Es una de las grandes imágenes que nos ha dejado el cine de la modernidad: Anna Karina, en la oscuridad absoluta de una sala de cine derramando una lágrima mirando el rostro angustiado de Maria Falconetti en La pasión de Juana de Arco (1928), de Carl Theodor Dreyer. Hoy esa imagen de Vivir su vida (Jean-Luc Godard, 1962) toma un nuevo significado y otra envergadura con la desaparición de la propia Anna Karina, fallecida en París ayer 14 de diciembre a los 79 años de edad y a causa de un cáncer, según informan medios franceses.
Nacida Hanne Karin Bayer (Solbjerg, Dinamarca, 1940), Karina, actriz, cantante, icono de la Nouvelle Vague, viajó a París cuando era adolescente con el objetivo de convertirse en actriz. Y aunque enseguida encontró un lugar como modelo y posó para grandes firmas como Coco Chanel, entre otras, no tardó en llamar la atención de Jean-Luc Godard, quien le propuso un papel secundario en su debut Al final de la escapada (1960), que ella rechazó. No pudo tomar mejor decisión, ya que al cabo de poco tiempo Godard regresó para ofrecerle el rol protagonista de El soldadito (1963), sobre la guerra de Argelia en la que compartía pantalla con Michel Subor.
De esa película brotó una de las parejas creativas y sentimentales más míticas de la historia del cine; una relación amorosa intensa forjada en siete películas que, en palabras de Raoul Coutard, el habitual director de fotografía del cineasta suizo, pueden verse como "la postal más cara que un hombre haya enviado nunca a su mujer": Una mujer es una mujer (1961), Vivir su vida, El soldadito, Banda aparte (1964), Lemmy contra Alphaville (1965), Pierrot, el loco (1965) y Made in USA (1967).
Anna Karina también trabajó con Agnès Varda en Cléo de 5 a 7 (1962); con Pierre Koralnik y Serge Gainsbourg en el musical pop Anna (1967); con Jacques Rivette en La religiosa (1966); con Lucino Visconti en El extranjero (1967); con George Cukor en Justine (1969); o con Rainer Werner Fassbinder en La ruleta china (1976), entre muchos otros. No obstante, sus interpretaciones en los primeros filmes de Godard, juguetones y subversivos, la convirtieron en un icono del cine, desde su papel de Odile, corriendo por los pasillos del museo del Louvre, su rol de enamorada y detective Paula Nelson en Made in USA, o el descorazonador papel de Marianne en Pierrot, el loco.
Desde hacía años, la actriz llevaba una vida tranquila, viajando recibiendo homenajes en diversos festivales de Europa y Estados Unidos. En 2018, el Festival de Cannes tomó como imagen del certamen el beso entre Jean-Paul Belmondo y ella en Pierrot, el loco, mientras que solo un año antes el Festival Lumière, celebrado en Lyon, le rendía homenaje recordando toda su carrera. Sin lugar a dudas, con la muerte de Anna Karina desaparece una manera de entender el cine, y una época del cine francés y europeo que ha marcado la historia.