Acercarse a la otra persona desde una posición lo más transparente posible. Esta es la premisa que marca el debut en el largometraje documental de Maider Fernández Iriarte (Donostia, 1988), quien ha dirigido Las letras de Jordi, el retrato de su relación con Jordi Desquens Massanes, un hombre de 51 años con parálisis cerebral y una profunda convicción religiosa.
Fernández Iriarte, quien antes de dedicarse al cine, tanto en su perfil de creadora como de técnica y profesora, se diplomó en Educación Social, comenzó el proyecto en el marco del Máster de Documental Creativo de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, de donde han salido filmes tan estimulantes como En Construcción, de José Luis Guerín o Cravan vs Cravan, de Isaki Lacuesta. Ahora, tras pasar por el Festival de San Sebastián 2019, Abycine 2019 y el Festival de Gijón del año pasado, y tras ser postergada a causa de la crisis sanitaria del coronavirus, Las letras de Jordi se estrena el 10 de julio en salas seleccionadas de nuestro país. No te pierdas la entrevista que mantuvimos con su directora a continuación.
Explícanos cómo nace el proyecto de ‘Las letras de Jordi’ y cómo conoces a su protagonista, Jordi Desquens.
Maider Fernández Iriarte– Comencé a desarrollar la película en el marco del Máster de Documental de Creación de la UPF. Conocí a un grupo de peregrinos que acudían al santuario de Lourdes, en el que estaba Jordi. Y al conocerle, la película cambió por completo, porque el proyecto se preguntaba al principio sobre el fenómeno de la fe y ha acabado siendo una película distinta. Jordi era muy amigo de Oriol, y me interesaba mucho la forma en que Jordi se comunicaba con él, además de esa amistad tan especial. Poco a poco, de forma muy natural, acabé también descartando la historia de Oriol y Jordi y me acabé centrando en Jordi.
¿Cómo trabajas la relación con Jordi con la cámara y su implicación en tu proyecto?
M.F.I.– Empecé a ir a visitar a Jordi una vez por semana, siempre con la cámara. Fue a través de la cámara cómo comienza a labrarse nuestra historia, porque para Jordi –y desde el primer día en que voy a visitarle– la cámara forma parte de mi. Quiero decir, para él yo soy la chica de la cámara. Y eso facilitó el acercamiento. Si hubiera sido al contrario, conocerle sin la cámara y decirle a posteriori mis intenciones, no hubiera funcionado.
¿Cuánto tiempo estuviste rodando el material de ‘Las letras de Jordi’?
M.F.I.– A lo largo de un año, aproximadamente. Los primeros seis meses fueron muy intensos. Con el material que rodamos durante ese tiempo, montamos un primer reel, con momentos aislados que grabé, y ya posteriormente filmamos nuevo material, siguiendo el día a día y las rutinas de Jordi en la residencia. Pero la película como tal se gestó en esos primeros seis meses.
¿Los viajes a Lourdes también los filmaste en solitario durante esos primeros meses?
M.F.I.– A Lourdes fui sola varias veces, pero también fui con un equipo formado por cuatro personas: Amanda Villavieja al sonido, Carlos Muñoz con la cámara y con la producción de Alejandra del Barrio.
¿En qué medida has construido el relato en la sala de montaje?
M.F.I.– La película se construyó básicamente en el proceso de montaje. Primero tenía la historia de este hombre que había perdido la fe y que quería ir a Lourdes a recuperarla. Pero habían también otras historias, como mi relación con él. Yo no tenía del todo claro sí quería aparecer en la película, porque en mis cortos con el colectivo de Las chicas de Pasaik siempre aparecía… La idea de salir en la película me bloqueaba, pero conseguí salir del bloqueo gracias a mi tutora Mia de Ribot, y a Virginia [García del Pino].
Tu aproximación a la devoción de Jordi mantiene una distancia justa. Por una parte, eres muy directa preguntándole acerca de sus sentimientos religiosos y por la otra, no hay cuestionamientos políticos al respecto.
M.F.I.– No recuerdo que me sorprendiera el hecho de que Jordi fuera muy religioso. Es un tío que no puede hablar pero que sí tiene los resortes de la comunicación. Por otra parte, me interesaba esa idea mística de que sea capaz de hablar con Dios. También es cierto de que Jordi ha crecido en un entorno religioso y que en la época en que nació, sobre la década de los 70, no había instituciones laicas que se dedicaran a las personas con algún tipo de discapacidad. Sí estaba ahí la cuestión de cómo acercarme a este mundo, porque es un universo completamente ajeno a mí, pero yo partía de la premisa de lo que Jordi me contaba, creía en sus palabras, en lo que me explicaba. Obviamente, tengo mi recorrido, pero he intentado acercarme con una mirada honesta.
Sí estaba ahí la cuestión de cómo acercarme a este mundo, porque es un universo completamente ajeno a mí, pero yo partía de la premisa de lo que Jordi me contaba, creía en sus palabras, en lo que me explicaba. Obviamente, tengo mi recorrido, pero he intentado acercarme con una mirada honesta.
¿Cómo gestionaste con la familia de Jordi el proyecto? ¿Hubo reticencias?
M.F.I.– Hubo desconfianzas cuando el proyecto pasó de algo personal a tomar ya la forma de una película, con una productora detrás. Por mí parte, a mí también me preocupaba la reacción que pudieran tener y me preocupaba la cuestión de los límites, de hasta dónde puedo filmar. En todo caso, me parece muy normal la desconfianza de la familia de Jordi: estoy entrando en la vida de una persona, alguien en apariencia vulnerable, y todo lo que sucede alrededor de la película puede afectarle. Entiendo perfectamente que su familia tienda a protegerle porque está en una situación más frágil.
Por otra parte, no hay ningún tipo de condescendencia en tu retrato. Hay un momento de ‘Las letras de Jordi’ que él se queja del trato infantil que a veces ha recibido.
M.F.I.– Completamente. aunque Jordi agradecía que le hiciera ese tipo de preguntas que le hago y a mí me interesaba mostrar nuestra vulnerabilidad por desconocer qué significa estar en un cuerpo así. Al final, Jordi ha nacido con ese cuerpo y somos nosotros quienes vemos dificultad en esos gestos que para él son los normales. Las personas con discapacidad viven con aceptación su condición. Nos cuesta al resto.
El problema está en cuando pensamos y creemos que sabemos lo que ellos anhelan , porque estamos muy equivocados. Siempre somos nosotros quienes explicamos cómo son ellos, y yo también lo hago en cierta manera. La relación de poder existe, y uno tiene que estar pendiente de los límites de lo ético. Mi acercamiento ha sido cariñoso y honesto, pero no se puede obviar que la cámara está ahí. Sin embargo, si no hubiera querido filmar a Jordi jamás nos hubiéramos conocido ni compartido parte de nuestro tiempo y nuestras vidas.
Sin desvelar el final de ‘Las letras de Jordi’ a nuestros lectores, quería preguntarte por ese desenlace.
M.F.I.– Surgió sobre la marcha. De hecho, Jordi nos avisó cuatro días antes de que iba a hacer ese viaje y para nosotros supuso un trabajo de producción enorme del que estoy bastante contenta, y que agradezco a Alejandra y Carlos. Cuando lo filmé no sabía que iba a ser el final de la película, pero a medida que Jordi y yo nos conocíamos, y a medida que íbamos avanzando, Virginia y yo vimos claro que ese momento tenia que ir al final. Creo que contrasta muy bien con el sentimiento religioso de Jordi, con su intención de volver a Lourdes, porque esa escena del final tiene algo de ligereza, porque sabes que Jordi siente su cuerpo ligero.