Empezó en el mundo de la moda, trabajó con Woody Allen en los 70, fue guionista para Sidney Lumet, impulsor de la llamada Brat Pack de los 80, el director de Jóvenes ocultos y responsable de dos de los episodios más controvertidos del salto de Batman a la gran pantalla, además de un sólido director de thrillers: Joel Schumacher falleció ayer en Nueva York a los 80 años tras una larga lucha contra el cáncer. Deja un legado cinematográfico que define una era: St. Elmo, punto de encuentro, Línea mortal, Un día de furia, Batman Forever, Asesinato en 8 MM, Última llamada y un largo etcétera.
Schumacher (Nueva York, 1939) se formó en el mundo del diseño de moda y trabajó en el vestuario de algunas de las primeras películas de Woody Allen, El dormilón (1973) e Interiores (1978). A finales de los 70, Allen y Schumacher forjaron una curiosa amistad, como recordaba el fallecido director en una potente entrevista publicada el año pasado en Vulture, en la que repasaba sin remilgos los encuentros más significativos de su carrera. "Woody me enseñó muy pronto cosas sobre la profesión que me han sido muy útiles. Al igual que todos con quienes he trabajado. Todo lo que puedo decir de Woody es que no podría haber sido un amigo más generoso. Y Mia también se portó de manera fantástica conmigo", decía entonces.
Sin duda, el perfil profesional de Schumacher puede definirse por los encuentros cruciales que han marcado sus películas, sobre todo por su buen ojo para el casting y la dirección de actores. Tras la etapa Allen y otra etapa profesional como guionista –El mago (la versión de El mago de Oz dirigida por Sidney Lumet con Michael Jackson y Diana Ross)–, Schumacher se situó en primera línea con St. Elmo, punto de encuentro (1985), una de esas cintas generacionales que suponen un punto de inflexión en el cine. De ahí salieron Emilio Estévez, Demi Moore, Andrew McCarthy o Rob Lowe.
Pero para filme generacional, Jóvenes ocultos (1987), película de vampiros californianos con Corey Haim, Corey Feldman y Kiefer Sutherland, entre otros, y una de las películas más queridas por los revivalistas del cine de los 80. Otra cinta de género de Schumacher que marcó una época: Línea mortal (1990), de nuevo con Kiefer Sutherland y con Julia Roberts, rodada en el mismo año que Pretty Woman. Sutherland y Roberts eran en ese momento pareja y sus idas y venidas protagonizaron bastantes portadas.
Roberts repetiría con Schumacher en el drama romántico Elegir un amor; y ese filme sería un punto y aparte para el cineasta, quien se volcaría a partir de entonces en thrillers y películas de espectro más amplio: Un día de furia (1993), la tremenda crónica de la violencia cotidiana de EE.UU con un Michael Douglas burtalmente alienado; o los thrillers El cliente y Tiempo de matar, basados en novelas de John Grisham, y trabajos con estrellas de clase A como Tommy Lee Jones y Susan Sarandon, y talentos por venir, como Matthew McConaughey.
En 1995 se le encargó la dirección de Batman Forever, relevando a Tim Burton al frente de la saga, a la que le siguió Batman y Robin (1997), una película que los fans del justiciero de Gotham jamás le perdonarón y por la que el cineasta se disculpó en su día. “Me gustaría pedir perdón a los fans, porque se lo debo”, declaró Schumacher en 2007. El cineasta también dijo en ese momento que esa adaptación estuvo sometida a presiones de todo tipo.
Tras el descalabro en el mundo de los cómics fílmicos, Schumacher continuó trabajando y haciendo thrillers y dramas que iban a marcar a fuego el cine de los 90 y de principios del siglo XXI: Asesinato en 8 MM, con Nicolas Cage; Nadie es perfecto (1999), melodrama masculino sobre la homofobia con Philip Seymour Hoffman y Robert De Niro; 9 días (2002), con Anthony Hopkins y Chris Rock; la claustrofóbica Última llamada (2002), con Colin Farrell; o El número 23 (2007), con Jim Carrey. En su última película, Bajo amenaza (2011), uno de esos thrillers a contrarreloj que tan bien supo manejar, volvió a reunirle con Cage junto a Nicole Kidman.