Todos tenemos un largometraje que vimos en el pasado que nos dejó con la boca abierta por la crudeza o la ternura de sus imágenes. Unos fotogramas que se han quedado grabados en nuestra retina y que apenas nos cuesta rememorar. La redacción de SensaCine navega, una vez más en su memoria cinéfila para recordar aquellos títulos infantiles que nos dejaron en 'shock', o bien en la sala de cine o bien plantados frente al televisor. Tristeza, miedo, repulsión… sentimientos y gestos que no se pueden reprimir recordando estas películas que nos traumatizaron.
'E.T. El Extraterrestre' (1982): Llorar como si no hubiese mañana
Andrea Zamora
Nací años después del año 1982, pero fui al cine a ver E.T. El Extraterrestre. Esta imposibilidad se hizo posible gracias al reestreno del filme en 2002, el cual aprovechó un adulto de mi familia para llevarme a ver la cinta que me haría saber, de verdad, lo que era la tristeza. Recuerdo que no iba con muchas ganas de ver la historia de un niño haciéndose amigo de un alienígena. Por aquel entonces, poco me importaba que Steven Spielberg fuese el director detrás de ese filme. Pero la cinta me enganchó desde el principio, me reí como nunca y me lo pasé en grande... Hasta que E.T. enferma y está al borde la muerte. Todavía, acordándome, me entran ganas de meterme debajo de la mesa y convertirme en bicho bola.
A la edad a la que vi la película de Spielberg en el cine ya había superado la muerte de Mufasa en El Rey León y la de la madre de Bambi, pero me tuve que obligar a no llorar en ese momento porque me daba vergüenza hacer demasiado ruido y que todo el cine se me quedase mirando. El alivio que sentí cuando E.T. se recupera y su amigo humano Elliot sabe que no lo va a perder fue el mejor regalo que me podían dar en ese momento. Es más, en alguna conversación con mis amigas ha salido el tema de cómo nos afectó E.T. El extraterrestre y compartimos episodios similares en los que más de una terminó totalmente destrozada por el final. Ese día del año 2002, en el cine, me aguanté las lágrimas, pero por la noche en la cama, al acordarme, lloré como si no hubiese mañana.
'En busca del valle encantado' (1988): ¡Que mataban a la madre de Piecito!
Santiago Gimeno
Creo que todos podemos estar de acuerdo en que En busca del valle encantado (1988) de Don Bluth, también director de Nimh: El mundo secreto de la señora Brisby (1982), Fievel y el Nuevo Mundo (1986) y Todos los perros van al cielo (1989), era todo un dramón. Empezando por esa lucha entre el T-Rex y la madre de Piecito que acababa con esta última muerta ("Estaré contigo aún cuando no me veas") y también por el hecho de que sus protagonistas, el pequeño cuellilargo y sus amigos Cera, Patito, Petrie y Púas -huérfano, por cierto-, vagaban completamente solos en busca de un oasis para dinosaurios, el famoso Valle Encantado, después de ser apartados de sus familias por un terremoto.
¿De verdad no te acuerdas del ojo de Diente Agudo, el T-Rex, abriéndose de golpe cuando Cera estaba a punto de embestirlo? Todavía me dan escalofríos. Y hablamos de un título infantil, pero resulta que las crías tramaban un plan para hundir al villano en lo más hondo de un estanque con la ayuda de una enorme roca. ¿Estaba bien hacer algo así? Yo, por aquel entonces con unos seis años, no entendía muy bien eso de la defensa propia y fijo que preguntaba. ¡Pero cómo no me iba a traumatizar! Menos mal que todo terminaba bien, con Petrie 'vuelando' y todos los personajes reunidos con sus familias. También me hacía llorar ese "Mamá, sé 'vuelar" de nuestro pequeño héroe alado. Pero esa es otra historia.
'Alicia en el país de las maravillas' (1951) y las pequeñas ostras curiosas
Sara Heredia
Disney siempre ha tenido un don para colarnos escenas espeluznantes cuando creíamos que estábamos a salvo disfrutando de una película familiar. Véase la bruja de Blancanieves, la Isla de los Juegos de Pinocho -ese niño transformado en burro que pedía ir a casa con su mama- o las ostras de Alicia en el país de las maravillas, que si no te acuerdas de ellas muy pronto lo vas a hacer.
La película de 1951 basada en el clásico de Lewis Carroll ya es extraña de por sí y la leyenda que rodea a la novela tampoco ayuda a verla como una historia infantil e inocente. Por eso, tampoco es raro encontrar una historia tan triste como la de las ostras curiosas en mitad de un largometraje con amenazas de decapitaciones. En el relato, el Señor Morsa está paseando junto a un carpintero cuando descubren una familia de hermosas ostras, todas ellas con zapatitos y caras entrañables. A pesar de las advertencias de la madre, las pequeñas siguen al millonario a dar un paseo y se sientan junto a él a lo largo de la mesa esperando una comida suculenta. La comida, claro está, son ellas. Por si hubiese alguna duda sobre su destino, la secuencia incluye un plano hiperrealista de las ostras completamente vacías. Sí, están muertas.
Recuerdo ver la película cuando era pequeña y comenzar a ponerme nerviosa en cuanto veía el sol y la luna que empiezan el relato. Viéndola ahora con ojos adultos me parece aún más terrible, pero qué sería de nosotros sin el Disney de los años 50 y sus moralejas a golpe de remo.
'Solo en Casa 2' (1992): Cuando mi peor temor era encontrarme a la señora de las palomas
Custodio Guerrero
Solo en casa te demuestra que cuando te dejan sin darse cuenta literalmente "solo en casa", disfrutabas como un enano (obviando el tema de los ladrones, claro). Incluso su vecino no era tan terrorífico. Pero creo que su director, Chris Columbus, se dio cuenta de ello y pensó: "Se van a preparar los que creen que quedarse solo es una maravilla con Solo en casa 2: Perdido en Nueva York". Y ahí llegó la terrorífica señora de las palomas de Central Park y las calles de Nueva York en plena noche.
Es una breve secuencia, pero algo que marcó mi infancia. Kevin empieza a toparse con la característica población de una gran ciudad y es horrible; ¿y quién puede confiar en una señora rodeada de palomas, las ratas del aire.?¿QUIÉN?. Pero también está la secuencia de cuando Kevin pone en el televisor la escena de una película de gánsters titulada Ángeles con almas corruptas donde el protagonista empieza a decir su frase: “Feliz Navidad gusano miserable…y próspero año nuevo”. La veo ahora y pienso: ‘¿de verdad que me daba miedo esta escena?’ Pues sí, era algo que no me gustaba nada y su risa del final aún me atormenta. A pesar de todo esto, es una de esas películas que me aterrorizaba y me reía a carcajada limpia a la vez. Solo por la escena de Daniel Stern electrocutándose, perdono a Columbus.
'Dumbo' (1941): 'Bullying' a un pequeño elefante
Lourdes de Paredes
Cierto, Dumbo no es de las películas infantiles más dramáticas. Todos recordamos la muerte de Mufasa en El Rey León o de la madre de Bambi, como ya comentarán algunos compañeros en este artículo. Sin embargo, a mí este largometraje me tocó el corazoncito de pequeña y también el pasado año cuando volví a revivir emociones en una especie de deja vú con el Dumbo de Tim Burton. Las burlas a las que someten al pequeño elefante en el circo son un exponente claro de bullying, los ataques nacen de las grandes orejas de este tierno e inocente animal y se extienden al apodo que se convierte en su nombre: Dumbo, aka mudo o tonto.
La piel se eriza y el corazón se encoge con ambas películas,la de 1941 y 2019, cuando su madre coraje sale en defensa de su cría llevándose por delante a todo el que pilla y sentenciando un cruel destino para ambos con su separación. La cinta acaba bien, Disney no siempre se ensaña con nuestras emociones y Dumbo al final se reencuentra con mamá Jumbo. El resultado es una película de superación, que demuestra cómo aprovechar los defectos físicos para convertirlos en una virtud y seña de identidad diferenciadora de la malvada masa.
'La historia interminable' (1984): La muerte lenta y dolorosa de Artax
Ana Lasso
La historia interminable es uno de los clásicos de cine fantástico, pero también una de las películas infantiles en las que cada minuto hay un drama asegurado. Aunque la película era una adaptación de la novela de Michael Ende, la cinta no transcurre exactamente igual que el libro, pero eso no le salva de mantener esa oscura trama que la caracteriza. Desde la presentación del protagonista Bastian (Barret Oliver) al espectador, un niño que acaba de perder a su madre y que en el colegio sus compañeros de clase son de todo menos sus amigos, el drama comienza a asomar la cabeza.
Sin embargo, y a pesar de que hace muchos años que no he vuelto a ver la película, la escena de la muerte de Ártax en los Pantanos de la Tristeza -mientras Atreyu grita desconsolado- ha sido difícil de borrar de mi memoria. Una pérdida lenta y dolorosa. Era como vivir de nuevo la muerte de tu mascota, aunque ni siquiera la tuvieras. Menos mal que el entrañable dragón Fújur consigue remontar la situación y convertirse en el nuevo compañero del valiente guerrero. A pesar de que la cinta termina con la salvación de la Emperatriz y su emotivo encuentro con Bastian, es imposible que la única escena que se recuerde de este título no sea la muerte de Ártax hundiéndose en el fango.
'Bambi' (1942): Mi primer 'shock' animalista
Sandra Hernández
Si dices que Bambi no traumó, aunque solo sea un poco tu infancia, mientes. La primera vez que de pequeños vemos la película todo parece de luz y color. Un pequeño cervatillo indefenso y tímido que vive con su madre en el bosque, y que pronto se hace amigo de un Tambor un conejo que le ayuda a caminar, una joven y presumida mofeta llamada Flor y Faline, una cervatilla con la que pronto descubrirá el mundo. Hasta aquí la película tiene todos los ingredientes necesarios para morirnos de amor.
Pero pobres ingenuos de nosotros que seguimos viéndola en vez de apagar el televisor y quedarnos con esa imagen. Un día en el que, como siempre Bambi y su madre, van a buscar comida, un cazador dispara y aunque ambos intentan escapar, finalmente alcanza a su madre y la mata. En ese momento, nos quedamos ojipláticos y en modo estatua enfrente de la televisión. Después a llorar, como es lógico.
Menos mal que la película acaba con uno de esos finales felices que te entran ganas a ti de ser quien coma las perdices, pero desde luego que la muerte de la madre de Bambi se nos ha quedado grabada a fuego en la retina para siempre.
'Fievel y el nuevo mundo' (1986): La película de animación que me rompió el corazón
Lorena Vialás
Aún recuerdo, como si fuera ayer, la primera vez que vi Fievel y el nuevo mundo. Tendría unos 8 años, bajamos al videoclub del barrio y el dueño nos recomendó la cinta de Don Bluth, nos dijo que contaba una historia muy bonita, y nos saturó que se quedaría en nuestra mente muchos años. Ya ves que si se quedó, de hecho sigue ahí, en uno de los rincones de mi memoria, donde os aseguro que no almaceno cualquier cosa. Y con ella, sigue ese recuerdo de la llantina y la tristeza que me invadió ver al pequeño Fievel solo en el gran mundo, perdido en la inmensidad de una América que su padre le había pintado como maravillosa. Un país idílico en el que su papá le había asegurado que “hay agujeros de ratón y migajas de pan por todas partes”, en el que "se puede decir lo que quieras" y lo más importante, en el que "no hay gatos".
Sin embargo, el adorable Fievel, procedente de la fría Rusia, lejos de disfrutar de las maravillas que su padre les había 'vendido' sobre el gran sueño americano, se da de bruces con la realidad al encontrarse perdido en un lugar desconocido para él. Qué llantina, qué tristeza más grande me invadió verle deambular por las calles buscando a su familia, intentando al mismo tiempo sobrevivir en ese despiadado mundo. Pero si hay un momento de la película de Don Bluth con el que, cada vez que la veía, lloraba desconsolada es cuando Fievel canta el tema de James Horner Somewhere out (Allá fuera en castellano) –ganadora de dos Grammy. "Allá fuera, bajo la luna gris, alguien que me quiere está pensando en mi". Por favor, no me digas que no te dan ganas de ponerte a llorar, solo de imaginarte a al diminuto ratoncito sólo mirando al horizonte, creyendo que nunca más verá a su familia. Pese a que es una de las películas más tristes que vi en mi niñez, para mí es una de las imprescindibles del cine de animación que tienes que ver sí o sí.
'Taron y el caldero mágico' (1985): Espada y brujería para niños
Gema Sevillano
Taron y el caldero mágico es una una de esas grandes olvidadas de Disney que no sabes de dónde han salido pero estaban entre los VHS del cajón. Sin embargo, fue mi película favorita durante unos breves meses, lo que me duraban las películas favoritas en la tierna infancia. A pesar de la fascinación por la película que sufría, había algo que no podía ver: su villano. Tan malo malísimo era el Rey del Mal (el nombre le venía al pelo) que recuerdo adelantar todas sus escenas, incapaz de verlo en pantalla. Por no hablar de su ejército de esqueletos... el trauma fue real.
Pero entre todo es horror estaba Gurgi para dar luz. Un animalito que nadie sabía bien qué era, con una voz regurgitante que no podías sacarte de la cabeza en días. Fue algo así como Baby Yoda y Baby Groot todo junto de mi infancia. Pero no podían dejar a la pobre criatura en paz. Al final de la película, a Gurgi... se lo cargan. ¿Qué habría hecho el pobre adefesio para que le hiciesen eso? Porque no le dieron una muerte simple y traumática como a las que Disney nos tiene acostumbrados, si no que el dulce y tierno Gurgi se arroja al Caldero Mágico para evitar que Taron se sacrifique. Pero antes de saltar dice que es él el que debe sacrificarse porque "Gurgi no quiere que su amigo muera. Taron tiene muchos amigos. Gurgi no tiene amigos". Ahí mi corazón se rompió y todavía me estoy quitando las tiritas. ¿Que al final revive? Sí. Pero eso no quita que mi dulce infancia quedase marcada por el suicidio del adorable Gurgi.
'Fantasía' (1940): Las escobas atacan a Mickey Mouse
Tomás Andrés
Creo que mi gran primer recuerdo de videoclub es Fantasía, sólo que yo siempre la llamaba "Mickey y la escobas". También creo que es mi primer contacto con esa extraña atracción cinéfila por el terror, pese a que se trataba de una película de dibujos animados orientada a un público infantil. Mi familia siempre me recuerda que al principio quedé entre fascinado y atemorizado por esa historia de El aprendiz de brujo, en la que el ratón más famoso de Walt Disney ha de hacer frente él solito a un conjuro mágico que se le va completamente de las manos, mientras suena de fondo la música del compositor francés Paul Dukas. Aquellas escobas recogiendo agua de una fuente y tirándola a un pozo, inundando la morada del brujo adulto que finalmente tiene que desenvolver ese entuerto con todo su buen saber hacer y con la consiguiente bronca a su joven estudiante, siguen vívidas en mi mente hoy en día.
Para colmo, yo siempre quería alquilar aquella dichosa película, olvidando el resto de amplia oferta de la que disponía aquel videoclub de barrio. Mi tío me recuerda, hoy día, que ofreció al dueño comprarle el VHS, pero que aquel ávido empresario no estaba por la labor de perder uno de sus clientes más fieles -en la piel de un mocoso de cinco años- y que se negó en sendas ocasiones. Ya de adulto, mi actor favorito -Nicolas Cage- fue el elegido para encarnar al protagonista de la versión en acción real de El aprendiz de brujo, lo que me subió el 'hype' por las nubes. Lástima que aquella descafeinada producción familiar de Jerry Bruckheimer, bajo la batuta del cineasta Jon Turteltaub (La búsqueda) estuviese a años luz de la maravillosa obra maestra de la animación del año 1940.