Con un calendario secreto y en apenas 27 días, Levan Akin rodó todas las secuencias de Solo nos queda bailar. El motivo de tal secretismo y de ese modelo de producción de guerrilla se debe a una única razón: en Georgia, el país donde ocurre la historia de amor LGTB de Solo nos queda bailar y país dónde se filmó la película, la homosexualidad es un tabú y la homofobia es el pan de cada día. La película, que se estrenó mundialmente en la Quincena de Realizadores y fue premiada en la Seminci y el Festival de Sevilla, está ya en las salas españolas desde el pasado viernes 7 de febrero de 2020.
“Teníamos que ser muy reservados con nuestras previsiones de rodaje, y ser muy restrictivos con la información que proporcionábamos a los miembros del equipo. La historia fuimos contándola a medida que estábamos filmando, por ejemplo. Aún y así, hubo días en que los ultras descubrieron dónde estábamos filmando y nos estaban esperando para boicotearnos. No podíamos planear con antelación nada”, cuenta Levan Akin, en conversación con SensaCine durante la Seminci del pasado octubre de 2019, sobre la producción de su tercer largometraje, constantemente amenazado por grupos radicales ultraderechistas a causa del tema del tema de la película, el amor homosexual con las danzas tradicionales georgianas como telón de fondo.
“Filmar Solo nos queda bailar fue como realizar una película de guerrilla”, continúa. “Tengo experiencia realizando grandes producciones y creo que si no la hubiera tenido no hubiese podido hacer esta película. Teníamos muy poco dinero. No podía planear nada. Otro ejemplo: conseguimos podar usar el estudio de baile donde practican un día antes de rodar allí. Habíamos alquilado uno para el rodaje, pero en cuanto se enteraron del tema de nuestra película decidieron rescindir el contrato”.
Esa precaución tenía todo el sentido. Solo nos queda bailar, de hecho, nace de la preocupación de un terrible hecho acontecido en 2013, cuando en la primera celebración del Día del Orgullo Gay en Georgia grupos de extrema derecha atacaron a los participantes del desfile reivindicativo. Y algo parecido sucedió el pasado 8 de noviembre de 2019, cuando la película se estrenó comercialmente en Georgia. Esa noche, el público que se acercó a ver Solo nos queda bailar tuvo que hacerlo protegido por antidisturbios, ya que peligraba su integridad física, rodeados de la ira de sacerdotes de la iglesia ortodoxa y manifestantes ultraderechistas, que arrojaban objetos contra la entrada de la sala, tal y como informaban medios internacionales como The New York Times y la BBC, o medios de carácter libertario como Radio Free Europe.
A pesar de los graves ataques sufridos y de la censura en el país donde ha sido rodada, Georgia, Solo nos queda bailar se ha convertido en uno de los filmes europeos independientes de la temporada. La película de Levan Akin se convirtió en la gran película del año en Suecia, donde Akin reside, al lograr el pasado mes de enero hasta cuatro Premios Guldbagge –el equivalente sueco de nuestros Premios Goya–. En concreto, logró el Guldbagge a la Mejor película, al Mejor actor protagonista para Levan Gelbakhiani, al Mejor guion y a la Mejor dirección de fotografía para Lisabi Fridell.
Ahora, tras ese peligroso periplo de producción y tras un viaje de reconocimientos por toda Europa, Solo nos queda bailar ya está en las salas españolas. No te pierdas su conmovedora historia de baile, amor y emancipación personal, una película que es un grito político por la libertad personal.