Está siendo un buen año para el cine de terror proyectado en el Festival de Sitges, curiosamente siendo uno de los más modestos en cuanto a apuestas, nombres y novedades, que se recuerdan. Si ayer alababa la capacidad de adaptación del género a los tiempos de confinamiento con la británica de Host, hoy toca hablar de una cinta que mezcla el folclore eslavo con el cine de espíritus más enloquecido: Post Mortem. Dirigida por el húngaro Péter Bergendy -recordemos que otra producción de esta nacionalidad se alzó con el premio a la mejor película hace unos años: Jupiter's Moon- el filme es un antológico delirio de horror gótico y humor negro.
La trama de Post Mortem gira en torno a un ex combatiente de la Primera Guerra Mundial que pasa sus días de retiro trabajando como fotógrafo de personas fallecidas. Durante una feria, queda prendado de los encantos de una niña que le invita a ir a trabajar en su pueblo que ha sido víctima de la pandemia de la llamada Gripe Española de comienzos del siglo XX. Allí, mientras trabaja, descubrirá que el pueblo entero es como una enorme fuente de fenómenos 'poltergeist'. Bergendy, de esta forma, acerca la tradición de su país a fenómenos actuales como Insidious. Como si de un Sam Raimi bajo los efectos del ácido se tratase, el cineasta hace gala de un terror 'slapstick' que acerca mucho más su obra a trabajos como Arrástrame al infierno que a El exorcista. Un filme cargado de posesiones espirituales, sombras malignas, levitaciones e incluso combustión espontánea, que hará las delicias de todos los fans del género, aunque los más sesudos no comprendan su humor.
Si bien es cierto, que el guión de Post Mortem no es gran cosa, Bergendy maneja a la perfección los tiempos del terror clásico y se apoya en una cuidada fotografía con la que sortea las lagunas y trabas de su argumento. Si podemos sacarle algunos peros, quizá podríamos hablar de su excesivo metraje y que su pareja protagonista tampoco transmite demasiado al espectador. Si bien, todos los 'peros' quedan contrarrestados por un tramo final que parece un Jurassic Park con espíritus que no da tregua al público. El respetable del Festival la ha despedido con una sonora ovación, y con razón.
'La nube': Las langostas como metáfora de una vida devorada por las circunstancias
Seguimos con cine europeo y nos trasladamos a Francia para hablar del drama con toques de suspense y terror animal, titulado La nube. Se trata del debut en el largometraje del cortometrajista y guionista francés Just Philippot. En ella una madre viuda ha de hacer frente a la muerte de su marido tratando de sacar a su familia adelante gracias a una granja de langostas. Un día, mientras es presa de la desesperación por lo apurado de la situación, intenta destrozar uno de los invernaderos donde cría a los insectos pero queda herida e inconsciente. De esta manera, descubrirá que los animales se multiplican más si toman sangre como alimento primordial. Poco a poco, irá estableciendo una extraña conexión con ellos y alejándose de la relación con sus hijos y vecinos.
La nube es un filme extraño que se plantea como un drama, aunque vira hacia el suspense para acabar como el terror puro en sus últimos compases. En ella late un mensaje crítico contra la intervención del hombre en la naturaleza y también con la obsesión de ciertas personas con sus labores diarias las cuales les alejan de las cosas realmente importantes de la vida. Cabe destacar el trabajo -llevando todo el peso dramático del filme- de la francesa Suliane Brahim (Especiales), una actriz que parece decidida a tomar el relevo de su compatriota Charlotte Gainsbourg y a la que habrá que seguir los pasos desde ya mismo. Estamos ante un largometraje que supone un debut prometedor en un Festival de Sitges sin demasiados autores de relumbrón en su programación.
'Wendy': Benh Zeitlin regresa con lo mejor que sabe hacer
Cerramos la crónica de hoy con Wendy, el regreso a la dirección de Benh Zeitlin. El director se había ausentado 8 años tras las cámaras después de Bestias del sur salvaje, película que también pasó por el Festival de Sitges y que obtuvo cierta fama ya que el ex presidente de los Estados Unidos la definió como su filme predilecto de aquel 2012. En esta ocasión el realizador vuelve a lo que mejor sabe hacer: una cinta de tono fantástico y tintes dramáticos protagonizada por niños.
Wendy se trata de una particular revisión del cuento clásico de Peter Pan, en el que el protagonismo recae en esta ocasión sobre la joven Tommie Lynn Milazzo, que supone todo un descubrimiento como lo fuese Quvenzhané Wallis en su día. La joven encarna a una joven que escapa de casa junto a sus dos hermanos para acompañar a los 'niños perdidos' en una recóndita isla. Una fábula sobre el sentido de la familia y el paso a la madurez muy del estilo Sundance y muy poco de lo que suele gustar al público del certamen catalán. Tampoco esperaba mucho de Zeitlin y así ha sido, un drama con toques de fantasía que al menos no rebosa mugre y decadencia como su primera obra.