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    "¿Tú también la veías?": 'Lucky Luke. El intrépido' tuve que pegar la cinta VHS del uso que le di

    La primera adaptación cinematográfica basada en el personaje creado por el autor belga Morris llegó a las pantallas en 1971. La dirigió René Goscinny, creador de Astérix.

    Corría el año 1989 y me dirigía a ver a mi hermana recién nacida y a mi madre al hospital. Pero no sabía que, además de la emoción de conocer al nuevo miembro de la familia, también iba a tener un regalo cinéfilo. Ese día, mis padres me regalaron el VHS de Lucky Luke. El intrépido. Yo ya era todo un pequeño coleccionista de cine en este formato -ahora obsoleto-, por lo que el presente no pudo hacerme más ilusión. Recuerdo atesorar aquella cinta entre mis brazos como algo muy valioso. El personaje de cómic belga era uno de mis favoritos (recuerdo, incluso, tener varias figuras de plástico suyas). Del uso que le di en su día a la película, tuve que pegarla con cinta adhesiva debido a que se rompió como consecuencia del desgaste. El 'tracking' de mi reproductor de vídeo ya no daba para más.

    Aquel VHS editado por IVS (aunque en cines su distribución corrió a cargo de la difunta C.B. Films) rápidamente se convirtió en uno de los favoritos de mi colección. Casi olvido mencionar que, además de ésta, me obsequiaron con la película Trapito. Pero eso ya es otra historia. Como la compañía era bien inteligente, decidió cambiar el título original -era Daisy Town- por el de Lucky Luke. El intrépido. Así resaltaba el papel protagonista de la estrella del cómic en su primera gran producción cinematográfica. Como muchos de los dibujos animados de la época, aquel largometraje estaba doblado en español neutro o, lo que es lo mismo, con voces latinas. Pero los niños de mi generación estábamos acostumbrados a este detalle, gracias a los cortometrajes, por ejemplo, de Hanna Barbera o la Warner Bros. que se emitían constantemente en televisión.

    Los entresijos de una producción animada

    Antes de las versiones en imagen real, en la que primero Terence Hill, después Til Schweiger y más tarde Jean Dujardin se pusieran en la piel del "vaquero más rápido que su sombra", las productoras Belvision, Dargaud Films y Les Productions Artistes Associés decidieron llevar a la gran pantalla al personaje creado por Morris en los años 40 en formato animado. Estábamos en 1971 y el ‘western’ era un género que se había revitalizado gracias a directores como Sergio Leone y Sam Peckinpah, que dieron un nuevo enfoque a este tipo de producciones.

    Dargaud Films

    Para hacerse cargo de la dirección de la cinta se contrató al guionista y creador de Astérix René Goscinny, mientras que la escritura del libreto la hicieron Eddie Lateste, Jos Marissen, Philippe Landrot, Alain De Lannoy y Pierre Tchernia. El escritor francés, que también colaboraba con Morris en algunos tomos de Lucky Luke, venía de dirigir en 1968 la adaptación de su propia obra Astérix y Cleopatra, que supuso la segunda aparición del valiente guerrero en la gran pantalla tras Astérix el galo.

    Goscinny apostó por una animación muy similar a la de Astérix y Cleopatra, de trazo algo algo simplista aunque resaltando lo caricaturesco de los personajes secundarios. A pesar de ello, es la mejor adaptación del personaje que se ha llevado a la gran pantalla, superior a La balada de los Dalton (1978) y muy por encima de las cochambrosas adaptaciones en imagen real perpetradas por, entre otros, el ya citado Terence Hill. Es muy fiel al cómic original -de hecho, el propio Goscinny fue guionista de éste junto a Morris- y no pierde el humor -en ocasiones más ácido, otras basado en el puro ‘slapstick’- en sus 73 minutos.

    La divertidísima epopeya de Daisy Town

    El filme comienza con un una canción de la maravillosa banda sonora compuesta por Claude Bolling y conocemos a los primeros habitantes de Daisy Town en una clara parodia hacia los primeros colonos de EE.UU. Goscinny, de manera muy divertida, muestra cómo se va levantando la ciudad, como si de poner cuatro tablones se tratara, y poco a poco vamos viendo a los personajes que inundarán el metraje de la película: el dueño chino de la lavandería, el abuelo en silla de ruedas, el funerario y su mascota (un buitre de lo más sarcástico)... A la vez que descubrimos los típicos edificios que poblaban el Lejano Oeste: el banco, la iglesia, la barbería… Pero, rápidamente, lo que parecía una próspera urbe se convierte en un nido de malhechores que van desfilando por la pantalla. Cabe recalcar que uno de estos villanos es un mexicano montado en un burro, un chiste que en los tiempos actuales, los de lo políticamente correcto, sería impensable. Además, el tipo se pasa durmiendo junto a las puertas del salón la mayor parte del metraje bajo su típico sombrero. Corrección política inexistente.

    Dargaud Films

    Es entonces cuando nos trasladamos al gran salón del pueblo, donde sus peligrosos visitantes se alivian el gaznate a base de los 'bourbon' con más graduación y donde cada partida de póquer termina en tiroteo. Mientras, las 'vedettes' amenizan la velada con canciones y bailes. Todo ello en una escena en la que se hace uso del 'slapstick' más alocado y se nos da una pista sobre lo que vamos a ver en la gran pantalla: mamporros, botellazos, disparos errados… Un arranque, sin duda, divertidísimo. Se nos explica cómo la ciudad va derivando en un lugar peligroso, en la que los malhechores se baten en constante duelo -de hecho, se llega a instalar una especie de semáforo para desenfundar armas- y la población vive aterrorizada. Pero es tiempo de que entre en acción el héroe de la película: el vaquero Lucky Luke a lomos de su fiel caballo Jolly Jumper, mientras suenan los acordes del tema I'm A Poor Lonesome Cowboy. De pequeño me alucinaba el sonido que producían sus espuelas y soñaba con tener unas botas armadas con unas similares. Nunca lo conseguí.

    Lucky Luke entra en el salón y pide una cerveza. Es entonces cuando se produce otro de los divertidísimos 'gags' del largometraje: cuando el camarero lanza la jarra a través de la barra y ésta sortea todo tipo de obstáculos hasta llegar al cliente. Pero un pendenciero roba la bebida del 'cowboy' y comienza una enorme tangana en la que el vaquero sale victorioso y da una tremenda tunda a los que se atreven a plantarle cara. Una revuelta no exenta de comedia, ya que uno de los clientes trata en vano durante la misma de romper una botella -para usarla como arma- contra el mostrador sin éxito. Tras ésto, todos los villanos de Daisy Town se quieren deshacer de su incómodo visitante. Pero él les da una lección a todos sin problemas. Debido a su destreza con las armas, el alcalde y las fuerzas vivas del pueblo le piden que se convierta en 'sheriff' del mismo. A partir de aquí, la pequeña localidad comienza a vivir unos tiempos de paz y prosperidad.

    Debido a que la prisión de Daisy Town se encuentra hasta los topes de delincuentes (y no se quiere utilizar la horca como sugiere el funerario) se decide usar el método de la brea y las plumas, el cual se nos explica de manera muy didáctica. El éxito de la propuesta desemboca en una celebración a modo de baile en el salón. Pero mientras todo el pueblo se divierte, nadie sospecha que tienen a un gran peligro a las puertas del mismo: los Hermanos Dalton. Temidos en todo el Lejano Oeste, Joe, William, Jack y el torpe Averell se preparan para hacer de sus fechorías. Cuando Lucky Luke se entera de su presencia, va a hacerles una visita para pararles los pies y acaban destrozando el piano a balazos en otro divertido 'gag', cortesía de la pluma de Goscinny.

    Entran en acción los temibles Dalton

    Tras pasar olímpicamente de las advertencias del 'sheriff', los Dalton se encaminan a diferentes locales del pueblo con el fin de dar un buen golpe y robar la mayor parte de dólares posibles. El más duro de todos, Joe, dará con un curioso banquero que pondrá sus nervios a prueba. Los hermanos demuestran su torpeza cuando, tratando de reventar una de las cajas fuertes que han sustraído, se dejan todos los cartuchos de dinamita sobre la misma con la consecuente explosión que deja a los personajes tiznados de negro (recurso utilizado una y mil veces en los denominados 'cartoon'). La parsimonia de los habitantes de Daisy Town frente a las fechorías de sus nuevos vecinos saca de quicio a Lucky Luke, que termina abandonando el puesto de agente de la ley, por lo que los delincuentes se postulan para tomar los mandos de la localidad.

    Como Averell, el menos inteligente de los Dalton, no dispone de candidatura, Lucky Luke utiliza este hecho para ponerlo en contra de sus hermanos y la cosa acaba con un alocado tiroteo fratricida a ritmo de un frenético banjo. Todo marca de la casa. Joe culpa al antiguo 'sheriff' de la situación y lo reta a un duelo al amanecer. Los cuatro villanos practican tiro con varios objetos, incluyendo las alas de una mosca (otro detalle que denota el humor negrísimo que contenían estas historias para niños). Y entonces llega la que era mi escena favorita cuando era un niño frente a la pantalla del televisor: el duelo. Acompañado de una impactante música para generar tensión, éste está repleto de momentos memorables. Las persianas cerrándose. El humo en forma de calavera del tabaco del protagonista. Su propia silueta reflejada en una gota de sudor. Una escena muy emocionante que tengo grabada a fuego en mi memoria. Como es de esperar, el buen 'cowboy' gana el duelo y destierra a los cuatro delincuentes de Daisy Town. Esta victoria vuelve a ser celebrada con un baile.

    Dargaud Films

    Tras su destierro, los Dalton dan a parar con una temible tribu de indios. Cuando son apresados y maniatados por los nativos, Joe consigue convencer increíblemente al jefe de que ataque Daisy Town cuando le cuenta todos los planes que tiene el hombre blanco para Norteamérica. Aunque, para su desdicha, no les libera de su cautiverio. Entonces comienza otra de esas escenas que se le quedan a uno en la mente de crío: cuando los 'pielroja' comienzan a ornamentar su cuerpo con las pinturas de guerra más variopintas que uno puede imaginar. Mención aparte merece el baile -con cántico incluido- del chamán alrededor del tótem.

    Los nativos no dejan que nadie abandone Daisy Town, ni siquiera para pedir ayuda, a pesar de los muchos intentos de sus habitantes. Y aquí Lucky Luke propone tenderles una emboscada haciendo creer a los indios que abandonan el pueblo. Al verlos salir, comienza la batalla a la que se suma la caballería. El 'sheriff' hace cambiar de sentido a sus vecinos constantemente, por lo que los enemigos enloquecen hasta pedir llegar a un acuerdo. La cinta finaliza con una crítica al capitalismo voraz, iniciado con la fiebre del oro, por la que todos los vecinos de localidad abandonan sus casas en busca del preciado mineral. Y así marcha el protagonista, que deja atrás un páramo desolado como el que vemos al principio de la película. Un final crepuscular y agridulce para una cinta de animación infantil muy adulta y cargada de mala baba.

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