Para que Cartas a Roxane se convirtiese en una película primero tuvo que pasar por el teatro. Y es, precisamente sobre esto último, de lo que trata. Alexis Michalik, guionista, actor y director; se inspiró para escribir esta historia mientras veía Shakespeare in Love, el filme dirigido por John Madden que ficciona cómo William Shakespeare dio forma a una de sus obras más conocidas: Romeo y Julieta. En el caso de Cartas a Roxane el autor es Edmond Rostand, cuya pluma escribió, tras varios fracasos teatrales, Cyrano de Bergerac, una de las obras más existosas del teatro francés. Michalik también triunfó con Edmond -el nombre que dio a su obra- sobre las tablas. Y ese logro le ha llevado a encontrar el camino para debutar como director, escribir e incluso actuar en esta adaptación cinematográfica. Una historia que en su cabeza siempre tuvo forma de película.
Cartas a Roxane sigue a Edmond Rostand (Thomas Solivérès), un dramaturgo que, tras varios fracasos y en plena crisis creativa, encuentra la inspiración en Jeanne (Lucie Boujenah), una admiradora de su trabajo y el interés amoroso de su amigo Léo (Tom Leeb). Con su manejo de las palabras y los versos, Edmond escribe cartas a su nueva musa haciéndose pasar por Léo y de esa experiencia personal nace Cyrano de Bergerac. En esta historia no podía faltar la aparición del actor Constant Coquelin, quien dio vida a este personaje de nariz descomunal y que interpreta Olivier Gourmet en la película. Tampoco la actriz de la época Sarah Bernhardt, en cuya piel se mete Clémentine Célarié y quien jugó un papel clave en el éxito de Rostand.
Cartas a Roxane se estrena este viernes, 15 de mayo, en la Sala Virtual de Cine y en SensaCine hemos podido hablar con Michalik sobre la cinta, la figura del autor y lo vigente que sigue siendo la historia escrita por Rostand en la actualidad.
¿Qué te llevó a trasladar esta obra de teatro al cine?
Antes de imaginarla en el teatro, en mi cabeza era una película. Cuando vi Shakespeare in Love no me dije: “Tengo una idea para una obra de teatro”. Tenía una idea para una película. Durante 10 años la imaginé en el cine y empecé a escribir un guion para una película. La razón de que primero fuese una obra de teatro es que no encontraba el dinero para financiarla. Un día le dije a mi productora: “Sería una buena idea hacerla antes en el teatro que en el cine”. No sería tan caro y, por entonces, ya tenía uno o dos éxitos en el teatro parisino. La obra Cartas a Roxane fue un gran éxito y gracias a ello ya podíamos buscar el dinero para hacer la película. En realidad, es una película que fue adaptada a una obra de teatro. Y la película habla de una obra de teatro. Y, después, la obra de teatro fue adaptada en una película. Es como las muñecas Matrioshkas.
¿Qué retos te encontraste a la hora de hacer la película?
No hay muchas diferencias entre el guion del cine y de la obra de teatro. Lo que cambia es que en el cine debes mostrarlo todo y en el teatro debes decirlo todo. En el teatro no puedes mostrar a mil personas en una sala de teatro, pero está el público y sí podemos imaginar que va a estar durante la representación. Pero lo primero fue buscar dónde rodar las escenas del teatro porque es muy caro grabar un mes en uno. Esa es la razón por la que rodamos toda la película en República Checa. Otra diferencia es que en el teatro los ensayos son cronológicos, pero en el cine rodamos en partes no cronológicas. En el cine hay mucha más gente y la forma de contar la historia es diferente del teatro. En el teatro la visión del público es en una única dirección. Es como trabajar sobre una pintura: con un solo punto de vista. En el cine, el punto de vista es el de la cámara. Por eso no debe estar estática, porque si lo está va a imitar la grabación de una obra de teatro y no a una película. Mi objetivo fue que nadie pensase que el teatro es aburrido. Eso es lo que las personas que no conocen el teatro piensan. Es como la mala imagen del teatro. La gente que no conoce el teatro dice: “Es aburrido. No es para mí”. La película es un proyecto que, para la mayoría de personas, no es algo interesante. Para una obra de teatro, hablar sobre el teatro no es un problema porque la persona que va a ver la obra no piensa que el teatro es aburrido. Pero en el cine era muy importante para mí tener un ritmo continuo. Y la manera de rodar, que no fuese fija. Es en movimiento para mostrar el punto de vista, no de los espectadores, pero sí de los actores, de los creadores. Mostrar qué supone una creación teatral, su ritmo… Una forma de glorificar este mundo.
Todo el mundo conoce Cyrano de Bergerac, pero muy poca gente sabe quién la escribió. ¿Es tu película una forma de reivindicar la figura del autor?
Sí, pero no es solo un homenaje al autor. También lo es al mundo del teatro en general y, sobre todo, al teatro de época porque el de finales del siglo XIX me gusta mucho. Pero también es un homenaje al teatro de Georges Freydeau, al vodevil, a la comedia de la época… Porque el ritmo de la película es el del vodevil. Es evidente que se glorifica al autor porque, cada vez que veo una obra maestra, la pregunta que me viene es: "¿En qué se ha inspirado? ¿Quién ha pensado en todo eso?". En el caso de Edmond Rostand, lo más interesante es que sus obras anteriores no son nada increíbles. Son obras que fueron un fracaso. Todo el mundo pensaba que Cyrano de Bergerac iba a ser otro fracaso. Y en una noche fue lo más grande el teatro francés. Entonces… ¿En qué se inspiró? ¿Cómo esta persona que nunca ha tenido éxito es capaz de hacer Cyrano de Bergerac, que es una obra maestra para todos los franceses? A todos los franceses les gusta Cyrano de Bergerac y lo conocen… Ese fue el principio de mi idea.
La historia escrita por Edmond Rostand sigue presente en la actualidad con películas que la reinterpretan desde un punto de vista más moderno. ¿Por qué seguimos acudiendo a Cyrano de Bergerac?
El guion de Cyrano de Bergerac es muy bueno. Es increíble. Esta idea del triángulo amoroso… Creo que todo el mundo se identifica con Cyrano porque todo el mundo ha estado en la posición de estar enamorado y pensar que no va a funcionar. La mayoría de la gente piensa en algún defecto que tiene que va a hacer que no funcione. En el caso de Cyrano es su nariz, pero para los demás puede ser otra cosa: no hablar bien, un pelo mal puesto… Todo el mundo se puede identificar con él. Cyrano de Bergerac sigue siendo actual y lo he visto en cada representación de la obra. El guion es perfecto y también la figura de Cyrano. Es un personaje gigante como Don Quijote y Hamlet. Lo que es interesante también es que Edmond Rostand ambienta esta historia en el siglo XVII, pero la escribe en el siglo XIX. Es muy moderna con respecto a los personajes y las bromas que hace. Es un obra un poco atemporal.