Gregorio Samsa, recordarán, un mal día se despertó convertido en una especie de escarabajo gigante. Mal asunto el dilema kafkiano. El absurdo de la situación, proclive a echarse unas carcajadas de primeras, acaba por derivar en terror y drama; una pesadilla antropomórfica donde la lógica no tiene cabida ante la radical mutación de la existencia humana. Entonces era 1915, ahora estamos en 2020, donde también nuestra existencia ha cambiado radicalmente, pero sin llegar a los extremos pergeñados por Franz Kafka. ¿O quizás sí y sólo estamos autoengañándonos? En fin, veinticuatro horas en Sitges y ya estoy enloqueciendo. Vamos con las películas.
El cineasta y músico francés Quentin Dupieux lleva ya años haciendo de la pesadilla un chiste jocoso. Concretamente desde 2010, cuando nos descubrió a un neumático asesino capaz de hacer explotar cabezas a todos los rednecks que se le cruzaban por el camino. Rubber (2010), que así se llamaba aquella maravillosa película, fue la puerta por la que empezó a colarnos todo un catálogo de personajes absurdos enredados en situaciones desesperadas habitando en mundos decididamente surrealistas. Y es que en la filmografía de Dupieux la estupidez humana se contagia al contexto en que se desenvuelve. Desde los policías neandertales de Wrong Cops (2013) al killer obsesionado con su chaqueta en La chaqueta de piel de ciervo (2019). En su nueva película, presentada hoy en Sitges, Mandíbulas, nos encontramos con el volumen dos de la metamorfosis de Kafka: ¿qué habría sido de Gregorio Samsa si se hubiera convertido en una mosca gigante? ¿Y si, encima, esa mosca gigante acaba en las manos de dos tontos muy tontos? ¿Y si esos tontos, además, quieren adiestrar la mosca para que les ayude a robar un banco? Todas esas preguntas tienen su respuesta, disparatada y lúcida a matar, en la película de Dupieux, alguien incapaz de juzgar a sus mellados personajes y sí, por el contrario, de convertirlos en los héroes de una efímera épica que incluye mucha comida para gatos, suplantación de personalidades y un totémico personaje -a la que da vida una Adèle Exarchopoulos de ovación- incapaz de expresarse de otra forma que no sea a grito pelado.
A los grandes dúos de idiotas de la historia del cine -Cheech y Chong, Lloyd y Harry, Jay y Bob el silencioso- se les añaden ahora Jean-Gab (David Marsais) y Manu (Grégoire Ludig), dos ladrones de medio pelo que se encuentran una mosca gigante en el maletero de un coche robado. La lógica ilógica de Dupieux hace que el terror que sentiría cualquiera se convierta en este caso en jolgorio de colegas –“¡¡¡Toro!!!”- y mientras las cosas les van de mal en peor y de peor en mejor, ellos siguen emperrados en adiestrar a una mosca que, pese a su aspecto terrorífico, acaba descubriéndose como una mascota de lo más práctico. En definitiva, Mandíbulas es una de las muescas más afiladas del ingenio retorcido de su autor. De hecho, estaríamos delante de su mejor película desde Rubber, lo cual es de celebrar.
'Kubrick by Kubrick': un homenaje a un autor único en la historia del cine
El crítico Michel Ciment -director de Positif y uno de los escritores que mejor ha escrito sobre películas y directores en la historia de la crítica- fue uno de los pocos afortunados que tuvo acceso a entrevistar, en su propio hogar y con mucho margen de tiempo, al realizador Stanley Kubrick. De su larga serie de entrevistas, Ciment ya editó un libro maravilloso, que recomiendo al lector sin miedo a equivocarme. Y, ahora, ha llegado la versión filmada del mismo: Kubrick by Kubrick (2020), documental dirigido por Gregory Mondo -un hombre curtido en la televisión, donde realizó piezas sobre Jerry Lewis o Louis de Funès- que, básicamente, se dedica a ilustrar el audio de las entrevistas entre Ciment-Kubrick siguiendo un poco el patrón del superior Hitchcock/Truffaut (2015) de Kent Jones. El resultado es un homenaje a un autor único en la historia del cine y el mayor placer del mismo es, simplemente, oír a Kubrick en primera persona hablar de varias de sus películas -quedan fuera títulos como Atraco perfecto (1956) o Lolita (1962), ignoro el porqué- en una cercanía inusitada en un realizador poco proclive a conceder entrevistas. La película se complementa con una serie de entrevistas de archivo de los actores de los films en la época que se realizaron -Malcom McDowell, Jack Nicholson, Tom Cruise, etc- y utiliza como 'leit-motiv' la sala final de 2001: Una odisea del espacio (1968), tuneada para la ocasión con pósters y fetiches de las películas del maestro.