últimas en el ala este. La segunda planta dispone de 40 habitaciones más -30 dobles y diez individuales- y la primera queda dividida en 20 de cada clase. En su esqueleto también entran tres armarios de ropa blanca en cada planta, un almacén en el extremo este de la segunda y otro más en el extremo oeste de la primera. Si lo visitaras, en la planta baja verías el mostrador de recepción y la administración (en el centro), el comedor Overlook y el salón Colorado (en el ala oeste) y los salones de banquetes y de baile (en el ala este). El plano de los sótanos está en el cuarto de calderas. Del 15 de mayo al 30 de septiembre, cuando está abierto al público, el Overlook contrata a 110 personas, una por cada habitación del hotel.
Watson, para quien esta aventura fue excesiva, vendió el hotel en 1915 y lo mismo sucedería después, hasta en tres momentos diferentes, en 1922, 1929 y 1936. Ni un alma volvió a pasearse por sus pasillos hasta finales de la II Guerra Mundial, cuando Horace Derwent, empresario millonario, inventor y hasta productor de cine, lo compró y lo renovó por completo. Se gastó la friolera de un millón de dólares para que el Overlook fuera un lugar de moda y añadió sus famosas canchas de roqué -deporte muy parecido al cróquet-, quizá las mejores de toda Norteamérica, y un jardín ornamental con arbustos recortados en forma de animales (un perro, un caballo, una vaca y tres, más grandes, con forma de leones retozando) -que Kubrick decidió sustituir por el enigmático laberinto. Resultó que Derwent también gastó más de lo que se podía permitir y, tras perder tres millones de dólares, vendió la propiedad a un grupo de inversores californianos en 1952. De ahí pasó a otro de Colorado que, entre acusaciones de corrupción, no tuvo más remedio que deshacerse de él en 1957 al declararse en quiebra. En 1961, durante sólo un año, cuatro autores, dos de ellos ganadores del Pulitzer, lo alquilaron para reabrirlo como escuela para escritores. Un estudiante se emborrachó y, desde su habitación en el tercer piso, se arrojó por la ventana. Pasa menos de una década y, en 1970, Albert 'Al' Shockley -amigo de Jack Torrance- y sus asociados pasaron a ser sus dueños y, después de varios años en números rojos, el Overlook dejó de tener pérdidas un año antes de que Jack ingresara en él como cuidador-vigilante -el motivo por el que el parador pierde tanto dinero es, curiosamente, el mismo invierno. Los inviernos en Colorado son durísimos y Ullman, en su entrevista con el protagonista de la novela, comparte que contrata a un capataz permanente para encender las calderas, distribuir la calefacción por las distintas dependencias, etc. Y aquí empiezan los dramas.
"Todos los grandes hoteles tienen escándalos"
Cuando Shockley adquirió el lugar, en ese primer invierno antes de la primera temporada oficial, Ullman contrató como vigilante a Delbert Grady. Lo acompañaba su familia y... sucedió una tragedia. Grady era alcohólico, como Torrance, y tenía mujer y dos hijas. ¿Qué pasó? Pues, básicamente, que asesinó a las pequeñas con un hacha y a su mujer con una pistola. Después, se suicidó. Quizá no te diga nada el nombre de Grady... ¿Pero y si te digo que es el hombre que habla con Jack en el cuarto de baño rojo de la versión de Kubrick? ¿Y si además te detallara que sus hijas son las gemelas -no lo son en el libro- de vestidito azul de la película? A ellas, al principio, su nueva casa no les decía nada. Hasta que una le quitó a su padre unas cerillas e intentó incendiarla. Manipulado por el 'hotel', Grady lo enmendó "con toda severidad" y también asesinó a su esposa cuando esta intentó impedir que cumpliera sus órdenes.
El caso de Grady no es el único altercado en la sangrienta historia del Overlook. Como bien dice King a través de los labios del encargado de mantenimiento Watson, "todos los grandes hoteles tienen escándalos"; "la gente viene y va". Por algo no hay ni planta 13 ni habitación 13. Casi al principio de El resplandor, Watson también ilustra a Torrance sobre Lorraine Massey, la huésped de la famosa habitación 217 -237 en la película. En 1973, Massey, de unos 60 años, con el cabello teñido de rojo y muchas joyas, llegó al hotel en compañía de un chico mucho más joven que ella, posiblemente hasta menor de edad. "Pasaron aquí una semana o unos diez días, no sé, y todas las noches la misma historia...". En el salón Colorado, todas las tardes, ella y él bebían hasta reventar hasta que quedó bastante claro que él no sentía ni mucho menos lo mismo. Sonreía a las camareras y hasta las pellizcaba cuando Lorraine no se daba cuenta. Una noche, él mintió diciendo que su "mujer" estaba "indispuesta". Se largó en su Porsche y nunca más se supo. A la mañana siguiente, ella bajó, se dejó ver por el Colorado y, ya por la noche, regresó a su habitación. Fue la última vez que la vieron con vida. Se tomó unos 30 somníferos y todo el alcohol. ¿Qué pasó luego? Una semana después, Delores Vickery, camarera del Overlook con un poco de 'esplendor', estaba haciendo la habitación de Lorraine y de su amante cuando vio a la muerta en el cuarto de baño, tumbada desnuda en la bañera. "Con la cara de color púrpura e hinchada".
Cuando llevas poco más de 200 páginas del libro, Jack encuentra en el sótano un álbum de recortes de periódico, libros mayores y vales de servicios a las habitaciones que pormenorizan el devenir histórico del Overlook. Por ejemplo, papeles sobre huéspedes ilustres: Nelson Rockefeller en 1950, Henry Ford y su familia en 1927, Jean Harlow en 1930, Clark Gable y Carole Lombard... De aquí lo más reseñable es el baile de máscaras para celebrar la inauguración el 29 de agosto de 1945. Cena a las ocho y desenmascaramiento a medianoche con Horace M. Derwent como anfitrión. Este, que como te hemos contado se dejó en la empresa gran parte de su fortuna, tenía amistades tanto en el mundo de la realeza como en el del hampa. Y este detalle nos lleva al 27 de julio de 1964, cuando el Overlook empieza a funcionar como "club exclusivo" para la mafia. Entre sus selectos miembros se encontraban Charles 'Baby Charlie' Battaglia, sexagenario empresario de Las Vegas relacionado con asuntos de tráfico de drogas, prostitución y asesinatos a sueldo; Richard Scarne, fabricante de máquinas tragaperras y condenado por tenencia de armas, fraude fiscal, etc; Peter Zeiss, defraudación de impuestos, ocultación de bienes robados, etc; Vittorio Gienelli (o Vito 'El Descuartizador'), asesino (a hachazos) de Frank Scoffy, y Carl 'Jimmy-Ricks' Prashkin, heredero del último, dueño de varios casinos y supuesto responsable de 'limpiar' el dinero obtenido en Las Vegas y de canalizarlo hacia, entre otros negocios, el Overlook.
Lugares "peligrosos", lugares "seguros" y un reloj erótico
Aparte de los incidentes con Delbert Grady y Lorraine Massey, en junio de 1966 ocurrió, frente a la puerta de la suite presidencial y hasta en su interior, otro de los sucesos más sangrientos del Overlook: el triple asesinato con armas de fuego de los guardaespaldas Víctor T. Boorman y Roger Macassi y de su empleador, Vittorio Gienelli. Las paredes quedaron salpicadas por su sangre y por restos de su masa encefálica. Al último incluso le cortaron los genitales. En 1967, después de semejante escándalo, el hotel volvió a traspasarse. Según Dick Hallorann, chef del Overlook, la suite presidencial fue ocupada 19 veces en los tres años que él llevaba ahí. Y, de estos 19 huéspedes, seis abandonaron el recinto antes de lo previsto, algunos de ellos con bastante mal aspecto. Lo mismo pasó con un hombre condecorado con la Estrella de Bronce y la Estrella de Plata que, en agosto de 1974, tuvo un ataque de histeria en la cancha de golf. E igual con docenas de chicos que se negaban a visitar la zona infantil.
En la tercera parte del volumen, King también nos habla un poco más del salón de baile del ala este, de su alto sillón tapizado y de su reloj, con fanal de cristal, flanqueado por dos grandes elefantes de marfil. Aquí somos testigos de la doble categoría en las que divide Danny todas las cosas de su nueva (y peligrosa) residencia: los lugares "peligrosos" (el ascensor, el sótano, la zona infantil con los arbustos con forma de animal, la habitación 217 y la suite presidencial) y los lugares "seguros" (las habitaciones de los Torrance, el vestíbulo, la terraza y este salón de baile). Nos paramos un poco más en esta habitación, decorada con una enorme alfombra ricamente entretejida de dibujos en rojo y oro, para profundizar un poco más en su reloj, con un campanilleo que entona el Danubio azul de Strauss y unas figurillas, la de dos danzarines de ballet, que, en palabras Danny, "se besan los pipís". Lo dejamos a tu imaginación.
Cómo se le ocurrió a Stephen King y 'Creando El resplandor'
Como te hemos dicho, el Overlook fue construido durante la presidencia de Theodore Roosevelt. Pero todo se acaba. El segundo día de diciembre de 1975, cuando Jimmy Carter hacía negocios en la Casa Blanca -no sería presidente hasta 1977-, el complejo hotelero ardía hasta los cimientos. La causa, al menos esa es la versión oficial, una caldera defectuosa. Había cuatro personas cuando ocurrió: Jack Torrance (muerto), su mujer Wendy, su hijo Danny y el chef Dick Hallorann (vivos). En Doctor Sueño, la novela-secuela de Stephen King publicada en 2013, el Nudo Verdadero, la secta 'vampírica' y casi inmortal que persigue a Abra Stone -que cantan "Somos el Nudo Verdadero, nosotros perduramos: Sabbatha hanti. Somos los elegidos: Lodsam hanti. Somos los afortunados: Cahanna risone hanti"-, tiene su base en el Camping Bluebell. Allí, años atrás, se erigía un famoso hotel... ¿Adivinas cuál?
Y ahora, por último, vamos a repasar cómo se le ocurrió a King la creación del Overlook, su edificación sobre un cementerio indio, etc, y en qué localizaciones se rodó la cinta de Kubrick. Fue en 1974, después de que el novelista y su mujer Tabitha pasaran una noche -en la 217- en el Stanley Hotel de Boulder, en Colorado. Eran los dos únicos huéspedes que pasaban la noche allí y, durante su estancia, el maestro del terror tuvo una pesadilla. "Soñé con mi hijo de tres años corriendo por los pasillos, mirando por encima de su hombro, con los ojos abiertos, gritando. Le perseguía una manguera de incendios. Me desperté completamente estremecido, sudando, a pocos centímetros de caerme de la cama. Me levanté, encendí un cigarro, me senté en una silla mirando por la ventana las Montañas Rocosas y ya tenía en mi cabeza el esqueleto del libro cuando terminé de fumar". Kubrick, por su parte, utilizó el Timberline Lodge de Oregón para filmar los exteriores y se basó en el Hotel Ahwahnee del Parque Nacional de Yosemite para los interiores, grabados en los Estudios Elstree de Hertfordshire, Inglaterra. Es curioso porque, en el contenido adicional del Blu-ray de El resplandor 'Vista desde el Hotel Overlook. Creando El resplandor', Paul Duncan, autor de Stanley Kubrick: The Complete Films, afirma que el también director de 2001 (1968) y Barry Lyndon (1975) mandó fotografiar habitaciones de hoteles de todo EE.UU. "Miró miles y miles de fotos y dijo: 'Vale, quiero esta. Y quiero esta', recuerda Duncan. "Y de ahí surgieron las habitaciones del Hotel Overlook y los diferentes 'looks' de las mismas".
Jack Nicholson también ha manifestado que Kubrick no creía en el diseño de decorados. "Decía: '¿Cómo voy a ser tan egocéntrico y pensar que con las habitaciones ya existentes que han hecho los grandes arquitectos del mundo se me iba a ocurrir a mí una habitación mejor? Encontraré una pieza musical que se haya escrito en los últimos 150 años. O la habitación, la camisa o lo que haga falta'. Él prefería aprovechar lo existente e innovar con ello" -así lo hizo con el Valse triste de Sibelius, que la compositora Wendy Carlos versionó en sintetizador para el documental 'Cómo se hizo El resplandor'.
Su estructura claustrofóbica, teorías que lo enlazan con la Annie Wilkes de Misery, su reflejo del mito de Teseo y el laberinto del Minotauro, el hecho de que Danny se mueva entre plano y plano en la memorable alfombra de estampado hexagonal -que es así por la afición de Kubrick al ajedrez, los puzles y los juegos de guerra (en el 'bestseller' es un 'liberty' con una jungla azul y negra)... Pero esa, quizá, sea otra historia. Para terminar, una frase de Sydney Pollack y otra de Duncan. "Stanley no buscaba el realismo. Era un director con un estilo operístico. Decía: 'Lo realista está bien; lo interesante mejor", revela el director de Tootsie (1982) y Memorias de África (1985). ¿Pero por qué, sea en la obra de King o en la película de Kubrick, el Overlook nos obnubila y nos aterra tantísimo? De nuevo, el escritor de Stanley Kubrick: The Complete Films da en el clavo. Porque no es, ni mucho menos, un cascarón. Ahí hay algo más. Algo que te acompaña. Algo que respira. Algo que te espía a plena vista aunque no te des cuenta. "Al pensar en El resplandor, piensas en la cámara merodeando. Piensas en la cámara cerca del suelo. Es como si hubiera otro personaje allí dentro... siguiendo a la gente. Y, desde luego, lo hay. El hotel vigila de cerca a todos los personajes. Tal vez, la cámara de El resplandor es el hotel".
"En el Overlook, todas las cosas tenían una especie de vida. Era como si a todo el lugar le hubieran dado cuerda con una llave de plata".